Sequía global despierta alarma en el agro: cómo la “atmósfera sedienta” está secando los campos
La sequía global creció un 74 % desde 2018 por la atmósfera “sedienta” que acelera la evaporación e impacta en los cultivos y la ganadería.

La sequía global escaló de modo alarmante en los últimos años y esa tendencia ya no retrocede. Científicos de la Universidad de Oxford publicaron en Nature que, entre 2018 y 2022, la superficie terrestre afectada por sequía se expandió en un 74 %.
Durante la primera mitad del siglo XX, el avance de la sequía siguió un ritmo pausado. A partir de 1981, esa velocidad creció un 40 %, y los investigadores la mantuvieron durante casi cuatro décadas.
Pero en 2018 llegó un punto de inflexión. En solo cinco años, el aire se volvió aún más demandante y la sequía creció de manera exponencial, azotando el 30 % de las tierras con episodios moderados o extremos en 2022 .
El AED resulta de varias variables, ya que cuando la temperatura sube, el aire retiene mayor humedad potencial; al sumar humedad relativa más baja, vientos activos y presión atmosférica cambiante, se genera una atmósfera que actúa como esponja, absorbiendo humedad con más velocidad. Esa sed crea un círculo vicioso: mientras más evapora el suelo, más radiación refleja, sube la temperatura y aumenta aún más el AED .

Este proceso no se limita a zonas tradicionalmente secas: el estudio de Oxford indica que incluso regiones húmedas experimentaron sequía debido a la sed del aire. Solo zonas como el este de Norteamérica y el sur de Asia muestran señales contrarias, con ciclos hídricos más prósperos .
Sequía global y sus efectos devastadores en el campo
Producir alimentos requiere agua, y la sequía global desatendió ese principio elemental, por eso los agricultores registran rindes menores. En los pastizales, la falta de humedad reduce la cantidad y calidad del forraje, mientras que los animales enfrentan estrés térmico e hídrico que impacta su salud y productividad.
Otro estudio de Science, realizado por el Instituto Federal Suizo, documenta más de 13.000 sequías de larga duración entre 1980 y 2018. El volumen de eventos prolongados erosiona las bases del sistema agropecuario, tanto ecológica como financieramente.

En Europa, la Comisión Europea advierte que estas condiciones podrían recortar hasta un 7 % del Producto Interno Bruto al finalizar el siglo. Justamente por este impacto, los sistemas de riego más avanzados ya luchan para enfrentarse a esa atmósfera cada vez más demandante.
Gran parte del agua se pierde por evaporación. Al mismo tiempo, el suelo seco intensifica el calentamiento local, debilitando el efecto regenerador de cada lluvia que cae.
Cómo reinventar el agro para evitar la deshidratación de sus suelos
Para que el agro resista a esta nueva realidad, debe incorporar la demanda evaporativa en sus estrategias de gestión. La comunidad científica, como el Climate Hazards Center de UC Santa Bárbara, subraya que la inclusión del AED en los sistemas de monitoreo y alerta ofrece una visión más fiel del riesgo hídrico que enfrentarán los productores.
En la práctica, el agro debe revisar tecnologías de riego y optar por soluciones que reduzcan las pérdidas por evaporación. La adopción de cultivos y pasturas tolerantes a la sequía, combinada con una mejora en el manejo del suelo (cubierta vegetal, restauración de humedales), puede reducir el impacto de esos periodos de alta sed atmosférica.

El monitoreo constante también aporta valor. Al integrar datos de temperatura, humedad, presión y viento —no solo lluvia— las plataformas de alerta temprana pueden advertir con anticipación la llegada de episodios críticos.
La sequía global seguirá marcando el pulso del agro
El estudio de Oxford prevé que la demanda evaporativa seguirá subiendo con el calentamiento global. Más AED implica sequías más intensas, incluso si las lluvias no retroceden. La incertidumbre económica aumenta, y la capacidad de adaptación del agro define la supervivencia de muchas familias rurales.
Mientras el calor avance y el aire siga siendo cada vez más sediento, la capacidad del sector agropecuario para resistir dependerá de la innovación, la inversión y la anticipación. Los productores enfrentarán un reto sin precedentes: no solo deberán producir más, sino hacerlo con una atmósfera que cada vez toma más agua de los suelos.