Cómo se gestó la campaña de trigo que puede quedar en la historia y qué puede pasar ahora con la gruesa

El cereal se encamina a un récord productivo impulsado por humedad sostenida y mayor inversión tecnológica, en un escenario donde soja y maíz también avanzan con buenas condiciones hídricas.

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Lote con trigo en etapa de madurez, excelente estado, en el centro sur del departamento San Martín (Santa Fe). Gentileza: Bolsa de Comercio de Santa Fe.

El trigo argentino está a las puertas de marcar un nuevo hito productivo, con una campaña que combina condiciones climáticas poco frecuentes y un manejo agronómico más intensivo por parte de los productores. Según la última estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario, la cosecha nacional 2025/26 alcanzaría 27,7 millones de toneladas, lo que implica un incremento de 3,2 millones respecto del informe anterior.

Este resultado no comenzó a definirse en la cosecha, sino mucho antes, cuando el cultivo se implantó con perfiles de suelo bien cargados y con un contexto que invitó a asumir mayores niveles de inversión. A diferencia de otros ciclos, el trigo no debió atravesar un arranque condicionado por la falta de agua, sino que encontró desde el inicio un escenario que permitió pensar en rindes más altos.

Agua y manejo intensivo: las claves del récord

El primer factor decisivo fue el comportamiento del clima previo a la implantación, ya que durante el otoño amplias zonas del área agrícola registraron precipitaciones por encima de lo normal, lo que permitió recomponer perfiles de suelo y llegar a la siembra con reservas de humedad adecuadas a óptimas. Esa condición inicial aseguró una emergencia pareja y un arranque vigoroso del cultivo, incluso en ambientes históricamente más restrictivos.

Lejos de agotarse, esas reservas se mantuvieron durante el invierno, ya que junio y julio presentaron lluvias frecuentes que evitaron el consumo total del agua acumulada en el suelo. El punto de inflexión se produjo en agosto, cuando se registraron precipitaciones muy superiores a la media en amplias zonas del centro del país, un aporte que impulsó la producción de macollos y elevó el potencial de rinde.

La continuidad de lluvias en septiembre y octubre terminó de consolidar ese escenario, al acompañar las etapas críticas del cultivo sin estrés hídrico generalizado. De este modo, el trigo atravesó gran parte de su ciclo con una disponibilidad de agua poco habitual, lo que permitió expresar el potencial incluso en regiones donde otros años el clima suele imponer límites más estrictos.

Ese contexto hídrico favorable influyó de manera directa en las decisiones de manejo, ya que los productores encontraron razones para apostar a un trigo más tecnológico. En muchas regiones se elevaron los niveles de fertilización, se ajustaron esquemas nutricionales más completos y se reforzó el manejo sanitario, necesario en un ciclo húmedo que incrementó la presión de enfermedades.

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Lote con trigo en pleno proceso de cosecha, muy buen rendimiento, en el centro sur del departamento San Jerónimo (Santa Fe). Gentileza: Bolsa de Comercio de Santa Fe.

La combinación de agua, fertilización y manejo se refleja con claridad en los números que hoy comienzan a consolidarse. De acuerdo con el Panorama Agrícola Semanal de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, con más del 60 % del área cosechada, el rinde promedio nacional se ubica en 41,4 quintales por hectárea, uno de los valores más altos registrados para el trigo en Argentina.

Más allá de los máximos logrados en los núcleos productivos, lo distintivo de esta campaña es la homogeneidad de los rendimientos a escala nacional. Incluso en zonas tradicionalmente más limitantes, los rindes se ubican por encima del promedio histórico, un comportamiento que explica por qué las proyecciones continuaron ajustándose al alza.

El dato más reciente que sorprendió a todos

A este desempeño se suma un factor estructural decisivo, ya que la campaña 2025/26 registra la mayor superficie sembrada de trigo de la historia argentina, según la Bolsa de Comercio de Rosario. La expansión del área elevó el piso productivo del cultivo y amplificó el impacto de los altos rendimientos, consolidando el salto de producción proyectado.

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Distribución de la siembra de trigo para la campaña 2025/26 en la región núcleo. Fuente: Bolsa de Comercio de Rosario

El ejemplo más contundente se observa en la región núcleo, donde con el 80 % del área cosechada el rinde promedio se consolida en 60 qq/ha y la producción alcanzaría 10,4 millones de toneladas, la mayor de su historia. El ajuste del área regional hasta 1,82 millones de hectáreas, unas 220.000 hectáreas más de lo inicialmente estimado, terminó de sellar un resultado excepcional.

Foco en la gruesa y posible balance del ciclo 2025/26

Con el trigo prácticamente definido, la atención comienza a desplazarse hacia la campaña gruesa, que por ahora muestra un arranque firme en buena parte del país. A nivel nacional, la soja ya cubre cerca del 60 % del área prevista, con más del 90 % de los lotes en condiciones hídricas adecuadas u óptimas, mientras que el maíz presenta un avance similar y un 88 % del área en condición Buena a Excelente.

Al igual que ocurrió con el trigo, la clave para la gruesa será la continuidad climática durante los períodos críticos del verano, cuando se definan los rindes. El buen punto de partida abre expectativas, pero el resultado final dependerá de que las lluvias acompañen en los momentos decisivos.

En ese marco, el balance preliminar de la campaña 2025/26 empieza a tomar dimensión si se observa el conjunto de los principales cultivos. Con un trigo que apunta a 27,7 millones de toneladas, el maíz podría ubicarse entre 58 y 61 millones, mientras que la soja aparece proyectada entre 47 y 49 millones de toneladas, siempre condicionada por la evolución del clima.

Sumados los aportes de girasol y cebada, estos volúmenes abren la posibilidad de que la producción total de granos supere los 140 millones de toneladas, un nivel que devolvería al agro argentino a un escenario de fuerte generación de oferta y actividad. La gruesa ahora enfrenta su propio desafío, que será confirmar si ese escenario favorable puede sostenerse y extenderse al resto del ciclo agrícola argentino.