El cuidado del suelo sería la clave para garantizar la supervivencia humana

A pesar de ser un activo determinante para la vida, el suelo parece ser invisible ante los ojos del desarrollo productivo. Este recurso no es infinito y los ecologistas advierten que su degradación podría llevarnos a la desaparición como especie.

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El surgimiento de apenas un centímetro cuadrado (cm²) de suelo puede tomar de 100 a 1.000 años, por eso es vital proteger los suelos existentes.

El Día Mundial del Suelo (WSD) se celebra cada 5 de diciembre desde 2014, año en que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó esta fecha a pedido de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) un año atrás.

Se decidió el 5 de diciembre porque coincidía con el cumpleaños del Rey de Tailandia Bhumibol Adulyadej, quién falleció en 2016 y fue uno de los grandes promotores de esta idea.

Sin embargo, los orígenes se remontan a 2002, cuando la Unión Internacional de Ciencias del Suelo (IUSS), propuso este evento con la idea de recuperar un recurso que pensábamos era inagotable y esta íntimamente ligado a la producción de alimentos. En este contexto, resulta clave revisar la manera en la que ponemos en marcha los sistemas agroalimentarios y la pregunta que debemos hacernos es si realmente son sostenibles y sustentables.

¿Qué pasa en el suelo?

El suelo es la parte más superficial de la corteza terrestre, esta compuesto por minerales, materia orgánica, organismos vegetales y animales, aire y agua. Esa capa delgada se formó lentamente a través de los siglos y sin embargo, distintas formas de erosión la destruyen de manera silenciosa y aniquilan en poco tiempo lo que demoró años en formarse.

La degradación de los suelos, ya sea por erosión, desmonte o una labranza inadecuada hace que los suelos pierdan su performance productiva y reduzcan su capacidad para almacenar carbono. Si el CO2 y otros gases del suelo se emitieran a la atmósfera, el cambio climático se aceleraría con las consecuencias que eso podría acarrear en nuestro planeta, como por ejemplo problemas económicos y sociales, conflictos por el agua, pobreza, baja productividad agrícola o emigración obligada.

Se calcula que la producción agropecuaria es responsable del 80% de la pérdida de biodiversidad, el 80% de la deforestación y el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Mientras en el mundo se debate acerca de la responsabilidad ambiental que tienen los sistemas productivos, al mismo tiempo se buscan soluciones para revertir esos indicadores. El suelo es el fundamento del sistema alimentario, es la base de la agricultura y donde surge el 95% de lo que consumimos.

Actualmente un tercio del suelo del mundo está degradado. En África, solo 8% del suelo es adecuado para la agricultura y miles de millones de seres humanos dependen de ese recurso para producir sus alimentos. A esto nos enfrentamos en el resto del planeta.

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Agricultura en la región africana del Sahel: este sector se ve afectado por la degradación de las tierras y la irregularidad de las precipitaciones.

Las consecuencias de un suelo castigado son realmente destructivas para la humanidad. Cuando eso ocurre se da un paso hacia atrás en cuanto a la seguridad alimentaria, cae la productividad agrícola, se producen migraciones hacia los grandes centros urbanos, crece la pobreza, se pierde el equilibrio de los ecosistemas y se agravan el calentamiento global y la desertificación.

Uno de los desafíos más importantes que tiene la humanidad al año 2050 es el de aumentar la producción de los cultivos para satisfacer la creciente demanda de alimentos minimizando el impacto ambiental y no lo estamos logrando. Prueba de eso son los altos precios de los alimentos que se registraron en los últimos 20 años y la aceleración en la expansión de la tierra cultivada a expensas de ecosistemas naturales.

El cuidado del suelo en Argentina

Uno de los inventos argentinos que más contribuyó al cuidado del suelo es el sistema de siembra directa, no sólo por su sustentabilidad intrínseca sino fundamentalmente por su capacidad potencial en el secuestro de carbono. Esta propuesta con cero labranza es una técnica que no altera el suelo mediante arado y preserva sus características físicas, químicas y biológicas.

La siembra directa es parte de lo que se conoce como “agricultura climáticamente inteligente” (ACI) y se calcula que en nuestro país su nivel de adopción se ubica por encima del 90%. Eso nos posiciona a la vanguardia en lo que respecta al cuidado del suelo, respetando el balance de carbono, la fertilidad y otros indicadores productivos.