El increíble caso de la atleta de 92 años que corre como alguien de 20 (y la ciencia quiere saber por qué)
La atleta italiana de 92 años sigue batiendo récords y despertando la curiosidad de los investigadores, que buscan en sus músculos los secretos para combatir la pérdida de fuerza en la vejez.

Emma Maria Mazzenga tiene 92 años, vive en el norte de Italia y sigue rompiendo récords en atletismo. Lo insólito es que, mientras la mayoría de sus rivales ya ni siquiera compite -porque prácticamente no hay mujeres de su edad corriendo 200 metros-, ella sigue cruzando la meta con la energía de una veinteañera. Y lo hace con una sonrisa.
En enero de 2024, en pista cubierta, corrió los 200 metros en 54,4 segundos, un nuevo récord mundial para la categoría mayores de 90 años. En mayo, en San Biagio di Callalta, bajó a 51,4 segundos al aire libre. Y en junio, en Mestre, volvió a superarse: 50,3 segundos. En total, suma cinco récords mundiales, nueve europeos y unas 28 mejores marcas italianas en su categoría máster.
Un laboratorio viviente
Su caso llamó la atención de los científicos dedicados al estudio del envejecimiento. ¿Qué hay en esta mujer que le permite hacer cosas que para otros adultos son imposibles? ¿Es genética? ¿Es el entrenamiento constante? Hay muchas preguntas, y para responderlas, los investigadores de la Universidad de Padua invitaron a Emma al laboratorio.

Tras someterla a estudios fisiológicos, descubrieron que la capacidad cardiorrespiratoria de Mazzenga equivale a la de una persona de unos 50 años, y que las mitocondrias de sus músculos -las encargadas de generar energía- funcionan como las de alguien joven y saludable de 20.
Pero lo más llamativo fue lo que observaron en sus fibras musculares. Los músculos humanos combinan fibras lentas, que permiten resistencia prolongada, y fibras rápidas, responsables de la velocidad explosiva. Con la edad, las fibras rápidas suelen deteriorarse primero: por eso los ancianos pueden caminar, pero rara vez corren o aceleran.
En cambio, Mazzenga conserva una cantidad significativa de fibras rápidas en buen estado, lo que explica su sorprendente rendimiento en pruebas de 60 o 200 metros.
Una vida de movimiento
Nacida el 1 de agosto de 1933, Emma empezó a correr a los 19 años en la Universidad de Padua. Luego interrumpió su carrera deportiva para casarse y criar a sus dos hijos. Recién a los 53 volvió al atletismo, y desde entonces, en el circuito máster, se transformó en una leyenda.

Lleva una vida sencilla: cocina platos tradicionales, disfruta de su familia y entrena tres veces por semana. No planifica demasiado. “Voy mes a mes”, dijo al Washington Post. Y asegura que hay un hábito que jamás rompe: salir de su casa todos los días. “Nunca paso un día entero en casa”, declaró.
Ese movimiento constante, más allá de las sesiones de entrenamiento, refuerza lo que la ciencia confirma: la actividad física regular no solo mejora la salud cardiovascular, sino también la memoria, el sistema inmunológico y la calidad de vida en general.
Entre la genética y la constancia
Los científicos aún investigan qué mecanismos celulares permiten que conserve fibras rápidas a su edad. Comprenderlo podría abrir nuevas vías contra la sarcopenia, la pérdida de masa muscular asociada al envejecimiento, uno de los grandes desafíos de salud pública en sociedades cada vez más longevas.

Muchos creen que la clave está en su constancia: décadas de entrenamiento que mantuvieron activo su sistema neuromuscular y protegieron esas fibras frágiles. Dicho de otro modo, mientras la mayoría de sus contemporáneos perdió la capacidad de acelerar, Emma todavía guarda bajo la piel un resorte que le permite salir disparada.
Para la ciencia, su cuerpo es un laboratorio viviente. Para el resto de nosotros, una inspiración: quizá no todos lleguemos a correr a los 92, pero la historia de Mazzenga demuestra que nunca es tarde para empezar a moverse y que, con disciplina, el cuerpo puede sorprendernos.