Hallazgo inesperado: los rayos UV-B hacen que los hombres coman más

Un equipo de científicos estudiaba el cáncer de piel en ratones y se dieron cuenta que algunos de ellos aumentaban de peso si recibían radiación UV. “¿Pasará lo mismo con las personas?”, se preguntaron. La respuesta es sí.

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El estrógeno anula la liberación de la hormona que le indica al cerebro que tenemos hambre.

Carmit Levy, genetista en la Universidad de Tel Aviv en Israel no sale de su asombro. Suele estudiar cáncer de piel, pero el nuevo resultado fue tan inusual que dejó en suspenso sus planes originales para explorar más a fondo el vínculo entre la luz solar y el hambre.

Ella había estado estudiando cómo los rayos ultravioleta-B (UV-B), causa principal de las quemaduras solares y el cáncer de piel, afectan a los ratones. Para ello, exponía a dosis muy débiles a los ratones durante algunas semanas. Levy notó que no había enrojecimiento en la piel, pero sí se notaban cambios en el tejido graso de los animales y algunos de ellos habían aumentado de peso. Su investigación estaba dando un giro.

Los 1.330 hombres encuestados consumían más alimentos en los meses de verano. De marzo a septiembre, cuando hay más horas de luz en Israel, ingerían unas 2.188 calorías diarias. Pero promediaron alrededor de 1.875 calorías de octubre a febrero.

Consiguió un nuevo grupo de ratones que incluía una mezcla de machos y hembras. Descubrió que la exposición a los rayos UV-B aumentaba el apetito de los ratones machos y que trabajaban más duro para llegar a la comida que era difícil de alcanzar, algo que no ocurría con las hembras.

¿Pasa lo mismo con los humanos?

Hay muchas evidencias de que el ambiente influye en el comportamiento y en la salud de las personas, así que Levy también se preguntó si la luz del sol también podría tener un efecto similar en las personas. Para averiguarlo, reclutaron voluntarios para dos estudios. Ambos sugirieron que los hombres y las mujeres pueden responder de manera diferente a los rayos UV-B. Pero el número de voluntarios en estas pruebas fue demasiado pequeño para estar seguros.

Afortunadamente, uno de los colegas de Levy tuvo acceso a los datos de casi 3000 personas que habían participado en la primera encuesta sobre nutrición de Israel, hace unos 20 años. Estos datos mostraron que los 1.330 hombres encuestados consumían más alimentos en los meses de verano. De marzo a septiembre, cuando hay más horas de luz en Israel, ingerían unas 2.188 calorías diarias. Pero promediaron alrededor de 1.875 calorías de octubre a febrero. Las 1.661 mujeres en este estudio consumieron alrededor de 1.500 calorías por día durante todo el año.

Posibles causas

El equipo siguió realizando experimentos con ratones para identificar las causas. Los experimentos en ratones respaldan que la exposición diaria a los rayos ultravioleta (UVB) durante diez semanas estimulaba la liberación de la hormona del hambre en ratones machos. Y también acentuó la idea de que el estrógeno de los ratones hembra interfiere con la liberación de la hormona grelina de las células grasas dentro de la piel.

Esta hormona funciona un poco como un termostato del hambre. Cuando nuestro estómago está vacío, produce grelina. Esta hormona luego viaja al cerebro donde indica la necesidad de alimentos. Cuando comemos, nuestro estómago deja de producir grelina. Cuando hemos comido lo suficiente, otra hormona le indica al cerebro que estamos llenos.

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