La increíble historia del pez que se convirtió en perla

En la naturaleza hay muchas historias sobre alianzas que no terminan de la mejor manera. Como la de este pez que hoy reside en un museo de Londres, que comenzó buscando refugio en una ostra y terminó como una joya de un valor incalculable.

Perla
El mecanismo de defensa de las ostras produce perlas

En el Museo de Historia Natural de Londres hay -una vez más- un objeto “camuflado” dentro de otro. Como muñecas rusas, se pueden ver las valvas de ostra; dentro de ellas, una enorme perla aplanada; y en su interior, un ejemplar de Onuxodom perfectamente preservado. ¿Y dentro del pez? Quizá, su última cena, otro organismo del mar. Como sea, se trata de una joya natural que tardó años en formarse.

Definitivamente esta fue una alianza que terminó mal, al menos para el pez. No es raro que un organismo se refugie en otro. De hecho, es una práctica bastante habitual y se la conoce como comensalismo. Se denomina así a la interacción entre dos especies, en la que uno de los miembros obtiene un beneficio, mientras que el otro no se perjudica ni se beneficia (el caso mas común es cuando un pájaro se instala en el tronco de un árbol). Pero este pez no tuvo en cuenta el mecanismo natural de supervivencia de las ostras.

Cuando un objeto extraño, como un sedimento o una bacteria, ingresa en el cuerpo viscoso (llamado pie) de estos moluscos, se despliega su arsenal defensivo. La ostra intentará expulsarlo, pero si no lo logra, cerrará sus valvas (su parte dura, similar a un caparazón) y envolverá al intruso en una sustancia viscosa, compuesta de microcristales de aragonito, un mineral de carbonato cálcico. Sin escapatoria, el intruso quedará encapsulado en una especie de pegamento que se irá solidificando con el correr del tiempo. Y no hablamos de minutos, sino de años. Así es, queridos lectores, cómo se forma una perla.

Ahora bien, volvamos a nuestro pez. El mecanismo de defensa de la ostra no distingue entre invasores, así que nuestro Onuxodom corrió la misma suerte que otros intrusos que ingresan en estos moluscos. De a poco, su cuerpo se fue cubriendo con una sustancia pegajosa conocida como nácar, que se endureció en capas a medida que pasaron los años. Con el correr del tiempo, este pez se convirtió en una joya de enorme tamaño, y hoy se lo exhibe en una vitrina como un fabuloso ejemplar.

Las perlas

A una ostra le lleva entre 5 y 20 años producir una perla en un ambiente natural, aunque la cantidad de años depende de la especie y del agua en la que vive. Sin embargo, la gran mayoría de las perlas naturales son irregulares, opacas, y de colores diversos. Se conocen como barrocas. La tonalidad de la perla suele ser la misma que la de la ostra, por lo que existen perlas rosadas, ocres, verdosas, grises, e incluso negras.

Esas emblemáticas perlas naturales, blancas, redondas, nacaradas y perfectas son muy difíciles de encontrar. Por eso se consideran piedras preciosas, y su valor en el mercado es altísimo, puesto que es un bien escaso.

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Sin embargo, también es posible cultivar ostras para que produzcan perlas. Quienes se dedican a esto, controlan la dieta y las condiciones ambientales para obtener las perlas del tamaño, forma y color deseado. Introducen un contaminante pequeño en el cuerpo de la ostra, para que ella haga lo suyo.

Sean naturales o cultivadas, la obtención de las perlas genera controversias pues implica muchas veces la apertura y muerte de la ostra, y esto impacta en los ecosistemas. Además, el principal uso de las perlas es netamente ornamental. Por esto, también existen las perlas sintéticas o imitaciones, que son una alternativa más amigable con el ambiente.

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