Nogal argentino: raíces profundas, mucha sombra y nueces deliciosas
Lento pero majestuoso, el nogal combina elegancia, longevidad y producción. Su cultivo crece en Argentina gracias a la adaptación de variedades locales y a la demanda mundial de frutos secos.

Bajo la copa de un nogal argentino, el aire se vuelve más fresco y el paisaje parece detenerse. Este árbol de raíces profundas y porte imponente regala sombra, belleza y nueces deliciosas, fruto del trabajo paciente que caracteriza al campo argentino.
En Mendoza, San Juan, Catamarca y La Rioja, el nogal encontró su mejor territorio. Allí, los productores impulsan plantaciones que combinan tradición, innovación y un futuro prometedor para la nuez argentina, un producto cada vez más valorado en los mercados internacionales.
El INTA trabaja en el desarrollo de variedades adaptadas a zonas con bajo requerimiento de frío, lo que amplió las posibilidades de cultivo. Gracias a esa investigación, el nogal se consolida como una alternativa sustentable en regiones áridas o templadas del país.
Cómo se cultiva y qué cuidados requiere
Plantar un nogal es una apuesta a largo plazo. Durante los primeros años, el árbol invierte toda su energía en fortalecer sus raíces y formar una estructura sólida antes de mostrar su potencial.
Prefiere suelos profundos, fértiles y bien drenados, con buena exposición solar y sin exceso de humedad. Aunque soporta bajas temperaturas, las heladas tardías pueden afectar su floración, por lo que conviene elegir terrenos protegidos.

El riego debe ser moderado y constante, evitando encharcamientos que puedan dañar sus raíces. En primavera, la fertilización orgánica ayuda a activar el crecimiento y fortalecer las nuevas ramas.
En ese punto, el árbol entra en su madurez productiva y puede ofrecer nueces de forma regular durante décadas, garantizando una producción estable y de alta calidad. Cada temporada, su copa se vuelve más frondosa y su sombra más generosa.
El valor de sus frutos y su expansión en Argentina
Las nueces argentinas se destacan por su sabor equilibrado, su textura firme y su alto contenido de aceites saludables. En Mendoza, se las llama “el cerebro que alarga la vida”, por su forma y sus beneficios nutricionales.

Ricas en proteínas, vitaminas y minerales, las nueces aportan energía y ayudan a reducir el colesterol, lo que las convierte en un alimento clave en dietas saludables. Su demanda global crece año a año, impulsando nuevas plantaciones en el país.
El futuro de la nuez argentina es prometedor. Los mercados de Brasil, Europa y Estados Unidos valoran su perfil saludable y su producción sustentable, posicionando al país como un actor relevante en el comercio internacional de frutos secos.
Sombra, madera y curiosidades de un árbol noble
La sombra del nogal es una de las más densas y frescas del mundo vegetal. En los días de calor intenso, su copa se transforma en refugio natural tanto para las personas como para los animales.
Sus hojas y raíces liberan juglona, una sustancia natural que inhibe el crecimiento de otras plantas bajo su copa. Este fenómeno, conocido como alelopatía, le permite dominar el espacio y conservar los nutrientes del suelo.

Su madera es otro de sus tesoros. De color oscuro, textura fina y gran durabilidad, se utiliza en carpintería, ebanistería e incluso en la fabricación de instrumentos musicales.
En el norte argentino, el nogal criollo tiene un valor cultural que trasciende lo productivo. Bajo sus ramas se celebran reuniones familiares y se conservan historias, convirtiéndose en símbolo de memoria y continuidad.
Un legado que crece con el tiempo
El nogal no se planta pensando en resultados inmediatos: es un árbol para quienes comprenden que los frutos más valiosos necesitan tiempo, paciencia y dedicación constante. En muchas fincas argentinas aún se conservan ejemplares plantados hace más de cien años, que siguen ofreciendo frutos y sombra como el primer día.
Cada temporada, el nogal renueva su vínculo con la tierra y con quienes lo cuidan. Es una herencia viva que conecta generaciones, un árbol que enseña que el tiempo, cuando se cultiva con amor, siempre deja su recompensa.