Adiós al humo en 2027: colectivos eléctricos y a GNC le cambiarán la ciudad de Buenos Aires
La ciudad dejará de sumar colectivos diésel. El transporte público incorporará unidades eléctricas y a gas, con la promesa de menos contaminación, aire más limpio y menor ruido en las calles.

La imagen del colectivo lanzando una bocanada negra de humo empieza a quedar en el pasado. La ciudad decidió marcar un antes y un después: desde 2027, solo podrán sumarse al servicio público de transporte aquellos vehículos que funcionen con electricidad o gas natural comprimido.
La resolución que oficializó este cambio forma parte de un plan más ambicioso ya que el gobierno porteño se comprometió a que, en los próximos años, la movilidad urbana avance hacia un modelo más sustentable, donde las emisiones de dióxido de carbono y de partículas finas se reduzcan al máximo posible. Este viraje responde también a la presión de estándares internacionales sobre calidad ambiental y a la necesidad de cuidar la salud pública.
El bus eléctrico fabricado por NAVYA que recorre el Parque de la Innovación en Nuñez, Buenos Aires pic.twitter.com/MtaUH3srxu
— Revista Colectibondi (@colectibondi) May 10, 2025
Los colectivos eléctricos y los impulsados a GNC encarnan ese futuro que ya comenzó en otras ciudades. Los resultados entusiasman: menos ruido, menor costo operativo y cero emisiones directas en las calles.
La promesa de un viaje más limpio
El impacto ambiental de esta medida puede sentirse en cada esquina. Cada colectivo diésel que deja de circular representa toneladas de dióxido de carbono que no se liberan en la atmósfera.
Los motores eléctricos eliminan por completo los gases de escape y recortan de manera drástica la contaminación acústica, uno de los factores de estrés más habituales en grandes ciudades. Por su parte, el gas natural comprimido se considera un combustible de transición que emite menos dióxido de carbono y partículas que el gasoil convencional, además de producir menos vibraciones y olores.
La economía del transporte
Aunque la inversión inicial en vehículos eléctricos resulta más alta que la de un colectivo tradicional, los costos operativos tienden a ser menores. La electricidad y el GNC son más económicos que el diésel, y el mantenimiento de los motores eléctricos suele implicar menos piezas móviles y menos desgaste.
La decisión de prohibir la incorporación de unidades diésel nuevas también podría impulsar el desarrollo de infraestructura energética. Para alimentar estos colectivos se prevé la instalación de estaciones de carga rápida y la ampliación de la red de puntos de abastecimiento de gas natural.

Los transportistas tendrán un plazo para adaptar sus instalaciones y recibir asistencia técnica y financiera. De este modo, el proceso será progresivo, sin dejar afuera a los actores más pequeños del sector.
Un modelo que podría multiplicarse
La experiencia porteña se observa con atención en otras ciudades del país que buscan modernizar sus flotas: en Rosario, los trolebuses eléctricos siguen siendo un símbolo de movilidad eficiente, mientras que en Córdoba, los colectivos eléctricos circulan en rutas con alta demanda. Mendoza, por su parte, ya adquirió vehículos con baterías de última generación que se recargan en los depósitos municipales.
Si bien la transición no es inmediata ni sencilla, el horizonte que se abre invita a pensar en un transporte público que combine sustentabilidad con confort. El impacto ambiental positivo de esta transformación resulta evidente.
Los expertos en energía y movilidad coinciden en que estas políticas solo podrán sostenerse con inversiones constantes y un acompañamiento activo del Estado. La diferencia de precio entre un colectivo eléctrico y uno diésel todavía es significativa pero para resolver ese desfasaje, las autoridades trabajan en líneas de financiamiento, subsidios que faciliten la adquisición de las nuevas unidades y beneficios impositivos.
La ciudad parece decidida a dejar atrás el humo y el estruendo de los motores convencionales. El transporte público se encamina a ser más silencioso, más limpio y más acorde a los desafíos ambientales que enfrentan todas las grandes urbes.