El 92 % de los menores ya tiene teléfono móvil: la nueva crisis de salud mental que preocupa a los expertos en España
Diversas sociedades médicas españolas alertan sobre los efectos del uso excesivo de tecnología en niños y adolescentes. Los expertos advierten que las redes sociales están modelando cerebros más impulsivos y dependientes, y que su impacto podría considerarse un problema de salud pública.

Por primera vez en España, distintas sociedades médicas —de pediatría, neurología, psicología, psiquiatría y hasta oftalmología— se han unido para advertir de un mismo fenómeno: el uso excesivo de la tecnología está afectando gravemente la salud de los menores.
La abogada Mar España, quien fue durante más de una década directora de la Agencia Española de Protección de Datos, subraya que “no estamos en contra de la tecnología, sino a favor de un acceso racional y progresivo, acorde con la madurez de cada persona”.
Las sospechas iniciales de padres y docentes sobre los efectos de las pantallas en el bienestar infantil se han convertido en certezas respaldadas por la ciencia. “Cada vez tenemos más estudios longitudinales sobre los efectos dañinos del uso de las redes sociales”, sostiene España, hoy directora de la Plataforma Control Z.
Cuanto más tarde, mejor
Un reciente estudio de Sapiens Labs, basado en datos de 28.000 jóvenes, muestra una correlación directa entre la edad de acceso al primer dispositivo y la salud mental en la adultez joven.
Sin embargo, la realidad es otra: el 92% de los menores de 12 años ya tiene móvil propio —con una edad media de acceso de apenas 10,9 años— y el 98,5% está registrado al menos en una red social, según un informe de UNICEF en España.
Generación hiperconectada, empatía en retroceso
“El huracán de la digitalización nos tomó por sorpresa. Pensábamos que la tecnología les ayudaría a aprender y socializar, pero nos equivocamos”, admite el psicólogo clínico Francisco Villar, del Hospital Sant Joan de Déu.
Según su experiencia, “la calidad de vida de los chicos ha bajado: son menos empáticos, más impulsivos y menos tolerantes a la frustración”. Además, se exponen desde temprana edad a contenidos violentos o pornográficos, especialmente a través de grupos de mensajería como WhatsApp.

Al mismo tiempo, señala España, “tenemos niñas de nueve años preocupadas por el envejecimiento sin haber llegado a la juventud”. Las notificaciones constantes y la sobreexposición a estímulos digitales impiden que su mente tenga momentos de calma.
El lado oscuro de los algoritmos
Las consecuencias pueden ser devastadoras. Villar advierte que, en la última década, los ingresos por conductas suicidas en menores se han cuadruplicado en su hospital: de 250 casos en 2013 a más de 1.000 desde 2021.
Estudios recientes de la Fundación Molly Rose y Amnistía Internacional demuestran cómo los algoritmos de plataformas como Instagram o TikTok empujan a los adolescentes hacia contenidos depresivos o relacionados con el suicidio tras simples búsquedas como “estoy triste”.
“La persona que más daño puede causar a otro adolescente no es un adulto malintencionado, sino otro niño que comparte su dolor”, advierte Villar, señalando las comunidades en línea donde los jóvenes con pensamientos suicidas se refuerzan mutuamente.
Una cuestión legal y ética
“El diseño adictivo de las redes sociales está prohibido por ley”, recuerda Mar España, en referencia al Reglamento General de Protección de Datos y la Ley de Servicios Digitales.
Pese a ello, las plataformas siguen empleando estrategias para retener la atención de los menores, basando su modelo de negocio en la recolección masiva de datos personales. “Privacidad e ingresos económicos son términos antagónicos”, se señala en el libro Esclavos del algoritmo (Debate, 2025).
Algunas comunidades autónomas —Madrid, Cataluña, Baleares, Asturias o Cantabria— ya prohibieron el uso de móviles en las aulas, y varios países de la Unión Europea han elevado a 16 años la edad mínima para acceder a redes sociales.
“El agua digital que bebemos”
España propone incluso modificar el Código Penal para exigir responsabilidad a las plataformas por no verificar la edad de sus usuarios.
“Es igual de grave que si contaminas el agua potable”, advierte Mar España. “El agua digital que bebemos está contaminando nuestro cerebro, nuestras formas de vivir y de relacionarnos”.
Una frase que sintetiza el desafío urgente de una generación que crece conectada… y cada vez más vulnerable.