Equinoccio vs. termómetro: ¿quién tiene razón en la batalla por el inicio de la primavera?
Mientras que en el calendario común la primavera arranca el 21 de septiembre, los meteorólogos insisten en que empieza semanas antes. ¿Quién tiene razón? La diferencia está en cómo se definan las estaciones: por la posición de la Tierra o por los cambios de temperatura.

En Argentina y en todo el hemisferio sur, sabemos que la primavera “oficial” llega el 21 de septiembre, con flores, festejos estudiantiles y mates al aire libre. Sin embargo, para la meteorología la estación comenzó mucho antes, el 1 de septiembre. ¿Entonces quién se equivoca? Nadie. Lo que ocurre es que existen dos formas diferentes de definir las estaciones: la astronómica y la meteorológica.
Durante miles de años, la humanidad miró al cielo para guiarse. La posición de la Tierra en su órbita alrededor del Sol, junto con su inclinación, determina los famosos solsticios y equinoccios. Son ellos los que marcan el inicio de las estaciones astronómicas. Los equinoccios, que suceden dos veces por año, señalan los momentos en los que el Sol se ubica directamente sobre el ecuador: allí el día y la noche duran casi lo mismo.
En el hemisferio sur, el equinoccio de primavera ocurre alrededor del 21 de septiembre y el de otoño hacia el 21 de marzo. Los solsticios, en cambio, son los puntos de mayor contraste: los días más largos y más cortos del año. El de verano se produce en torno al 21 de diciembre y el de invierno cerca del 21 de junio.
Pero la astronomía trae consigo un pequeño problema práctico: la Tierra no tarda exactamente 365 días en girar alrededor del Sol, sino 365,24. Eso obliga a sumar un día extra cada cuatro años (el famoso año bisiesto), y hace que las fechas exactas de solsticios y equinoccios varíen levemente. A esto se suma la forma elíptica de la órbita terrestre, que hace que algunas estaciones duren 89 días y otras 93. Un calendario precioso para los astrónomos, pero poco útil para los meteorólogos que necesitan comparar estadísticas de un año al otro sin que se muevan las fechas.
Cuando el clima manda: las estaciones meteorológicas
Para resolver esa dificultad, la meteorología optó por otra lógica: dividir el año en cuatro bloques de tres meses completos, guiados por el ciclo anual de temperaturas. Así, el invierno corresponde a los tres meses más fríos, el verano a los tres más cálidos y la primavera y el otoño a las transiciones.
En el hemisferio sur, la cuenta queda así: primavera de septiembre a noviembre, verano de diciembre a febrero, otoño de marzo a mayo e invierno de junio a agosto. En el hemisferio norte, la secuencia es idéntica pero desplazada seis meses. La ventaja es que cada estación tiene siempre la misma duración, entre 90 y 92 días, y coincide perfectamente con el calendario civil, el que usamos en la vida cotidiana.
Equinoccio de primavera: la estación comienza a las 3:50 de la madrugada (hora argentina) en el hemisferio sur (a la inversa, es el comienzo del otoño en el hemisferio norte). En ese preciso instante, el Sol cruza el ecuador celeste y hace su ingreso en el hemisferio sur celeste. pic.twitter.com/c5apoGmEf1
— Planetario Galileo Galilei (@planetarioBA) September 22, 2023
Este criterio facilita enormemente los cálculos climáticos y las estadísticas agrícolas, comerciales y energéticas. Pensemos en un ejemplo: si un productor necesita saber cómo fue el invierno de 2023 para compararlo con el de 2024, resulta mucho más sencillo agrupar los datos de junio, julio y agosto que lidiar con estaciones que empiezan en fechas móviles.
En otras palabras, el inicio de las estaciones depende de qué pregunta nos hacemos. Si queremos saber el momento exacto en que la Tierra se alinea de cierta forma con el Sol, la respuesta es astronómica. Pero si lo que buscamos es analizar tendencias climáticas, lo meteorológico es mucho más práctico.
Quizás por eso convivimos con dos “primeros días de primavera”: uno que aparece en el calendario meteorológico y otro que festejamos el 21 de septiembre, con ramos de flores, picnics y, a veces, con bufanda incluida. Porque si algo nos enseña el clima es que las estaciones no siempre obedecen al almanaque.