IA y ambiente: ¿qué ocultan los datos sobre su huella ecológica?

Descubre por qué los científicos advierten sobre el impacto ambiental de la inteligencia artificial y qué significa realmente para nuestro planeta.

Server IA
Los sistemas de IA son tan voraces, que pronto rivalizarán con industrias enteras en demanda energética: cada interacción digital es, en realidad, una transacción climática cuyo costo aún no medimos.

Cada vez que usas ChatGPT, haces una búsqueda en Google o ves un video recomendado en Netflix, algo invisible sucede: miles de computadoras trabajan simultáneamente consumiendo enormes cantidades de energía.

La inteligencia artificial se ha convertido en la tecnología del momento, pero detrás de su brillo digital existe una realidad incómoda que pocos mencionan: su impacto ambiental es colosal.

Cada vez que chateas con un asistente virtual o generas una imagen con IA, estás alimentando un monstruo que devora electricidad equivalente al consumo de cientos de hogares. Según expertos, entrenar un modelo como GPT-3 requiere tanta energía como 120 familias en un año entero.

Los científicos están levantando la voz. Mientras las empresas tecnológicas promocionan la IA como la solución a nuestros problemas, investigadores advierten que esta tecnología genera una huella de carbono comparable a la de industrias tradicionales. ¿Qué está pasando realmente? ¿Por qué hay tanta incertidumbre alrededor de este tema?

El consumo energético invisible

Imagina que cada pregunta que haces a una IA es como encender miles de lámparas simultáneamente durante unos segundos. Diariamente, consultas globales a chatbots como ChatGPT consumen 1.000 MWh, equivalente al consumo diario de una ciudad de 50.000 habitantes, contribuyendo a emisiones de CO2 que aceleran el cambio climático.

La IA no solo está transformando industrias: está reconfigurando el mapa energético del planeta.

Y no solo energía: la refrigeración consume 9 litros de agua por cada kWh, como si cada pregunta tuya regara un jardín entero en zonas áridas. Un único modelo de lenguaje puede generar emisiones de carbono equivalentes a viajar en avión alrededor del mundo varias veces.

Luz IA
Los centros de datos de EE. UU. ya consumen más agua que una ciudad como Las Vegas.

El problema se intensifica porque la mayoría de estos servidores funcionan con energía de fuentes no renovables. Aunque algunas empresas tecnológicas afirman usar energía limpia, la realidad es más compleja: la demanda es tan alta que incluso con paneles solares y turbinas eólicas, la dependencia de combustibles fósiles persiste. Los centros de datos que alimentan la IA son máquinas sedientas de electricidad.

La brecha entre promesas y realidad

Las grandes corporaciones de tecnología nos venden la idea de una IA "sostenible", pero los números cuentan otra historia. Según investigadores, no existe transparencia real sobre cuánta energía consumen estos sistemas. Las empresas rara vez publican datos detallados sobre sus emisiones, lo que genera desconfianza en la comunidad científica y ambiental.

Renovables IA
Las energías renovables son insuficientes para alimentar la sed de electricidad de la IA: Más del 60% de la energía usada en centros de datos sigue proviniendo de combustibles fósiles.

Además, el consumo de agua es otro aspecto oculto: los servidores necesitan refrigeración constante, utilizando millones de litros de agua dulce anualmente. En regiones donde ya existe escasez hídrica, esto representa un conflicto ético grave. Los científicos advierten que sin regulación y transparencia, la IA seguirá siendo una tecnología con una huella ambiental insostenible, independientemente de las promesas corporativas.

Más del 60% de la energía usada en centros de datos sigue proviniendo de combustibles fósiles

Pero aquí viene la paradoja: esta misma tecnología promete salvar el planeta, optimizando cultivos o prediciendo desastres, mientras genera dudas sobre si estamos cavando nuestra propia fosa climática.

Hacia una IA más sostenible

La inteligencia artificial no es inherentemente mala para el planeta, pero su desarrollo actual sigue un camino problemático. Necesitamos exigir transparencia: las empresas deben publicar datos reales sobre consumo energético, emisiones de carbono y uso de agua. Sin esta información, es imposible tomar decisiones informadas como sociedad.

Los investigadores proponen alternativas: modelos más eficientes, energía 100% renovable en centros de datos y regulaciones internacionales que obliguen a las corporaciones a reportar su impacto ambiental. La tecnología puede ser parte de la solución climática, pero solo si la desarrollamos responsablemente. Tal es el caso de los chips fotónicos –que usan luz en vez de electricidad, sin generar calor–, que prometen eficiencia mil veces mayor, inspirados en el cerebro humano que funciona con la potencia de una lamparita.

Sin reformas rápidas, la IA podría convertirse en la próxima gran crisis ambiental del siglo

Como usuarios, también tenemos poder. Presionar a las empresas para que adopten prácticas sostenibles, apoyar investigaciones sobre IA verde y cuestionar narrativas que minimizan el impacto ambiental son acciones concretas. La pregunta no es si la IA puede ser sostenible, sino si estamos dispuestos a exigir que lo sea.