Los pozos de petróleo abandonados están filtrando 7 veces más metano de lo que se creía

Un alarmante estudio canadiense revela que los pozos petroleros inactivos fugan siete veces más metano a la atmósfera de lo estimado oficialmente. Este resultado desafía inventarios y políticas climáticas establecidas.

Pozo abandonado petroleo
Un nuevo estudio rastreó fugas de metano de pozos petroleros abandonados en todo Canadá. Se detectó que la fuga a la atmósfera de gas metano era 7 veces más de lo que se creía.

Los pozos petroleros y de gas que han quedado fuera de producción, a veces llamados “fantasmas”, son una fuente severamente infravalorada de emisiones de metano. Un estudio reciente de la Universidad McGill midió emisiones en 494 pozos inactivos en cinco provincias de Canadá y calculó una emisión total de 230 kilotoneladas al año, frente a las apenas 34 kt estimadas en los informes nacionales.

Un reciente estudio muestra que los pozos petroleros y de gas abandonados en Canadá emiten siete veces más metano de lo reportado oficialmente y generan 230 kilotoneladas anuales, lo que equivale a cientos de miles de coches en combustible fósil. Sellar los peores emisores puede ser la clave climática oculta que tenemos en manos.

Tal como relata Eos, este dato implica que esas fugas fantasma representan alrededor de siete veces las cifras oficiales. Por la temperatura atmosférica, este metano resulta alarmante, ya que atrapa 80 veces más calor que el dióxido de carbono (CO2) en un horizonte de 20 años.

Gran parte de estas emisiones provienen de pozos abandonados sin sellar correctamente, donde los defectos en el recubrimiento y mal cierre permiten la fuga continua de gas hacia la atmósfera. Hasta ahora se creía que esas emisiones eran muy inferiores y se abre la puerta a la búsqueda de mejores técnicas de sellado.

Un problema global y difícil de contener

Canadá no está solo frente a esta amenaza ambiental. En Estados Unidos se estima que hay más de 3 millones de pozos abandonados y huérfanos, muchos de los cuales siguen liberando metano sin control. Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA), estos pozos representan una fuente importante de emisiones fugitivas que no siempre son contabilizadas en los inventarios nacionales, lo que distorsiona las verdaderas cifras del impacto climático del sector hidrocarburífero.

Un estudio reciente llevado a cabo mediante vuelos aéreos sobre 12 cuencas petroleras de EE.UU. detectó emisiones de metano equivalentes a 7,5 millones de toneladas anuales, una cantidad cuatro veces superior a lo estimado oficialmente. Estos datos fueron obtenidos con sensores remotos de alta precisión y satélites, revelando que el problema tiene una escala mucho mayor que lo reportado hasta ahora. Las llamadas “fugas fantasmas” están activas aun en pozos cerrados hace décadas.

Además, estas emisiones se dividen entre grandes escapes puntuales, conocidos como súper emisores, y una infinidad de filtraciones pequeñas y constantes. En la cuenca del Pérmico, por ejemplo, se demostró que los pequeños escapes representan el 72 % de las emisiones totales de metano, lo que demuestra que no se trata solo de casos aislados, sino de un fenómeno estructural. Esta realidad obliga a repensar cómo se mide y cómo se actúa frente al problema.

Consecuencias y soluciones urgentes

El metano es un gas de efecto invernadero sumamente potente: en un período de 20 años, tiene un potencial de calentamiento global hasta 80 veces superior al CO2. Esto lo convierte en una amenaza inmediata para el equilibrio climático del planeta. Además de su impacto en el calentamiento global, también contribuye a la formación de ozono troposférico, un contaminante del aire que puede afectar la salud humana, especialmente en zonas rurales donde se ubican muchos de estos pozos.

Las fugas de metano no solo representan una amenaza climática, sino también un problema local de contaminación. En regiones como Alberta y Columbia Británica, se ha detectado que entre el 5 % y el 11 % de los pozos presentan fallas crónicas de sellado, lo que permite que el gas se filtre hacia acuíferos y suelos productivos. En algunos casos, se han documentado explosiones y riesgos graves en áreas habitadas, lo que refuerza la necesidad de intervenir de forma urgente.

Sin embargo, hay soluciones disponibles. Sellar los pozos abandonados con materiales adecuados y técnicas modernas puede reducir drásticamente las emisiones. Además, iniciativas como MethaneSAT o MethaneAIR, que emplean sensores satelitales para detectar fugas, permiten mapear con precisión las zonas críticas. Si se prioriza la clausura de los pozos más emisores y se combina con monitoreo continuo, el impacto positivo en la lucha contra el cambio climático puede ser inmediato y medible.