Un estadounidense logra un descenso histórico: el primer esquiador en bajar la temida cara norte del Everest
El alpinista Jim Morrison completó la primera bajada en esquí por la peligrosa ruta Hornbein-Japonesa del Everest, un hito que el mundo del montañismo había perseguido durante décadas. Dedicó su hazaña a su pareja fallecida, la también escaladora Hilaree Nelson.

El 15 de octubre, el estadounidense Jim Morrison, de 50 años, hizo historia al convertirse en la primera persona en descender esquiando la cara norte del Monte Everest (8.848 metros), siguiendo la línea más exigente y legendaria de la montaña: la combinación de los canales Hornbein y Japonés.
Tras seis semanas y media de expedición y un último esfuerzo agotador, Morrison alcanzó la cima a las 12.45 del mediodía, acompañado por un equipo de once personas, entre guías sherpas, técnicos y un grupo de filmación encabezado por el fotógrafo y explorador de National Geographic Jimmy Chin, ganador del Óscar por Free Solo (2018). Chin y su codirectora Chai Vasarhelyi trabajan en un documental para National Geographic que retratará la hazaña.
Un descenso para la historia
Minutos después de llegar a la cumbre, Morrison cumplió un gesto profundamente personal: esparció las cenizas de su pareja, Hilaree Nelson, fallecida tres años atrás tras un accidente en el Manaslu, la octava montaña más alta del planeta.
“Sentí que podía dedicarle todo el día”, declaró el montañista. Luego, mientras el resto del grupo iniciaba el lento regreso por las cuerdas fijas, Morrison se calzó los esquíes y comenzó un descenso de más de 2.700 metros verticales sobre una pendiente de 50 grados. Durante cuatro horas y cinco minutos avanzó entre hielo y roca por un terreno que pocos se atreverían siquiera a imaginar descender.

“Fue una mezcla de esquí de supervivencia y de disfrute puro”, relató. “Algunas secciones eran suaves y podía hacer giros reales; otras estaban tan irregulares que parecían olas congeladas”.
Tres intentos y una tragedia
El logro llegó después de tres intentos. En 2023, los permisos de ingreso a China frustraron su expedición. En 2024, un alud hirió gravemente a un miembro del equipo, obligando a cancelar la misión. Pero Morrison no se rindió.
El Hornbein Couloir, abierto por primera vez por los estadounidenses Tom Hornbein y Willi Unsoeld en 1963, ha sido desde entonces uno de los mayores desafíos pendientes del esquí de altura. Varios alpinistas, entre ellos el francés Marco Siffredi y el propio Jimmy Chin, intentaron descenderlo sin éxito. Siffredi desapareció en 2002 al intentar esa misma línea.
Que Morrison haya sido finalmente quien lo consiguió no sorprende a quienes siguen su carrera: durante la última década, el esquiador de Lake Tahoe ha firmado algunas de las bajadas más audaces del planeta, muchas junto a Nelson, con quien planeaba intentar el Hornbein antes de su muerte.
Entre la pérdida y la resiliencia
La vida de Morrison ha estado marcada por la tragedia. En 2011 perdió a su esposa Katie y a sus dos hijos en un accidente aéreo. Aun así, el montañista encontró en las montañas una forma de seguir adelante.
“Aprendí a vivir en el presente”, explicó alguna vez, inspirado por las enseñanzas del filósofo Eckhart Tolle. Esa mentalidad lo acompañó hasta la cima del Everest, donde cerró un ciclo de dolor y perseverancia.
Una proeza irrepetible
El equipo de este año estuvo integrado por sherpas de la aldea de Phortse, el guía ecuatoriano Esteban “Topo” Mena y el operador Adrian Ballinger, de Alpenglow Expeditions. Las condiciones fueron extremas: temperaturas de -27 °C y nieve dura por efecto del viento. En uno de los tramos más comprometidos, Morrison tuvo que quitarse los esquíes y descender 200 metros en rápel, pasando junto a los antiguos tanques de oxígeno de Hornbein y Unsoeld.
Su descenso, considerado ya por expertos como la bajada más audaz de la historia del esquí, no solo marca un récord deportivo: es también un testimonio de amor, pérdida y determinación en el punto más alto de la Tierra.