La gran misión marciana de NASA y ESA: el ambicioso plan para traer rocas de Marte a la Tierra
La NASA y la Agencia Espacial Europea planean una de las misiones más complejas de la historia: recuperar muestras del planeta rojo y traerlas a la Tierra para analizarlas con tecnología de punta. Sin embargo, los desafíos técnicos, económicos y biológicos amenazan con retrasar el proyecto más allá de 2030.

Por primera vez en la historia, fragmentos de Marte podrían llegar a laboratorios terrestres en la próxima década. El ambicioso proyecto, bautizado Mars Sample Return (MSR), es liderado por la NASA en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA), y tiene como objetivo traer a la Tierra rocas y suelo marcianos recolectados por el explorador Perseverance. El propósito: responder una de las grandes preguntas de la ciencia moderna: ¿albergó Marte vida en algún momento de su historia?
Se estima que estas muestras podrían ofrecer pistas sobre un Marte antiguo, cuando las condiciones eran mucho más propicias para la vida que en la actualidad, azotada por radiación cósmica extrema.
¿Cuál es el plan para traer muestras de Marte a la Tierra?
El plan para traer estas muestras es complejo y de múltiples etapas. Primero, un nuevo vehículo (ya sea otro rover o incluso un pequeño helicóptero) recogerá los tubos depositados por Perseverance.
Luego, serán trasladados a un cohete que despegará desde la superficie marciana. El viaje concluirá cuando una cápsula de reentrada con el valioso contenido atraviese la atmósfera terrestre y aterrice con paracaídas en una instalación segura en Utah, Estados Unidos.
Sin embargo, no todo es tan directo como parece. En septiembre de 2023, una junta de revisión independiente advirtió que el cronograma y presupuesto del MSR eran "poco realistas", sugiriendo que el lanzamiento podría demorarse más allá de 2028. Como respuesta, la NASA abrió una convocatoria de ideas a la industria para optimizar el diseño y reducir costos.

Una vez en la Tierra, las muestras deberán ser analizadas en instalaciones extremadamente especializadas. A diferencia de las rocas lunares traídas por las misiones Apolo hace más de 50 años (que se conservan en cajas de guantes con nitrógeno seco en el Centro Espacial Johnson) las muestras marcianas requerirán protocolos de contención aún más rigurosos.
Esto se debe a que, aunque es poco probable que contengan vida actual, no se puede descartar completamente esa posibilidad. Por eso, la misión está clasificada como Categoría V Restringida por el Comité de Investigación Espacial (Cospar), lo que implica estrictas medidas de biocontención. Según las normas, las muestras deben mantenerse aisladas hasta que se confirme que no representan un riesgo biológico.
¿Cómo mantener las muestras aisladas bajo estrictas medidas de biocontención?
Para ello, se está planificando la construcción de una instalación receptora de muestras (SRF, por sus siglas en inglés), un edificio altamente seguro que podría costar cientos de millones de dólares.
En su interior, los científicos trabajarán con los materiales marcianos usando procedimientos similares a los que se emplean con virus altamente peligrosos, como el Ébola o el Marburgo.
La SRF también deberá albergar equipos de análisis de última generación (microscopios, espectrómetros y otros instrumentos) demasiado grandes o delicados para ser enviados a Marte. Solo después de completar una rigurosa "evaluación de seguridad de las muestras" y una "caracterización básica" de su composición, las muestras podrán ser compartidas con el resto de la comunidad científica internacional.
En este contexto de presiones presupuestarias, la NASA y la ESA también están explorando tecnologías alternativas. Una de las propuestas más prometedoras es el desarrollo de cabinas aislantes multibarrera: compartimentos seguros que combinan contención biológica con capacidad de análisis mineralógico en un mismo espacio. Este enfoque podría agilizar el acceso a las muestras y reducir significativamente los costos operativos del proyecto.
Así, la misión MSR no solo apunta a resolver uno de los mayores enigmas del cosmos, sino que también representa un reto sin precedentes en términos de ingeniería, bioseguridad y cooperación internacional. El viaje de ida ya comenzó; ahora, el regreso es la verdadera prueba.