La NASA se prepara para resolver el mayor misterio de la humanidad: el origen de la vida

En lugar de explorar Marte o experimentar en laboratorios, la clave estaría en observar mundos distantes y detectar patrones que revelen cómo y con qué frecuencia surge la vida en el universo.

Impresión artística de Kepler 186f, un mundo potencialmente habitable. Crédito: NASA
Impresión artística de Kepler 186f, un mundo potencialmente habitable. Crédito: NASA

La pregunta sobre cómo surgió la vida en el universo ha intrigado a la humanidad durante siglos. Ahora, un equipo internacional de científicos propone una innovadora forma de responderla: observar planetas fuera del sistema solar para evaluar cuál de las principales teorías sobre el origen de la vida resulta más plausible.

Liderado por Sukrit Ranjan, investigador de la Universidad de Arizona, el grupo plantea aprovechar las capacidades del futuro Observatorio de Mundos Habitables (HWO, por sus siglas en inglés) de la NASA. En lugar de buscar rastros de vida en Marte o recrear procesos en laboratorio, el objetivo será estudiar una muestra amplia de exoplanetas para buscar señales químicas de vida y establecer patrones significativos.

Tres teorías, tres escenarios posibles

Según el estudio, las teorías actuales sobre el origen de la vida pueden agruparse en tres grandes categorías, cada una con predicciones distintas sobre dónde y con qué frecuencia debería surgir la vida.

Por un lado, están las teorías que consideran que la vida solo puede aparecer bajo una combinación extremadamente precisa de condiciones. En este enfoque, la aparición de vida sería tan improbable que probablemente no encontraríamos ni un solo mundo habitado en un radio de 33 años luz. Estas hipótesis se basan en rutas químicas complejas que requieren que varios entornos interactúen de forma específica, lo que haría que el surgimiento de la vida a partir de materia inerte sea casi imposible.

En el extremo opuesto, hay teorías que plantean que la vida surge fácilmente cuando existen condiciones básicas, como océanos de agua líquida, respiraderos hidrotermales alcalinos y una atmósfera rica en dióxido de carbono. En estos escenarios, la vida sería una consecuencia natural de los desequilibrios energéticos presentes en esos sistemas.

Una tercera línea de pensamiento enfatiza ciertos requerimientos ambientales más puntuales. Por ejemplo, algunas de las hipótesis más desarrolladas sostienen que la radiación ultravioleta en niveles específicos habría sido esencial para que la vida surgiera en la Tierra, y lo sería también en otros mundos.

El rol crucial del Observatorio de Mundos Habitables

El HWO, cuya construcción aún está en desarrollo, tendrá la capacidad de analizar las atmósferas de exoplanetas en busca de biofirmas: señales químicas compatibles con la existencia de vida. Incluso detectar una sola biosfera sería suficiente para refutar las teorías que sostienen que la vida es extremadamente rara.

Impresión artística del Observatorio de Mundos Habitables Crédito: NASA
Impresión artística del Observatorio de Mundos Habitables Crédito: NASA

Por el contrario, si se observa una muestra de entre 20 y 50 planetas sin encontrar señales de vida, eso respaldaría la hipótesis de la rareza. Pero los verdaderos avances llegarán con muestras más grandes. Simulaciones previas indican que estudiar al menos 50 exoplanetas permitiría detectar correlaciones entre la presencia de vida y factores como la radiación ultravioleta recibida o la existencia de océanos y continentes.

Este enfoque tiene una implicancia clave: el diseño del telescopio debería priorizar estudios amplios sobre muchos mundos, en lugar de observaciones detalladas de unos pocos.

Para ser realmente efectivo, el HWO necesitará identificar no solo biofirmas, sino también características planetarias fundamentales como océanos, masas continentales y la composición atmosférica.

Además, será necesario observar cómo varía el brillo de un planeta durante su órbita, lo que permitiría detectar reflejos en los océanos (conocidos como "glint") y posibles señales de continentes, complementado con análisis espectroscópicos que identifiquen gases clave.

Más allá de la curiosidad científica

Este proyecto marca un cambio profundo en la forma en que abordamos el estudio de la vida en el cosmos. La pregunta ya no es solo si estamos solos, sino cómo comienza la vida en cualquier parte del universo.

Responder a esa pregunta no solo enriquecería el conocimiento científico: también podría orientar futuras misiones espaciales, redefinir los criterios de habitabilidad y, en última instancia, ayudarnos a comprender mejor nuestro lugar en el universo.