Ladrillos que respiran: el futuro de la construcción podría absorber el carbono que nos sobra

¿Y si en vez de emitir dióxido de carbono al construir, pudiéramos atraparlo? Reemplazar materiales de construcción convencionales por alternativas que secuestran CO₂ permitiría almacenar hasta la mitad del carbono que la humanidad libera cada año.

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Este estudio analizó cuánto CO2 se podría almacenar reemplazando ciertos materiales

Mientras el mundo discute cómo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar las tan mentadas “cero emisiones netas”, un grupo de investigadores en Estados Unidos propuso una solución menos tradicional, pero igual de prometedora: convertir los materiales de construcción en almacenes gigantes de carbono.

Según su análisis, si reemplazáramos los materiales convencionales por versiones modificadas que capturan CO₂, podríamos secuestrar hasta 16.000 millones de toneladas de este gas cada año. Una cifra equivalente a la mitad de todo lo que emite actualmente la humanidad.

Los materiales de construcción están por todas partes. Edificios, puentes, rutas, viviendas, veredas, escuelas. Lo interesante es que, además de ser omnipresentes, muchos de ellos tienen una vida útil de varias décadas o incluso siglos, lo que los convierte en candidatos ideales para almacenar carbono de manera estable y a largo plazo.

Eso fue justamente lo que motivó a Elisabeth van Roijen, investigadora de la Universidad de California en Davis (UC Davis), a liderar un estudio junto con colegas de Stanford. Su equipo analizó cuánto carbono podrían absorber algunos de los materiales que más usamos si se modificaran con tecnologías ya existentes. En lugar de pensar en enterrar CO₂ en lo profundo de la tierra o inyectarlo en los océanos -estrategias costosas, difíciles y con potenciales riesgos-, apostaron por soluciones más “a mano”.

¿La propuesta? Cambiar parte de los áridos del cemento por versiones hechas a base de carbonato. Incorporar biocarbón, una forma de carbono estable derivado de biomasa, al hormigón. Usar madera en más construcciones. Hacer ladrillos con fibras vegetales. Reemplazar los plásticos tradicionales por bioplásticos. Cambiar el asfalto de petróleo por bioaceite.

Según los cálculos, si se adoptaran todas estas modificaciones a gran escala, el planeta podría almacenar hasta 16 mil millones de toneladas de dióxido de carbono cada año. Es decir, dejar de emitir la mitad del problema.

La escala del impacto: números que pesan

Para poner en perspectiva: solo con reemplazar un 10 % de los áridos convencionales por versiones carbonatadas, algo que ya podría hacerse con residuos minerales existentes, se lograría capturar alrededor de mil millones de toneladas de CO₂. Y eso sin tocar el resto de los materiales.

Cada año, se producen unas 30.000 millones de toneladas de materiales de construcción en todo el mundo. Si una parte de esa cifra comenzara a incluir opciones con capacidad de secuestrar carbono, el impacto sería inmediato. Al contrario de las soluciones complejas y caras, esta no necesita esperar a la tecnología del futuro: la tenemos ahora.

“El almacenamiento potencial es realmente impresionante”, señaló van Roijen. La investigadora aclara que incluso si estas tecnologías no se adoptan de inmediato, siguen siendo útiles a largo plazo. Según sus estimaciones, si el mundo comenzara a implementar estos cambios recién en 2075, todavía se podrían almacenar cantidades significativas de carbono entre 2075 y 2100. Lo suficiente como para contribuir a mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 o 2 °C, tal como recomiendan los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).

Pero hay una condición clave: este enfoque no reemplaza otras medidas, sino que debe complementarse con todas las estrategias de descarbonización ya conocidas, como dejar de usar combustibles fósiles, mejorar la eficiencia energética o apostar por las energías renovables. Es decir, no alcanza con hacer ladrillos que respiren: también hay que dejar de prender fuegos innecesarios.

¿Una solución accesible o un sueño de laboratorio?

Muchas de las tecnologías necesarias para lograr esta transformación ya existen. El biocarbón se produce desde hace años, los bioplásticos están disponibles en el mercado y la madera como insumo estructural tiene una larga historia en la arquitectura. Pero su adopción masiva todavía enfrenta algunos desafíos, sobre todo de tipo económico y político.

“Los materiales convencionales, como el hormigón y los plásticos derivados del petróleo, continúan siendo muy baratos”, explicó van Roijen. Para que la industria quiera cambiar, se necesita algo más que buena voluntad: hace falta incentivar la transición, con políticas públicas activas, subsidios, regulaciones y demanda concreta.

La investigadora, que actualmente trabaja en el Laboratorio Nacional de Energías Renovables de EE.UU., espera que estos resultados empiecen a circular fuera del ámbito académico y lleguen a los tomadores de decisiones. Porque aunque algunas tecnologías aún requieren desarrollo, muchas otras podrían implementarse hoy mismo. Solo necesitan un empujón.

Referencia de la noticia:

Elisabeth Van Roijen, Sabbie A. Miller, et.all. Building materials could store more than 16 billion tonnes of CO2 annually, Science, 2025