Lo que tener un gato le hace a tu cerebro: el sorprendente poder de la “hormona del amor”
Tener un gato va mucho más allá de la compañía, ya que reduce el estrés, aumenta la "hormona del amor" y mejora el bienestar emocional y mental de forma natural.

Tener un gato en casa es mucho más que compartir el sofá con un pequeño felino independiente. En los últimos años, la ciencia ha confirmado algo que los amantes de los gatos ya sospechaban: la presencia de un gato puede tener profundos efectos en nuestro cerebro y nuestro bienestar emocional.
La clave de este fenómeno reside, en gran parte, en una sustancia química llamada oxitocina, a menudo denominada la "hormona del amor". La oxitocina se produce en el hipotálamo y se libera en el torrente sanguíneo siempre que experimentamos un vínculo social: abrazos, contacto visual, gestos cariñosos o incluso una sonrisa genuina.
Lo curioso es que no son sólo los humanos los que desencadenan esta respuesta.
Aumento de la oxitocina
Estudios han demostrado que acariciar a un gato durante unos minutos puede aumentar los niveles de oxitocina en nuestro cuerpo. Este aumento se asocia con una sensación de calma, menor ansiedad y mayor empatía.
Pero los efectos van más allá del mero bienestar momentáneo. Cuando interactuamos con un gato, nuestro cerebro activa el llamado sistema de recompensa, liberando dopamina y endorfinas, neurotransmisores que generan placer y satisfacción.
Es por eso que muchas personas describen una sensación casi terapéutica al escuchar el sonido de un ronroneo.
Curiosamente, el ronroneo de los gatos no es sólo una forma de comunicación; la frecuencia de las vibraciones está entre 25 y 150 Hz, un rango que algunos investigadores creen que tiene propiedades curativas, incluida la regeneración ósea y la reducción del dolor.
Los beneficios neurológicos también se extienden al manejo del estrés
Vivir en una sociedad acelerada y digitalmente saturada mantiene nuestros cuerpos en constante alerta. Tener un gato nos obliga, en cierto modo, a bajar el ritmo. Sentarse en el sofá y acariciar a tu gato puede reducir los niveles de cortisol, la hormona asociada con el estrés crónico.

Con el tiempo, esta práctica puede mejorar la calidad del sueño, estabilizar el estado de ánimo e incluso fortalecer el sistema inmunitario. Además, tiene un impacto psicológico significativo. Para muchas personas, los gatos son una fuente de compañía y afecto incondicional.
Algunos estudios sugieren que los dueños de gatos tienden a reportar niveles más bajos de soledad. La relación con un gato crea una rutina saludable (alimentación, juego y cuidados) que estructura la vida diaria y puede ser particularmente beneficiosa para quienes viven solos o sufren depresión. Y, contrario al estereotipo de que los gatos son distantes, muchos buscan activamente la cercanía de sus dueños, sentándose en sus regazos o acostándose junto a ellos en la cama.
Esta proximidad refuerza la liberación de oxitocina tanto en humanos como en animales. Sí, los gatos también producen esta hormona, lo que fortalece el vínculo entre ambas especies.
sin embargo, es importante tener en cuenta que tener un gato no es una solución mágica para los problemas emocionales o de salud mental. Es un compromiso a largo plazo que requiere responsabilidad y cuidados adecuados. Pero para aquellos dispuestos a compartir su vida con un felino, los beneficios cerebrales y emocionales pueden ser significativos.
En definitiva, el "poder de la hormona del amor" nos recuerda que los seres humanos necesitamos conectar, y esa conexión no tiene por qué ser exclusivamente con otros humanos. La ciencia confirma que el afecto que damos y recibimos de nuestros animales desempeña un papel real y medible en el funcionamiento de nuestro cerebro.
Así que la próxima vez que tu gato se acurruque a tu lado y comience a ronronear, recuerda: tu cerebro te lo está agradeciendo.