Los músicos se concentran mejor en medio del ruido: el MIT descubre qué pasa en su cerebro

Reciente estudio de MIT demuestra con magnetoencefalografía y melodías superpuestas que la musicalidad ayuda a filtrar el ruido y potencia la atención amortiguando las distracciones.

Los músicos se concentran mejor en medio del ruido: el MIT descubre qu�� pasa en su cerebro
Los músicos se concentran mejor en medio del ruido: el MIT descubre qué pasa en su cerebro

Un estudio de MIT y Karolinska publicado en Science Advances muestra que la musicalidad ayuda a filtrar el ruido: potencia la atención “de arriba hacia abajo” y amortigua las distracciones automáticas. Lo demostraron con magnetoencefalografía y melodías superpuestas.

El trabajo, liderado por el McGovern Institute del MIT junto con el Karolinska Institutet, buscó aislar qué señales neuronales entran en juego cuando atendemos a un sonido relevante en medio de otros estímulos simultáneos, el clásico “efecto fiesta”. Para ello combinaron una técnica de etiquetado en frecuencia (frequency tagging) con magnetoencefalografía (MEG) y aprendizaje automático, logrando separar con precisión las respuestas cerebrales a dos melodías que sonaban a la vez.

La musicalidad se asocia, en este estudio, a un cerebro más eficiente para resaltar lo relevante y atenuar lo superfluo.

Las dos melodías, una más grave y otra más aguda, fueron “marcadas” con modulación a 39 Hz y 43 Hz, respectivamente. En una tarea, las notas de ambas alternaban en el tiempo para provocar “empujones” atencionales ascendentes (bottom-up); en otra, las melodías se solapaban por completo, obligando a la atención voluntaria (top-down) a hacer el trabajo duro. Al detenerse la música, las personas indicaban si la melodía objetivo había terminado subiendo, bajando o constante en su tono.

Midiendo la atención: del sonido a la corteza

Con los datos MEG, los autores entrenaron un clasificador que distinguía si la persona estaba atendiendo a la melodía de 39 Hz o a la de 43 Hz. El rendimiento del clasificador (AUC) en esas frecuencias etiquetadas actuó como un “termómetro” de selectividad atencional: cuanto mayor el AUC en la frecuencia del objetivo, más eficientemente el cerebro estaba sintonizando con ese canal auditivo. Las fuentes corticales mostraron que las respuestas auditivas seguían con alta fidelidad la modulación de cada melodía.

Cassia Low Manting, reciente investigadora postdoctoral del MIT y autora principal de este trabajo de investigación, especula que quienes tocan música podrían seguir mejor una conversación en ambientes ruidosos, aunque reconoce una posible vulnerabilidad: su propio instrumento (en su caso, piano y arpa china), actúa como un estímulo sobresaliente, “como si alguien dijera mi nombre”, un ángulo interesante para futuras investigaciones sobre atención y expertise.

Los músicos se concentran mejor en medio del ruido: el MIT descubre qué pasa en su cerebro
Con los resultados de esta investigación, los científicos especulan que quienes tocan música podrían seguir mejor una conversación en ambientes ruidosos.

Cabe destacar que este estudio fue hecho con un perfil heterogéneo de los participantes: hubo desde músicos profesionales con entrenamiento profundo hasta personas que, pese a la diferencia clara de tono entre las dos melodías, tenían dificultades para distinguirlas. Esa variabilidad permitió observar cómo la experiencia moldea la capacidad de atención.

Los músicos se concentran mejor en medio del ruido: el MIT descubre qué pasa en su cerebro
Tareas experimentales y resultados conductuales. A: tarea de atención a la melodía atendieron selectivamente a una de dos melodías simultáneas con diferentes tonos. B: dos variaciones de la tarea experimental, en el ‘Experimento I’ (izq.) melodías superpuestas alternativamente, en el Experimento II (der.) melodías completamente superpuestas. Créditos: Cassia Low Manting, et al.

Además de la corteza auditiva, los análisis por regiones de interés mostraron un mapa funcional: las señales asociadas a la atención bottom-up destacaron en el giro temporal superior derecho (STG), mientras que la atención top-down se discriminó por encima del azar en la mayoría de las áreas, con un rol consistente del lóbulillo parietal inferior izquierdo (IPL). Esa disociación respalda la idea de que los “tirones” automáticos del estímulo ocurren en niveles sensoriales más tempranos, y el control voluntario se apoya en redes frontoparietales.

La musicalidad lleva a más control voluntario y menos distracción

La variable clave fue la musicalidad individual, medida con el cuestionario Gold-MSI. En datasets (conjunto de datos) independientes, la musicalidad y el desempeño conductual se correlacionaron positivamente: a mayor musicalidad, mejor rendimiento en discernir la dirección del tono de la melodía objetivo, especialmente cuando la escena acústica era más compleja (melodías totalmente solapadas).

A muchos músicos les resulta más natural “separar” capas sonoras o seguir una voz en ambientes ruidosos, que a las personas no musicales.

A la vez, la musicalidad se asoció con mayor reclutamiento top-down (por ejemplo, en IPL izquierdo) y con menor impacto bottom-up en regiones derechas, un perfil neural que favorece mantener el foco y resistir distracciones.

En términos prácticos, las personas con formación musical parecen sintonizar más rápido y más fuerte el canal relevante y apagar, hasta cierto punto, los destellos automáticos de atención que provocan los sonidos irrelevantes. Este doble efecto (acelerador top-down + freno bottom-up) es una posible explicación de por qué a muchos músicos les resulta más natural “separar” capas sonoras o seguir una voz en ambientes ruidosos.

El estudio revela los mecanismos específicos que procesan sonidos simultáneos “momento a momento”, y muestra cómo el entrenamiento musical altera ese procesamiento.

El reloj de la atención: la importancia del “tarde pero seguro”

Un hallazgo fino del estudio fue el “índice de tardanza” (lateness index): un indicador que compara cuánta selectividad atencional ocurre en la segunda mitad de cada tono frente a la primera. Ese índice se asoció positivamente con la musicalidad y con el rendimiento, en particular en el giro orbitario derecho (prefrontal). En otras palabras, quienes sostienen o incluso mejoran su foco un poco más tarde en la señal (no solo en el primer instante) tienden a ser más musicales y a rendir mejor.

Un cerebro musical administra mejor la energía atencional a lo largo del estímulo.

El equipo también observó subgrupos de “asistentes tempranos” y “asistentes tardíos”, y estos últimos (más inclinados a mantener el foco en el tiempo), obtuvieron mejores resultados conductuales y, en promedio, puntuaciones de musicalidad más altas. Esa dinámica temporal sugiere que la musicalidad no solo afina el “qué” y el “dónde” de la atención, sino también el “cuándo”, el cerebro musical administra mejor la energía atencional a lo largo del estímulo.

Aplicaciones de los resultados para la vida cotidiana

El estudio ilumina la base neural de una experiencia cotidiana: escuchar con éxito en ambientes ruidosos. La musicalidad se asocia a un cerebro más eficiente para resaltar lo relevante y atenuar lo superfluo. Si bien el experimento usó melodías, el patrón observado (más control ejecutivo, menos arrastre sensorial), es coherente con ventajas reportadas por músicos en tareas de habla en ruido y otras situaciones auditivas complejas.

En términos de aplicación, los autores señalan que su enfoque metodológico, capta con gran resolución los efectos cognitivos y conductuales cuando hay estímulos simultáneos. Esa precisión abre la puerta a evaluaciones objetivas del entrenamiento musical, intervenciones educativas, o la rehabilitación auditiva en poblaciones que luchan para mantener el foco en paisajes sonoros cargados.

Referencia de la Noticia

Cassia Low Manting, et al. "How musicality enhances top-down and bottom-up selective attention: Insights from precise separation of simultaneous neural responses". Science Advances. 17 de septiembre del 2025.