¿Vivir 150 años? Entre la ciencia y la fantasía de Putin y Xi Jinping
¿Es posible que lleguemos a vivir 150 años? Una charla entre líderes mundiales dispara el debate sobre longevidad y trasplantes. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para la humanidad?

En la película El curioso caso de Benjamin Button, Brad Pitt encarna a un hombre que envejece al revés, desafiando las leyes del tiempo. Aunque es pura ficción, la idea de extender la vida humana hasta límites insospechados ha fascinado a la humanidad por siglos.
Recientemente, una conversación captada por un micrófono abierto de Reuters durante un desfile militar en Pekín puso este tema en el centro de la escena: Vladimir Putin y Xi Jinping, dos de los líderes más poderosos del mundo, hablaron sobre trasplantes de órganos y la posibilidad de vivir hasta los 150 años. ¿Qué hay detrás de esta idea? ¿Es un sueño alcanzable o una fantasía propia de Hollywood?

La ciencia ha avanzado a pasos agigantados en el estudio del envejecimiento, y frases como “la primera persona que vivirá 150 años ya nació” — pronunciada por el genetista de Harvard David Sinclair — resuenan con fuerza. Sin embargo, entre los titulares optimistas y las promesas de líderes mundiales, surgen preguntas: ¿qué tan cerca estamos de lograrlo? ¿Y qué implicaría para la humanidad vivir tanto tiempo?
Exploremos los avances científicos, los límites actuales y las posibles consecuencias de un futuro donde los 150 años sean la norma.
¿Qué dice la ciencia sobre vivir 150 años?
El envejecimiento es como un coche que, con el tiempo, acumula desgaste en sus piezas. Aunque cambiemos el aceite o reparemos el motor, tarde o temprano el vehículo deja de funcionar.
Según un estudio publicado en Nature Communications, el cuerpo humano pierde su capacidad de recuperación —o resiliencia— entre los 120 y 150 años, cuando los tejidos ya no pueden repararse eficazmente tras el estrés diario. Investigadores como Timothy Pyrkov, de la empresa Gero en Singapur, han analizado datos de medio millón de personas y sugieren que este límite podría superarse si logramos intervenir en la “edad biológica” de nuestras células, algo así como rejuvenecer las piezas del coche sin cambiarlas.

Avances recientes, como los experimentos del Instituto Salk en ratones, han mostrado que es posible revertir el envejecimiento celular mediante terapias génicas, haciendo que los tejidos parezcan más jóvenes. Sin embargo, los trasplantes de órganos, como los mencionados por Putin y Xi, no son la solución mágica. Si bien reemplazar un órgano desgastado puede extender la vida, no detiene el envejecimiento general del cuerpo.
Nuestro cuerpo funciona como un sistema interconectado, y cambiar una pieza no rejuvenece el conjunto. La verdadera clave está en ralentizar el reloj biológico a nivel celular.
Las consecuencias de una vida ultralarga
Imagina una ciudad donde nadie se muda nunca: los recursos se agotan, el espacio escasea y las nuevas generaciones luchan por encontrar su lugar. Vivir 150 años podría generar un escenario similar a nivel global.
La superlongevidad traería desafíos demográficos, como el aumento de la población y la presión sobre recursos como agua, alimentos y energía. Además, las desigualdades se agravarían: ¿quiénes accederían a estas tecnologías? Probablemente, solo los más ricos, lo que podría crear una élite de “superlongevos” mientras otros siguen viviendo vidas más cortas.

Por otro lado, una vida más larga podría transformar nuestra forma de vivir. Con más tiempo, las personas podrían reinventarse varias veces, cambiar de carrera o explorar nuevas pasiones. Sin embargo, también surgirían preguntas éticas: ¿qué pasa con las pensiones, el trabajo o las relaciones intergeneracionales?
Una esperanza de vida tan extendida podría saturar los sistemas sociales y económicos, exigiendo una reestructuración total de cómo organizamos nuestras sociedades. La charla entre Putin y Xi refleja el interés de los poderosos en esta idea, pero también subraya el riesgo de que la longevidad se convierta en un privilegio de pocos.
¿Un futuro realista o ciencia ficción?
La posibilidad de vivir 150 años está más cerca de la ciencia que de la ficción, pero aún estamos lejos de alcanzarla. Los avances en biología molecular y terapias génicas son prometedores, pero requieren décadas de investigación para ser seguros y accesibles. Los trasplantes de órganos, aunque útiles, no son la respuesta definitiva, como sugieren Putin y Xi. La verdadera revolución estará en reprogramar nuestras células para que envejezcan más lento, un campo en el que científicos como David Sinclair están trabajando incansablemente.

Sin embargo, no basta con preguntarnos si es posible; también debemos considerar si es deseable. Una vida de 150 años podría traer beneficios, como más tiempo para aprender, crear y amar, pero también desafíos éticos, sociales y ambientales. ¿Estamos listos para un mundo donde la muerte llegue tan tarde? La respuesta no solo depende de la ciencia, sino de cómo decidamos enfrentar las consecuencias de este cambio.
La charla entre Putin y Xi nos recuerda que la búsqueda de la longevidad es tan antigua como la humanidad misma. Aunque los 150 años no sean una realidad inmediata, el debate sobre sus implicancias ya está aquí, y nos invita a reflexionar sobre el futuro que queremos construir. Porque, como en El curioso caso de Benjamin Button, el tiempo es un misterio que seguimos intentando descifrar.
Referencia de la noticia
Pyrkov, T.V., Avchaciov, K., Tarkhov, A.E. et al. Longitudinal analysis of blood markers reveals progressive loss of resilience and predicts human lifespan limit. Nat Commun 12, 2765 (2021).