Estos son los 7 viajes más mágicos para una Navidad llena de luces y nieve, según Traveler
Un recorrido por siete viajes inolvidables para vivir una Navidad llena de luces y nieve, con destinos donde la naturaleza, el clima invernal y las tradiciones se combinan en experiencias perfectas para disfrutar en familia.

Viajar para Navidad buscando una experiencia mágica diferente no es solo cambiar de escenario, o querer escapar del calor de Argentina. En este caso te proponemos entrar en un mundo lleno de luces, paisajes invernales sorprendentes. Repasaremos destinos donde los más pequeños de la familia son protagonistas, pero los adultos vuelven a sentirse como cuando esperaban a Papá Noel luego de las doce.
Desde bosques nevados del Círculo Polar Ártico hasta pueblos alpinos, ríos centroeuropeos y ciudades cubiertas por una fina capa de nieve, estos siete lugares combinan paisaje, clima y cultura en versiones distintas de la misma idea: luces, velas y hasta las auroras, transformando la noche fría en una experiencia cálida y compartida.
1. Efteling (Países Bajos): un bosque de cuento
Nos trasladamos hasta Países Bajos, nuestra primera parada es en Kaatsheuvel, Efteling, este lugar se transforma en un parque de invierno con tejados nevados, luces mágicas, hogueras crepitando y villancicos en vivo en el Palacio del Carrusel. Es un escenario ideal para observar cómo un entorno diseñado para la fantasía se viste de clima invernal y se vuelve más inmersivo con cada copo de nieve y cada llama.
La gracia del invierno acá está en el contraste, por un lado el frío invita al abrigo y al movimiento, mientras el fuego de las hogueras y la iluminación cálida crean pequeños “microclimas” de confort donde las familias se agrupan, conversan y miran el vapor del aliento salir al ritmo de los villancicos. El parque funciona como un ecosistema controlado donde nieve, luz y sonido se combinan para activar todos los sentidos.

Además, este año se suma una nueva pieza, el Efteling Grand Hotel, en pleno corazón del parque, con habitaciones que miran al Bosque de los Cuentos de Hadas, al espectáculo de fuentes Aquanura o a la Casa de los Cinco Sentidos. Es casi como dormir dentro del propio paisaje temático, con vistas permanentes a aguas, luces y estructuras que cuentan historias.
2. Crucero de Navidad por el Rin: mercados flotantes y bosques invernales
Si lo que se busca es entender cómo el invierno moldea los paisajes europeos, un crucero de cinco días y cuatro noches por el Rin es una especie de clase práctica flotante. El viaje recorre varias ciudades, empezando por Estrasburgo, capital de Alsacia y dueña de uno de los mercados navideños más antiguos del continente.

En Heidelberg, el casco histórico se llena de carruseles y “bosques invernales”, una expresión que resume muy bien el encuentro entre naturaleza y ciudad: árboles sin hojas, luces, estructuras de madera y vapor de bebidas calientes convierten las plazas en laboratorios de atmósfera, donde los chicos pueden sentir cómo cambia el entorno con la temperatura, la humedad y la luz.
La ruta sigue hacia Rüdesheim y su mercado de las Naciones, con más de un centenar de pequeñas cabañas de madera, y continúa hacia Coblenza, donde la fortaleza de Ehrenbreitstein domina el paisaje. El cierre en Colonia, con la catedral gótica como telón de fondo de uno de los mercados navideños más emblemáticos de Alemania, suma el componente geológico y arquitectónico: roca, piedra tallada y río se encuentran bajo el mismo cielo invernal.
Estrasburgo es la "capital de la Navidad" europea
Estrasburgo no es solo una parada del crucero: merece su propio capítulo. Allí se cree que se inauguró, en 1570, el primer mercadillo navideño de Europa. Hoy el evento se despliega en el barrio de Grand Île, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con más de 300 puestecitos de artesanía alsaciana y dulces que hacen vibrar todos los sensores gustativos y olfativos de la familia.

El entorno se describe como un “pueblito nevado” de cuento, rodeado de coros de villancicos. Es un ejemplo perfecto de cómo la nieve, al cubrir tejados y plazas, suaviza el paisaje urbano, amortigua sonidos y refleja la luz de faroles y adornos, creando una iluminación difusa muy distinta a la del verano. Para los chicos, caminar por ahí es entrar en un decorado vivo donde cada copo añade textura.
Además, cada año la Place Kléber reúne a más de un centenar de organizaciones humanitarias, recordando que el ecosistema social también importa en Navidad: la fiesta no es solo consumo, sino también solidaridad. Es un buen lugar para enseñar, en familia, que compartir es parte del “clima navideño" tanto como el frío.
3. Český Krumlov, República Checa: tradiciones, ángeles y creatividad
Český Krumlov, una de las ciudades más románticas de la República Checa, inicia su cuento navideño el 28 de noviembre, cuando se inaugura un mercado que se extiende hasta el 6 de enero de 2026. Más que un simple conjunto de puestos, es un programa completo de conciertos y representaciones teatrales que llenan de sonido las calles frías y alargan la jornada invernal con cultura.

Lo más interesante son las tradiciones participativas, desde los talleres donde los chicos crean sus propios adornos, una Oficina de Correos de Navidad para enviar cartas al Niño Jesús, la posibilidad de conocer a San Nicolás en la plaza y un desfile de ángeles que recorre el casco histórico. Cada actividad convierte la ciudad en un experimento colectivo de imaginación aplicada al espacio público.
En términos de “ecosistema urbano”, el centro histórico concentra todo: plazas, castillo cercano y un apartamento amplio de tres habitaciones y dos baños, ideal para familias numerosas, ubicado a pocos minutos a pie del castillo y de la plaza principal. Eso reduce desplazamientos en días fríos y permite observar la vida cotidiana invernal simplemente mirando por la ventana o dando una caminata corta.
4. Quebec, Canadá: un Cuento de Navidad sobre una capa de nieve
En Quebec, una fina capa de nieve alfombra la ciudad y cubre el centro histórico, que se transforma en un pueblito digno de un Cuento de Navidad de Charles Dickens. Luces y decoraciones tapizan fachadas y calles, y el conjunto funciona como un modelo a escala de ciudad invernal con hielo en el suelo, aire frío, vapor de respiraciones y una iluminación cálida que invita a quedarse afuera un rato más.

La propuesta incluye un gran mercadillo navideño inspirado en los mercados alemanes, una fiesta de Fin de Año que se derrama por todas las calles, una cabalgata de juguetes gigantes y varios talleres en museos. Es una combinación interesante de invierno y cultura: temperaturas bajas que favorecen el uso de prendas térmicas y la búsqueda de refugios cálidos, y, al mismo tiempo, actividad constante que hace olvidar el frío.
Para familias con bebés, Traveler sugiere alojarse en el Marriott Quebec City Downtown, frente a la plaza d’Youville y junto a la puerta de Saint-Jean, en la entrada del casco antiguo. Desde allí, basta cruzar la calle para pasar de la comodidad interior al escenario nevado y luminoso del centro histórico, observando cómo cambia el ambiente entre interior y exterior.
5. Rovaniemi, Finlandia: la "Ciudad de Papá Noel" con auroras boreales
En el Círculo Polar Ártico, entre bosques cubiertos de nieve, ríos de hielo y auroras boreales que pintan el cielo, aparece Rovaniemi, presentada como “la ciudad de Papá Noel”. Es uno de los destinos donde la naturaleza marca con más fuerza el paisaje blanco y las luces naturales del cielo convierten cualquier paseo en una clase magistral de ciudad mágica e invierno extremo.

Aquí no solo se trata de sacarse la foto con Papá Noel. Se puede visitar un parque de perritos huskies, salir en motos de nieve, recorrer la tundra en trineos tirados por renos y tomar algo caliente entre esculturas de nieve en Snowman World, donde incluso se puede dormir en un hotel de hielo. Cada actividad pone el cuerpo en diálogo directo con el clima: frío intenso, superficies congeladas y la necesidad de moverse para entrar en calor.
El recorrido se completa en Santa Park, donde los elfos preparan la Navidad mundial sin descanso. Para terminar el día, nada mejor que un apartamento con sauna, tal como recomienda la nota: después de horas en la nieve, la transición brusca del frío al calor es una experiencia física muy poderosa que los chicos recuerdan tanto como la magia de los trineos.
6. Nueva York: eterno clásico de Navidad
Nueva York es sin dudas un clásico eterno, décadas de películas hicieron que muchos imaginemos la Navidad con su estética de rascacielos, nieve y decoraciones gigantes. La ciudad se describe como luminosa, grandilocuente, llena de tradiciones e innovación, y presume de uno de los árboles de Navidad más altos del mundo: el del Rockefeller Center, coronado con cristales de Swarovski.

En pleno invierno, la Gran Manzana se convierte en una “máquina” de generar luz y color para compensar las tardes cortas y frías. Las pistas de hielo, incluidas las del propio Rockefeller y la de Central Park, son escenarios perfectos para que los chicos experimenten el deslizamiento sobre hielo bajo un cielo invernal, rodeados de edificios que reflejan la iluminación festiva.
Los escaparates de las jugueterías se decoran con esmero casi artesanal y hay concentraciones de Santa Claus que refuerzan la idea de una ciudad entera volcada en el espíritu navideño. Traveler sugiere alojarse en The Fifth Avenue Hotel, a pasos del Empire State Building, un punto estratégico para moverse fácil en familia por este ecosistema urbano desbordado de luces y nieve.
7. Vigo, Pontevedra, España: la luz navideña
En Vigo, provincia de Pontevedra, la Navidad cambia de escala, la ciudad se convierte en un auténtico laboratorio de iluminación festiva, con 11.5 millones de luces repartidas por más de 400 calles heladas. El resultado es un ecosistema urbano luminoso y multicolor muy intenso.
El origen religioso de la festividad se mantiene, no se deja perder entre bonitas luces y colores, el Belén Monumental de la Casa das Artes, el Cíes Market y el mercado de Nadal de O Calvario son nodos donde se cruzan tradición, artesanía y vida de barrio.

A eso se suman atracciones como la noria gigante, carruseles y zonas de juegos infantiles en Areal, que convierten plazas y avenidas en una suerte de parque temático al aire libre, con los chicos como principales sensores de todo ese exceso de luz y color.
El hielo también tiene su lugar, la pista de patinaje de Samil y los trenes turísticos que recorren la ciudad iluminada permiten vivir la Navidad en movimiento, combinando la experiencia física de deslizarse o viajar con la observación del paisaje urbano transformado por la iluminación navideña. Cada vuelta en la pista o cada curva del tren ofrece una nueva medición visual de cómo la luz reconfigura fachadas, plazas y avenidas.
Estos siete destinos, elegidos a partir de la guía de Traveler, muestran distintas caras de una misma idea: una Navidad llena de luces, nieve y naturaleza donde cada familia puede observar, casi como en un experimento, cómo el clima invernal transforma ciudades, pueblos, ríos y montañas en escenarios mágicos que se graban para siempre en la memoria de chicos y grandes.
Referencia de la noticia
"21 destinos perfectos para unas vacaciones de Navidad con niños". Traverler (2025).