Un mal sueño: estudio revela que cuanto peor dormimos más envejece nuestro cerebro

La falta de sueño puede dejar huellas visibles en la estructura cerebral antes de que aparezcan problemas cognitivos o signos de demencia.

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Lo que sucede mientras dormimos no se limita a sueños o pesadillas. Noche tras noche, el cuerpo realiza tareas invisibles de reparación y protección.

Descansar poco y mal puede costarnos más de lo que creemos: una nueva investigación sugiere que dormir mal podría envejecer al cerebro hasta un año, un hallazgo que alerta sobre el impacto del sueño deficiente en la salud mental y cognitiva.

Los investigadores, liderados por Abigail Dove del Instituto Karolinska, en Suecia, analizaron datos de más de 27.000 adultos. Utilizaron resonancias magnéticas cerebrales y modelos de aprendizaje automático para medir lo que llaman la “edad cerebral”, una estimación de la condición del cerebro a partir de 1.079 medidas obtenidas por resonancia magnética.

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Los hallazgos sugieren que la calidad del sueño tiene un impacto significativo en la salud cerebral, incluso antes de que aparezcan síntomas visibles.

El resultado fue claro: quienes dormían peor mostraron cerebros que parecían entre siete meses y un año más envejecidos. “Las personas que presentan patrones de sueño intermedios o deficientes muestran una diferencia de edad cerebral significativamente mayor en comparación con su edad cronológica”, dice el estudio, que se publicó en la revista eBioMedicine.

Las dimensiones de la calidad del sueño

Los participantes, con una edad promedio de 55 años al inicio, completaron cuestionarios sobre sus hábitos de sueño. Los investigadores analizaron cinco dimensiones:

  • Ser madrugador o noctámbulo
  • Dormir entre siete y ocho horas
  • Sufrir o no insomnio
  • Roncar
  • Tener somnolencia diurna excesiva.

Con esos datos, los científicos elaboraron una puntuación de “salud del sueño”.

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Las resonancias magnéticas y el aprendizaje automático permiten estimar la “edad cerebral” y detectar signos de envejecimiento temprano.

Nueve años más tarde, esas mismas personas se sometieron a imágenes cerebrales avanzadas. El análisis de esas 1.079 características permitió estimar si su cerebro lucía más joven o más envejecido que lo esperado. El hallazgo fue consistente: por cada punto menos en la escala de sueño saludable, el cerebro aparentaba casi medio año adicional de envejecimiento.

Lo que más pesa en el descanso

No todas las variables incidieron por igual. Tres factores se asociaron de manera más fuerte con un cerebro envejecido: tener un cronotipo nocturno (ser más activo por la noche), dormir demasiado poco, y roncar. Este último dato no es menor: el ronquido puede ser una señal de apnea del sueño, un trastorno respiratorio que reduce la oxigenación nocturna y afecta la salud cerebral.

Curiosamente, las asociaciones fueron más notorias en hombres que en mujeres. En ellos, cada descenso en la puntuación de sueño se relacionó con cerebros hasta dos meses y medio más envejecidos, mientras que en mujeres la relación fue más débil y no siempre estadísticamente significativa.

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Malos hábitos de sueño se asocian con cerebros más viejos, según un estudio con resonancias y aprendizaje automático.

La genética, en cambio, no pareció marcar diferencias. Incluso entre quienes portaban la variante del gen APOE ε4, vinculada al riesgo de Alzheimer, el impacto de dormir mal fue similar al del resto.

Inflamación: un puente biológico

Los investigadores también exploraron el rol de la inflamación, medida a través de marcadores sanguíneos como proteína C reactiva y glóbulos blancos. Descubrieron que parte de la relación entre sueño deficiente y envejecimiento cerebral podría explicarse por este mecanismo. En palabras del equipo: “Tener una edad cerebral avanzada es un indicador temprano de una salud cerebral desfavorable”.

Dormir mal parece activar procesos inflamatorios de bajo grado que, sostenidos en el tiempo, dañan vasos sanguíneos, facilitan la acumulación de proteínas anormales y aceleran la pérdida de neuronas. Según el estudio, la inflamación explica aproximadamente un 10 % de la asociación detectada.

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Los hallazgos destacan que la inflamación crónica explica parcialmente cómo el sueño deficiente acelera el envejecimiento cerebral.

A pesar del gran tamaño de la muestra y del poder estadístico, el trabajo tiene limitaciones. La información sobre sueño se basó en autoinformes y no en estudios clínicos, lo que abre la puerta a errores de percepción. Además, los cuestionarios reflejaban solo el último mes y no capturaban variaciones de largo plazo ni diferencias entre semana y fin de semana, conocidas como “jetlag social”.

Por eso, los autores subrayan la necesidad de más estudios longitudinales que sigan a los mismos individuos en el tiempo para observar cómo evolucionan tanto el sueño como la estructura cerebral.

Cinco hábitos para proteger el cerebro

Los investigadores señalan pautas concretas que pueden marcar la diferencia:

  1. Mantener un horario de sueño más temprano.
  2. Dormir entre siete y ocho horas por noche.
  3. Abordar el insomnio y buscar ayuda médica si persiste.
  4. Reducir o tratar el ronquido, especialmente si se sospecha apnea.
  5. Evitar la somnolencia excesiva durante el día, que puede indicar un descanso insuficiente.

El hallazgo aporta un motivo adicional para priorizar el descanso, junto con otros factores modificables como la dieta, el ejercicio y la estimulación cognitiva. Cuidar el sueño no solo mejora el ánimo y la energía: puede ser una inversión a largo plazo en la salud del cerebro.

Referencias

Poor sleep health is associated with older brain age: the role of systemic inflammation. Miao, Yuyang et al. eBioMedicine, Volume 0, Issue 0, 105941.