Cuándo vale la pena volar y cómo hacerlo de forma más sostenible: los expertos en el clima lo explican
Te damos algunos tips para saber cuándo realmente vale la pena tomar un avión. Estrategias sencillas para que tus vuelos sean más sostenibles y amigables con el planeta.

Volamos por placer, trabajo o para visitar a alguien querido. Pero cada vez más personas se preguntan: ¿debería tomar ese vuelo? La respuesta no es solo “sí” o “no”: depende de cuánto impacto climático estás dispuesto a aceptar y si el viaje puede hacerse de otra forma menos contaminante.
Ese dilema no es solo individual. Climatólogos, científicos y activistas ambientales lo enfrentan cada año cuando deben decidir si viajar en avión a las COP y a grandes conferencias sobre cambio climático. Por un lado, esos encuentros generan emisiones; por otro, son espacios clave para negociar acuerdos, compartir evidencia científica y presionar por políticas públicas. Es la paradoja de combatir el fuego usando fósforos: imperfecto, pero a veces inevitable.
Cada vez que un avión despega y quema combustible fósil, deja una mancha que el planeta tarda muchísimo en limpiar. Aunque la aviación representa solo alrededor del 2.5 % de todas las emisiones de dióxido de carbono del mundo, su efecto en el calentamiento es mayor cuando se consideran otros gases y reacciones en la atmósfera.
Entonces, antes de volar, hacete esta simple analogía: ¿vale la pena dejar una mancha en toda la pared para colgar en ella una sola foto familiar? Si la respuesta es sí, sigamos; si no, quizá convenga otra forma de viajar.
Cómo volar mejor: prácticas sostenibles
Antes de entrar en recomendaciones concretas, vale una aclaración clave: no todos los vuelos son iguales ni todas las decisiones tienen el mismo impacto climático. Volar es una de las actividades individuales con mayor huella de carbono, pero también cumple un rol social, económico y territorial que no siempre tiene alternativas viables.

En países extensos como Argentina, donde las distancias internas son grandes y el transporte ferroviario de larga distancia es limitado, el avión muchas veces deja de ser un lujo para convertirse en una herramienta de integración. Viajar por trabajo, estudio, salud o para conectar regiones aisladas plantea un dilema: cómo reducir el impacto ambiental sin renunciar a la conectividad. Justamente ahí es donde entran en juego los criterios para volar mejor y de forma más sostenible.
- Elegí vuelos solo cuando realmente lo necesites
A veces un tren o un bus no solo te ahorran litros de combustible, sino que te acercan al corazón del destino. Evitar vuelos cortos o reemplazarlos por trenes reduce significativamente tu huella de carbono.
- Reservá vuelos directos y con menos escalas
Cada despegue y aterrizaje quema mucha energía. Si volás directo a tu destino, el avión consume menos combustible por pasajero comparado con viajes con varias escalas.
- Empacá ligero y elegí clase económica
Menos peso significa menos combustible necesario. Además, la clase económica reparte el consumo de energía entre más pasajeros, lo que hace que tu porción de emisiones sea menor que si volás en primera clase.

- Compensá tu huella si podés
Hay programas verificados de compensación de carbono donde invertís en proyectos que reducen o capturan emisiones en otro lugar (como reforestación o energía renovable). No es la solución total, pero ayuda a balancear parte del impacto.
- Buscá aerolíneas que apuesten a combustibles más verdes
Experimentar con combustibles sostenibles o tecnologías emergentes (como motores eléctricos o evitar zonas con formación de estelas de condensación) es un paso que varias empresas y proyectos científicos están investigando para que volar sea menos dañino.
Mirando hacia adelante: el futuro de los vuelos sostenibles
La ciencia y la industria ya trabajan para cambiar el juego: hay proyectos de aviones eléctricos o impulsados por hidrógeno que prometen reducciones enormes en emisiones si llegan a volar comercialmente en las próximas décadas.
Además, mejorar cómo planificamos rutas para evitar las llamadas estelas de condensación puede reducir un efecto climático no carbono que hoy impulsa el calentamiento de la atmósfera más de lo que imagina la mayoría de la gente.
También se están desarrollando combustibles sostenibles de aviación (SAF), que pueden disminuir emisiones totales si se usan a gran escala. Pero todavía falta infraestructura, inversión y voluntad política para que estos avances se vuelvan la norma y no la excepción.

Volar sigue teniendo un impacto climático importante, pero podemos tomar decisiones conscientes para minimizarlo. Elegir vuelos directos, optar por transporte alternativo cuando sea posible, empacar liviano y apoyar tecnologías verdes son pasos que cualquier viajero puede aplicar hoy mismo.
La aviación puede volverse más sostenible, pero cada elección cuenta: cuanto más informados estemos, mejor podremos equilibrar nuestras ganas de explorar con el cuidado que nuestro planeta merece.