La Tierra tiene una nueva 'luna': el misterioso cuasisatélite 2025 PN7 que acompaña a nuestro planeta temporalmente
Una roca de apenas 19 metros lleva más de medio siglo orbitando cerca de la Tierra, pero recién ahora fue identificada por los telescopios científicos.

Los astrónomos acaban de descubrir que la Tierra ha tenido un acompañante secreto, oscuro y silencioso: una pequeña cuasiluna de apenas 19 metros de ancho que lleva unos 60 años escoltando a nuestro planeta en su recorrido por el sistema solar.
Los científicos llamaron al visitante 2025 PN7 y es la octava cuasiluna confirmada de nuestro planeta. El asteroide fue detectado el 2 de agosto de 2025 por el telescopio Pan-STARRS1, en el Observatorio Haleakalā (Hawái). Pero la primera pista la dio un astrónomo aficionado, Adrien Coffinet, que, tras realizar cálculos independientes, propuso que se trataba de una cuasiluna.

Su idea fue luego confirmada por un equipo profesional liderado por los astrónomos Carlos y Raúl de la Fuente Marcos, de la Universidad Complutense de Madrid, quienes publicaron el estudio en la revista Research Notes of the American Astronomical Society.
De dónde viene y a dónde va
¿Cómo pudo pasar inadvertido durante tanto tiempo? La explicación está en su pequeño tamaño y su escaso brillo. Con apenas 19 metros de diámetro y una magnitud cercana a 26, es extremadamente tenue y sólo se puede observar con telescopios muy sensibles, en las raras ocasiones en que su posición lo permite.
Los investigadores incluso encontraron su rastro en observaciones anteriores -como imágenes de 2014-, pero no fue hasta ahora que se comprendió la naturaleza de su órbita.

2025 PN7 pertenece a los llamados Arjunas, un grupo de asteroides con trayectorias muy similares a la de la Tierra. Esa afinidad orbital los hace candidatos a quedar temporalmente atrapados como cuasilunas o, en algunos casos, como “minilunas” por cortos periodos.
Los cálculos indican que 2025 PN7 ha estado en esta danza con la Tierra durante unos 60 años y que permanecerá otros 60 más, antes de que la gravedad del sistema solar lo desvíe de su resonancia. Eso suma alrededor de 128 años de vida como cuasiluna, un periodo breve si se lo compara con Kamoʻoalewa, otra cuasiluna que seguirá acompañándonos por unos 381 años.
Aunque su tamaño es modesto y no representa un riesgo para la Tierra (si entrara en la atmósfera se desintegraría en gran parte), su hallazgo tiene gran potencial científico, ya que permitirá estudiar mejor la dinámica orbital de los objetos cercanos a la Tierra.

Además, aunque 2025 PN7 es demasiado pequeño para plantear un aprovechamiento real, su descubrimiento se enmarca en un interés creciente por los asteroides cercanos a la Tierra como potenciales recursos. Estos cuerpos podrían contener metales valiosos o agua utilizable en futuras misiones espaciales, y las cuasilunas, por su relativa cercanía y órbitas predecibles, se perfilan como laboratorios naturales para ensayar tecnologías de exploración y minería.
En ese sentido, cada nuevo hallazgo no solo amplía el mapa de nuestro barrio cósmico, sino que también abre la puerta a posibles aplicaciones prácticas que hoy parecen lejanas, pero que la industria espacial ya comienza a considerar.
Con el próximo inicio de operaciones del Observatorio Vera C. Rubin en Chile, los astrónomos creen que pronto podrían descubrirse muchos más objetos de este tipo. En otras palabras, quizá la Tierra este rodeada de pequeños compañeros invisibles, que aparecen y desaparecen a lo largo del tiempo.