Viajamos a los rincones más oscuros del mundo donde las estrellas brillan sin contaminación lumínica
Redescubrimos, junto al astrofotógrafo Jordi Busqué, los rincones más oscuros del mundo (incluye sitios de la República Argentina). Te contamos qué factores se deben combinar para lograr maravillarte con el firmamento.

En apenas un siglo, la humanidad llenó de luz artificial las noches del planeta. Faroles, carteles, autopistas y ciudades enteras generan un resplandor constante que desdibuja el firmamento nocturno. La Vía Láctea, que fue compañera cotidiana de nuestros abuelos, hoy es invisible para gran parte de la población mundial.
Esta contaminación lumínica no es solo una cuestión estética o romántica, afecta la forma en que los animales se orientan, cómo crecen las plantas y hasta nuestro propio ciclo circadiano (reloj biológico interno).
Por eso, cada vez cobran más importancia los “santuarios de cielo oscuro”, zonas del planeta donde aún es posible ver un cielo verdaderamente negro, repleto de estrellas agrupadas, sin el halo anaranjado de las ciudades.
Los santuarios de cielo oscuro son lugares alejados, de baja densidad poblacional, y principalmente de climas secos o atmósferas limpias, y por fortuna con políticas específicas para proteger la oscuridad nocturna.
Viajar a estos sitios no es solo una experiencia turística, es una forma de reconectar con nuestra relación más antigua con el cosmos. Mirar el cielo profundo, sin interferencias, nos recuerda que la Tierra es apenas una nave diminuta navegando en un océano de galaxias.
Qué es un “cielo oscuro” y cómo se mide
No cualquier lugar con baja densidad poblacional garantiza un cielo verdaderamente oscuro. La calidad del cielo nocturno se mide con herramientas específicas, como el medidor de brillo de cielo (SQM, por sus siglas en inglés) o la escala de Bortle, que clasifica el cielo del 1 al 9 según cuánto se perciben las estrellas, la Vía Láctea y el resplandor de fondo.
Un cielo de clase Bortle 1 o 2 es un tesoro: se distingue claramente la franja blanquecina de nuestra galaxia, se ven miles de estrellas a simple vista y hasta la sombra proyectada por la luz de la Vía Láctea sobre el suelo. En cambio, en una ciudad grande, el cielo suele ubicarse en Bortle 7 u 8: apenas asoman las estrellas más brillantes y los planetas.
Factores como la altitud (altura sobre el nivel del mar), la humedad atmosférica, la presencia de polvo o aerosoles en suspensión, y la estabilidad de la atmósfera también influyen. Zonas altas, secas, con aire limpio y poco vapor de agua suelen ofrecer condiciones óptimas. Por eso muchos observatorios astronómicos del mundo se construyen en desiertos de altura o islas volcánicas.
Una de las pruebas de calidad más difíciles para un cielo nocturno es la visibilidad de la luz zodiacal, que es mucho más tenue que la de la Vía Láctea. Esta luz se produce cuando la luz del Sol se refleja en las partículas de polvo que flotan en nuestro sistema solar y aparece como un resplandor tenue, estrecho y de forma algo triangular en el cielo nocturno, que se extiende hacia arriba desde el horizonte.
En primavera, se puede ver la luz zodiacal aproximadamente una hora después del atardecer, y en otoño, aproximadamente una hora antes del amanecer. La época del año también es muy importante. Solo en primavera y otoño se extiende verticalmente desde el horizonte. Durante el verano y el invierno, el resplandor forma un ángulo menor con el horizonte y no alcanza tanta altura en el cielo.
Además de la luz visible, se tiene en cuenta el “domo de resplandor” que generan las ciudades vecinas. A cientos de kilómetros, una gran metrópolis puede dejar una huella luminosa en el horizonte. Por eso algunos de los rincones más oscuros de la Tierra se encuentran en desiertos remotos, regiones polares o reservas naturales inmensas.
En todos estos lugares, el turismo astronómico crece: se organizan caminatas nocturnas, safaris de estrellas y sesiones de astrofotografía. La clave es que este desarrollo se haga con criterios de sustentabilidad, controlando las luces artificiales y respetando la fauna local que depende de la oscuridad.
Desiertos, montañas e islas: refugios de la oscuridad perfecta
Los grandes desiertos del mundo son aliados naturales de los cielos oscuros. Suelen combinar baja población, clima seco y pocas nubes. En estos paisajes, la noche cae como una manta negra y el cielo parece tridimensional, con estrellas de distintos tonos y brillos. Muchos viajeros describen la sensación de estar dentro de una cúpula de luz, más que mirando algo lejano.
Las regiones montañosas también ofrecen ventajas, sobre todo si el aire es limpio y los valles cercanos tienen baja contaminación lumínica. A mayor altura, la atmósfera es más delgada y estable, y hay menos partículas que dispersan la luz. En estos lugares no solo se disfrutan las estrellas: también se aprecian con más nitidez fenómenos como la luz zodiacal o la banda gegenschein, brillitos sutiles de polvo iluminado por el Sol.
Las islas volcánicas en medio del océano son otro tipo de refugio. Rodeadas de agua, alejadas de grandes ciudades y con vientos que limpian la atmósfera, pueden ofrecer firmamentos espectaculares. La combinación de paisajes abruptos, mares oscuros y cielo cristalino crea una experiencia sensorial completa.
Lugares mágicos para ver estrellas, fotografiados por Jordi Busqué
Desde Marruecos hasta la Patagonia, el astrofísico y astrofotógrafo documental Jordi Busqué comparte con todo el mundo fotografías asombrosas del cielo nocturno que trascienden los límites de la ciencia y se adentran en el reino de la pura maravilla.
Busqué nos revela con sus imágenes tomadas con dedicación y experiencia, en algunos de los últimos santuarios de cielo oscuro en la Tierra, y ofrecen una visión de la majestuosidad que una vez envolvió a toda la humanidad.

“Casi se siente como si pudiera tocar las estrellas”, expresa Busqué, según la sección Travel de BBC. Esa era la sensación que quería transmitir con esta imagen de estrellas reflejadas en una poza de marea en la costa de Tierra del Fuego, Argentina. La región es conocida por sus fuertes vientos y días inestables con abundante nubosidad asociada, así Busqué reconoció que estuvo atento al pronóstico durante varios días para maximizar sus posibilidades de lograr condiciones de agua estables para un reflejo nítido.
Otro paraíso nocturno inigualable es el Cerro Torre, el legendario pico de los Andes Patagónicos en Argentina, que suele estar envuelto en nubes. Aquí se pueden apreciar los diferentes colores de las estrellas, que ofrecen información sobre su temperatura superficial y, en cierta medida, la etapa de su ciclo de vida. Las estrellas que se ven más rojas son más frías y, por lo general, más antiguas que sus contrapartes más azules.

En lugares realmente oscuros, se pueden ver galaxias a simple vista. La forma blanca, similar a una nube, en el centro de la foto se llama la Gran Nube de Magallanes. Es una galaxia enana y un satélite de nuestra Vía Láctea. Antonio Pigafetta, quien acompañó a Fernando de Magallanes en su circunnavegación del mundo entre 1519 y 1522, fue el primero en informar de su avistamiento a los europeos, quienes desconocían su existencia, ya que solo es visible desde el hemisferio sur.

Para encontrar lugares con cielos nocturnos despejados, es necesario ir a zonas con baja densidad de población. Por eso, los desiertos suelen ser buenos lugares para admirar las noches estrelladas.
La siguiente fotografía fue tomada en un oasis del desierto del Sahara; aquí se pueden apreciar formas similares a nubes, visibles a simple vista. Pero estas formas esconden un secreto que solo se revela con un telescopio o binoculares.

Otro desierto, a unos casi 4 mil metros sobre el nivel del mar, al norte de Chile, se encuentra Atacama, y allí la vista panorámica de la Vía Láctea muestra su trayectoria en el cielo. Atacama es una de las zonas más áridas del mundo y ofrece una de las tasas más altas de días despejados, algo esencial para fotografiar las estrellas. A la izquierda de la foto, se puede ver el centro de la Vía Láctea, la parte más brillante de nuestra galaxia.

Sin alejarse del norte chileno, Busqué tomó otra foto en un pueblo abandonado, allí capturó parte de la constelación de la Osa Mayor, una de las constelaciones que logran ser visibles en ambos hemisferios.

En Europa, cada vez es más difícil encontrar lugares sin contaminación lumínica. Lo máximo que podemos esperar es encontrar un lugar donde al menos una parte del cielo permanezca oscura. Lugares como este aún existen en algunas zonas rurales montañosas, como los Pirineos, donde tomé esta foto en un cementerio para transmitir la sensación de eternidad que a menudo se experimenta al contemplar las estrellas.

Nos trasladamos a las Islas Canarias, España. Gracias a su brillo, el centro de la Vía Láctea es relativamente fácil de observar. Desde el hemisferio norte, se aprecia mejor durante el verano, mirando hacia el sur.

En la costa atlántica de Marruecos, se puede apreciar el tenue resplandor que produce la luz de las estrellas, que es más intensa al mirar hacia el mar que hacia la tierra. Las crías de tortuga marina usan esta luz para desplazarse hacia el mar justo después de nacer.

Desafortunadamente, la contaminación lumínica hace que la tierra brille con más intensidad que el mar, lo que las confunde y las lleva a caminar a las tortugas marinas recién salidas de sus huevos en la dirección contraria al mar. La contaminación lumínica molesta a los astrónomos, pero también a otras criaturas nocturnas como las crías de tortuga marina, las polillas y las luciérnagas.
Cómo preparar tu viaje hacia un cielo sin contaminación lumínica
Si querés vivir la experiencia de un cielo oscuro, el primer paso es elegir el destino según la época del año, el clima y la fase lunar. Para ver más estrellas conviene programar el viaje cerca de la Luna nueva, cuando su brillo no opaca la Vía Láctea. También es importante considerar la temporada seca en cada región, donde haya más probabilidad de noches despejadas.
El equipamiento básico no es complicado. Un abrigo adecuado a la temperatura nocturna, una linterna frontal con luz roja (para no arruinar la adaptación de tus ojos a la oscuridad), y si te interesa profundizar, unos binoculares astronómicos o un pequeño telescopio portátil. Muchas veces, sin embargo, lo más impactante se ve a simple vista, recostado en el suelo y dejando que la vista se acostumbre.
Vale la pena aprender a identificar algunas constelaciones y objetos brillantes antes del viaje. Saber dónde encontrar Orión, la Cruz del Sur, los planetas visibles o la franja de la Vía Láctea hace que la experiencia sea más rica. Hoy existen aplicaciones que, sin necesidad de conexión constante, muestran el cielo en tiempo real apuntando el celular hacia arriba.
Recordá que, además de mirar hacia arriba, estás visitando un ecosistema frágil. Moverse por senderos señalizados, no dejar residuos, evitar ruidos excesivos y respetar las normas de iluminación del lugar (por ejemplo, disimular la luz del celular) son partes esenciales del viaje. Cielo oscuro y conservación van de la mano.