Cómo los aviones podrían volar sin calentar el planeta: el MIT explica la ciencia detrás de las estelas

Un estudio del MIT revela que los satélites geoestacionarios pasan por alto la mayoría de las estelas de condensación de los aviones. Combinar distintas tecnologías de observación podría ser clave para reducir el impacto climático de la aviación.

Aviones vuelos estelas de condensación calentamiento global
En el balance general, los estudios coinciden en que las estelas de condensación contribuyen al aumento de la temperatura global.

Las estelas de condensación —esas líneas blancas que a veces cruzan el cielo detrás de los aviones— son mucho más que una curiosidad visual. Según diversas investigaciones, podrían ser responsables de hasta la mitad del impacto climático de la aviación.

Sin embargo, detectarlas y entender su evolución sigue siendo un desafío científico. Un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) advierte que una de las principales herramientas de observación actuales no alcanza para ver el panorama completo.

Un rastro que atrapa calor

Las estelas, conocidas como contrails por su nombre en inglés, se forman cuando los gases de escape de un avión entran en contacto con capas de aire frío y húmedo. Las partículas emitidas por los motores actúan como “semillas” sobre las cuales el vapor de agua se condensa y se congela, dando origen a cristales de hielo. Al principio son hilos delgados, pero pueden expandirse y persistir durante horas, extendiéndose por grandes áreas de la atmósfera.

Cuando duran lo suficiente, estas estelas se comportan como nubes altas. Durante el día pueden reflejar parte de la radiación solar, pero también atrapan el calor que irradia la superficie terrestre. Por la noche, su efecto es exclusivamente de calentamiento. En el balance general, los estudios coinciden en que contribuyen al aumento de la temperatura global.

Evitar estelas para reducir emisiones

Una de las estrategias que se exploran para reducir el impacto climático de la aviación es modificar ligeramente las rutas o altitudes de vuelo para evitar las zonas donde es más probable que se formen estelas persistentes, de manera similar a cómo hoy se esquiva la turbulencia. El problema es saber con precisión dónde y cuándo se formarán.

Para eso, los científicos analizan imágenes satelitales de estelas pasadas y desarrollan sistemas de identificación y pronóstico. Los satélites geoestacionarios, ubicados a unos 36.000 kilómetros de altura, son la “columna vertebral” de estas observaciones: cubren áreas enormes y toman imágenes del mismo lugar cada pocos minutos, de día y de noche.

Lo que los satélites no alcanzan a ver

El nuevo estudio del MIT comparó imágenes de estelas tomadas por satélites geoestacionarios con otras obtenidas por satélites de órbita baja (LEO, por sus siglas en inglés), que vuelan mucho más cerca de la Tierra y capturan mayor nivel de detalle, aunque con menor frecuencia.

El resultado fue contundente: los satélites geoestacionarios no detectan alrededor del 80 % de las estelas que sí aparecen en las imágenes de los satélites LEO. La razón es que los primeros solo logran identificar las estelas más grandes y desarrolladas, mientras que las más pequeñas, cortas y delgadas —recién formadas— pasan desapercibidas.

Aviones vuelos estelas de condensación calentamiento global
La evasión de estelas es vista como una de las pocas opciones relativamente rápidas y de bajo costo para reducir el impacto climático en el sector aeronáutico.

Esto no significa necesariamente que se esté ignorando el 80 % del impacto climático, ya que las estelas más grandes suelen tener un efecto mayor. Pero sí revela que la imagen actual es incompleta.

Hacia una mirada más integral del cielo

Los investigadores subrayan que ningún sistema de observación es suficiente por sí solo. Los satélites geoestacionarios aportan cobertura continua y amplia; los de órbita baja, mayor resolución; y las cámaras terrestres podrían captar estelas en tiempo real justo cuando se forman.

La combinación de estas “miradas” permitiría reconstruir el ciclo de vida completo de una estela: desde su aparición inicial hasta su disipación. Con suficientes datos, sería posible desarrollar modelos de predicción en tiempo real que indiquen si un avión está por atravesar una región propensa a generar estelas y cómo ajustar su altitud para evitarlas.

Una oportunidad, pero con cautela

Para los científicos, la evasión de estelas es vista como una de las pocas opciones relativamente rápidas y de bajo costo para reducir el impacto climático de un sector difícil de descarbonizar. Sin embargo, advierten que implementar estas medidas sin información sólida sería prematuro.

“El desafío es hacerlo de manera rigurosa”, señalan los autores del estudio, que fue publicado en la revista Geophysical Research Letters. Mejorar las herramientas de observación no es solo una cuestión científica, sino también un paso necesario antes de que aerolíneas y reguladores adopten decisiones con impacto global.

En el cielo, muchas de las huellas que dejan los aviones siguen siendo invisibles. Verlas mejor podría marcar la diferencia.

Referencia de la noticia

Euchenhofer M., et.al., Contrail Observation Limitations Using Geostationary Satellites. Geophysical Research Letters. https://doi.org/10.1029/2025GL118386