Más allá del humo: los contaminantes invisibles que causan cáncer de pulmón en personas no fumadoras
Uno de cada cuatro casos de cáncer de pulmón ocurre en personas que jamás fumaron. La ciencia ya identificó a los verdaderos responsables: partículas, gases y residuos invisibles que respiramos todos los días.

Aunque el tabaquismo sigue siendo el principal factor de riesgo para el cáncer de pulmón, los datos más recientes revelan una realidad inquietante: el 25% de los fallecimientos por esta enfermedad ocurre en personas que nunca fumaron. Esto obliga a mirar más allá del cigarrillo y enfocarse en una amenaza silenciosa y persistente: la contaminación del aire.
Diariamente, millones de personas inhalan sin saberlo un cóctel de sustancias tóxicas presentes en el entorno urbano e incluso en interiores. Partículas microscópicas, gases irritantes y residuos industriales o domésticos ingresan al cuerpo y, con el tiempo, pueden desencadenar mutaciones celulares con potencial cancerígeno.
La buena noticia es que estos contaminantes han sido identificados y estudiados. Saber cuáles son, de dónde provienen y cómo impactan en el organismo es el primer paso para tomar medidas de protección. Porque dejar de fumar ya no alcanza: ahora también hay que aprender a defenderse del aire que respiramos.
PM2.5, NO2 y COV: los asesinos invisibles del aire urbano
Las partículas PM2.5, provenientes de vehículos, industrias y fuegos, miden apenas 2,5 micrones y son capaces de burlar todas las defensas respiratorias. Llegan hasta lo más profundo de los pulmones y pueden pasar al torrente sanguíneo, llevando consigo metales pesados y compuestos tóxicos que dañan las células y alteran el ADN. Según un estudio reciente publicado en Nature, su exposición prolongada puede iniciar procesos cancerígenos en personas completamente sanas.
Is this the strongest evidence yet that air pollution causes lung cancer?
— Lung Cancer Europe (@LungCancerEu) July 7, 2025
A landmark Nature study just linked cancer-driving DNA mutations in never-smokers to air pollution exposure.
You can see it in the tumour DNA.
This should be informing how we think about risk & impacting pic.twitter.com/tzJfOuVnBw
El dióxido de nitrógeno (NO2) es otro enemigo silencioso que se genera al quemar combustibles fósiles. Aunque no tiene color ni olor, cada respiración en un entorno urbano cargado de tráfico supone una dosis de este gas inflamatorio. Se ha comprobado que el NO2 provoca irritación crónica en las vías respiratorias, favorece el estrés oxidativo y contribuye directamente a la aparición de tumores pulmonares.
A este cóctel letal se suman los compuestos orgánicos volátiles (COV), presentes en productos como disolventes, pinturas, combustibles y limpiadores domésticos. Estos químicos se evaporan con facilidad, reaccionan con otros contaminantes y generan ozono a nivel del suelo, una sustancia altamente irritante para los pulmones. La exposición diaria a estos compuestos agrava el riesgo de desarrollar enfermedades respiratorias graves y cáncer.
Metales pesados y microplásticos: la nueva amenaza ambiental
Además de los contaminantes tradicionales, el aire moderno contiene metales pesados como arsénico, cadmio, níquel y cromo. Estos elementos, clasificados como cancerígenos por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, pueden inhalarse en pequeñas cantidades y acumularse en los tejidos a lo largo del tiempo. El arsénico, en particular, ha sido vinculado de forma directa con el cáncer de pulmón en no fumadores.

A esta amenaza se suman los llamados contaminantes emergentes, como los microplásticos en suspensión. Estas diminutas partículas derivadas de productos plásticos degradados flotan en el aire y son inhaladas sin que lo notemos. Estudios recientes señalan que pueden actuar como disruptores endocrinos y agentes cancerígenos, abriendo una nueva y preocupante línea de investigación en salud ambiental.
El panorama es complejo, pero no irreversible. Exigir normativas ambientales más estrictas, reducir el uso de productos tóxicos y fomentar tecnologías limpias es imprescindible. A nivel individual, pequeñas acciones como mejorar la ventilación, usar filtros de aire y evitar químicos agresivos en casa pueden marcar la diferencia. Respirar aire limpio no es un privilegio: es un derecho que debemos defender juntos.
Referencia de la noticia:
Díaz-Gay, M., Zhang, T., Hoang, P.H. et al. The mutagenic forces shaping the genomes of lung cancer in never smokers. Nature (2025). https://doi.org/10.1038/s41586-025-09219-0