Mientras el dióxido de carbono supere las 300 ppm, la próxima edad de hielo no llegará ni en 50.000 años
¿Sabías que la Tierra debería estar entrando en una nueva edad de hielo? Según una teoría que tiene casi un siglo, dentro de unos 50.000 años los hielos volverían a avanzar. Pero algo está frenando ese reloj: el aumento del dióxido de carbono en nuestra atmósfera.

Los cambios en la radiación solar y los movimientos de la Tierra en su órbita, combinados, han sido los grandes “directores” de las edades de hielo que moldearon el planeta en los últimos millones de años. Pero en el último siglo, el hombre intervino en el proceso y ahora parece que la próxima glaciación no va a ocurrir, al menos en el tiempo esperado.
El Sol: mucho ruido, pocas nueces
El brillo del Sol varía naturalmente en ciclos, y el más conocido dura 11 años, pero hay otro de 80 años. Se debe a que los polos magnéticos de la estrella se invierten y las manchas solares aparecen y desaparecen. En los máximos solares, el Sol es apenas un 0,1 % más brillante que en los mínimos, una diferencia ínfima. A pesar de que en el siglo XX el Sol tuvo picos de actividad, desde la década del 60 la cosa empezó a bajar y hoy está en mínimos históricos comparados con los últimos 100 años.
Pero no te entusiasmes con pensar que este mínimo solar va a enfriar el planeta. El IPCC, que reúne a expertos climáticos de todo el mundo, concluyó que el cambio en la energía que recibimos del Sol desde la era preindustrial es casi despreciable: solo aporta unos 0,01 grados al calentamiento global, una cifra mínima frente al aumento que ya superó el grado. Incluso un hipotético “Gran Mínimo Solar” en las próximas décadas no haría mella frente a la potencia de los gases de efecto invernadero que seguimos emitiendo.
La Tierra se mueve y el clima responde
Pero no solo el Sol influye. La teoría de Milankovitch -por el científico que estudió los ciclos orbitales- explica que los cambios lentos en la órbita terrestre, su inclinación y el “bamboleo” del eje provocan variaciones en la cantidad de luz solar que llega a ciertas latitudes, sobre todo al hemisferio norte en verano. Y justamente, esa insolación es clave para que las grandes capas de hielo se acumulen o se derritan.
Estos ciclos funcionan con ritmos que van de 20.000 a 100.000 años y se superponen generando momentos donde el verano es más cálido o más frío. Durante el último millón de años, estos cambios marcaron el ritmo de las glaciaciones, con largos períodos de hielo interrumpidos por fases cálidas más cortas.
El CO2 cambió las reglas del juego
Aquí viene lo más interesante: para que se inicie una edad de hielo, no alcanza con que la Tierra reciba menos luz solar. También depende de la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera: con más CO2, es más difícil que empiece una edad de hielo.

En el último millón de años, las edades de hielo comenzaron con niveles de CO2 inferiores a 300 partes por millón (ppm). Hoy superamos las 420 ppm y seguimos subiendo. Estudios muestran que con estas concentraciones, la Tierra tendría que pasar por mínimos de insolación veraniega aún más profundos que los previstos por Milankovitch para que empiece a formarse una nueva glaciación.
De hecho, los modelos indican que, con el CO2 actual, la próxima edad de hielo no ocurrirá en los próximos 50.000 años. Si el CO2 sigue aumentando, ese plazo se extiende aún más, quizá más de 100.000 años, o incluso más.
La Era de Hielo que no fue
Un estudio reciente sugiere que la Tierra estuvo muy cerca de iniciar una nueva Edad de Hielo justo antes de la Revolución Industrial. Esto se debe a que la cantidad de luz solar que recibía el hemisferio norte en verano (la insolación estival) estaba en un punto bajo debido a los ciclos orbitales de la Tierra. Si los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera hubieran sido ligeramente más bajos (240 partes por millón en lugar de 280), las grandes capas de hielo podrían haber empezado a formarse en regiones como Alaska, el norte de Canadá, Islandia y Escandinavia.

Otro estudio calculó que, con los niveles de dióxido de carbono que había antes de la Revolución Industrial, sólo sería necesario que la cantidad de luz solar de verano en el norte (a 65° Norte) baje un poco (unos 15 vatios por metro cuadrado) para que los veranos sean tan fríos que la nieve del invierno no se derrita. Sin embargo, con los niveles actuales de 400 partes por millón de dióxido de carbono, la luz solar de verano tendría que bajar el doble para que esto ocurra, algo que no se espera hasta dentro de 125.000 años.
Además, el estudio concluye que si los niveles de dióxido de carbono superan las 560 partes por millón, ninguna variación natural de los ciclos de Milankovitch en el próximo medio millón de años sería suficiente para desencadenar una nueva Edad de Hielo.
¿Qué significa todo esto?
Que el calentamiento global actual, impulsado principalmente por nuestras emisiones, no solo calienta el planeta ahora, sino que también está modificando el reloj natural del clima. El ciclo de las edades de hielo, que parecía un patrón inevitable, ahora está siendo alterado por la acción humana.
Aunque las variaciones solares y orbitales sigan su curso, mientras mantengamos niveles altos de dióxido de carbono en la atmósfera, la próxima glaciación se mantiene en pausa, al menos por decenas de miles de años.