Nuevo hallazgo: la erupción del Hunga-Tonga generó los rayos más intensos jamás registrados en la Tierra

Los meteorólogos, vulcanólogos y oceanógrafos siguen estudiando la erupción del volcán submarino Hunga-Tonga. El colosal evento aún revela información y bate récords. Esta vez, de actividad eléctrica.

La impresionante erupción vista en imágenes satelitales. Fuente: Servicios Meteorológicos de Tonga, Gobierno de Tonga.

La erupción del volcán Hunga-Tonga en enero del 2022 fue la más intensa en la era satelital. El evento comenzó el 15 de diciembre del 2021, pero su gran estampida fue el 15 de enero del 2022.

Estudios posteriores calcularon que liberó 10 megatones de energía, algo equivalente a 500 bombas atómicas. El temblor llegó a escucharse en Alaska, a 9500 km de distancia, y generó un tsunami con olas que alcanzaron los 90 metros de altura en las cercanías de la explosión.

Ahora, un nuevo estudio, liderado por Alexa Van Eaton, vulcanóloga del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) y publicado en Geophysical Research Letters, encontró que la actividad eléctrica que produjo la erupción fue la más intensa jamás registrada en la Tierra, incluidas superceldas y ciclones tropicales, ya que alcanzó un máximo de 2615 destellos por minuto.

La enorme columna de cenizas alcanzó los 58 km de altura y oscureció la atmósfera. El flujo de gas magmático, roca fundida y agua vaporizada tenía los ingredientes perfectos para generar una “tormenta eléctrica sobrealimentada”.

Según hallaron los investigadores, en la columna hubo 196.000 destellos, compuestos por casi 500.000 pulsos eléctricos, durante las 11 horas que duró la erupción.

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El análisis reveló que la columna alcanzó su altura máxima y se expandió en una nube en forma de paraguas. Esta expansión generó ondas de gravedad, que se propagaron rápidamente en patrones concéntricos similares a las ondas que se forman cuando una roca cae en un estanque.

Además, los relámpagos se distribuyeron en un patrón de anillos en forma de dona, siguiendo el movimiento de esas ondas. Se detectaron rayos a altitudes inusualmente elevadas, a 20 y 30 km sobre el nivel del mar en sectores de la nube volcánica.

“Con esta erupción, descubrimos que las columnas volcánicas pueden crear las condiciones para los rayos mucho más allá del ámbito de las tormentas meteorológicas que hemos observado anteriormente”, dijo Van Eaton en un comunicado.

Nueva comprensión de las tormentas

Para el análisis, Van Eaton y sus colegas combinaron datos de redes terrestres de observación con imágenes infrarrojas de dos satélites geoestacionarios, GOES-17 y Himawari-8, operados por Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos y la Agencia Meteorológica de Japón, respectivamente.

Identificaron 4 fases en la erupción del 15 de enero, definidas por la altura de las plumas y la actividad eléctrica que tuvo cada una. Pero fue la segunda fase la que reveló los datos más extremos.

“La fase 2 abarca la etapa más intensa de la erupción (…) El penacho se elevó a un rebasamiento máximo de 58 km y se expandió en al menos dos niveles atmosféricos (…) El paraguas superior se introdujo en la estratosfera (alcanzando 30-40 km y más) mientras que una segunda nube más baja se extendió al nivel de la tropopausa (pero con la parte superior de las nubes alcanzando aproximadamente los 20 km”, dice el estudio.

Estudiar el comportamiento de la atmósfera durante una erupción volcánica puede mejorar el seguimiento y pronóstico de la nube de cenizas y sus fenómenos asociados. Esto es importante no solo para las zonas afectadas en superficie, sino también para la aviación, ya que la ceniza volcánica es una seria amenaza para las turbinas de los aviones.

“Estos hallazgos demuestran una nueva herramienta que tenemos para monitorear los volcanes a la velocidad de la luz y ayudar al papel del USGS para informar los avisos de peligro de cenizas a las aeronaves", dijo Van Eaton.