Parámetros fáciles de medir pueden ayudar a identificar volcanes peligrosos

No es tarea fácil predecir cuándo entrará en erupción un volcán. Sin embargo, un estudio reciente ha desarrollado un método para obtener información valiosa sobre estos fenómenos e identificar los que suponen un mayor riesgo.

Volcán Cumbre Vieja
Erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma, Islas Canarias, en septiembre de 2021. Crédito: Desirée Martin/AFP.

Cuando un volcán entra en erupción, expulsa lava a más de 1.000 °C y gases tóxicos, causando diversos efectos sociales y medioambientales. Además de contaminar la atmósfera con las partículas que expulsa, su material magmático (la lava) puede recorrer largas distancias, quemando todo lo que encuentra a su paso. Y a menudo la población que vive cerca del volcán tiene que ser evacuada cuando esto ocurre.

¿Y cuál es la probabilidad de que un volcán entre en erupción? Por desgracia, predecirlo no es tan fácil. Los científicos necesitan información sobre su estructura interna subyacente, pero recopilar este tipo de datos puede llevar varios años de trabajo de campo. Se necesitan análisis locales y sistemas de vigilancia que puedan medir la frecuencia de los terremotos o los cambios en las emisiones de gases, dando pistas sobre posibles erupciones. Por eso sólo el 30% de los volcanes activos están bien documentados.

Sin embargo, un estudio reciente aporta nuevas perspectivas para identificar los volcanes que suponen un mayor riesgo, en cualquier parte del mundo.

La motivación para desarrollar el método

El "combustible" de los volcanes, el magma, conlleva mucha información. Se forma a una profundidad de entre 60 y 150 kilómetros en el manto terrestre, y su ritmo de producción bajo un volcán determina el tamaño y la frecuencia de futuras erupciones.

La estructura interna de un volcán
Estructura de un volcán. Fuente: divulgación.

Sin embargo, faltan datos debido a la dificultad de observar el magma y recopilar información, como ya hemos mencionado. Así que en muchos lugares no hay base para evaluar el riesgo que plantea un volcán concreto y el alcance de las medidas de protección que deben adoptarse.


Y esto es lo que animó la investigación. El estudio fue realizado por científicos de la Universidad de Ginebra y el Trinity College de Dublín, y fue publicado recientemente en la revista Geology. Los autores desarrollaron un método para obtener más rápidamente información valiosa sobre la estructura de los volcanes, que permite identificar aquellos que presentan un mayor riesgo de erupción.

Los tres parámetros clave

Los tres parámetros utilizados en el método son relativamente fáciles de medir: la altura del volcán, el espesor de las rocas que separan el “depósito” volcánico de la superficie y la composición química del magma liberado durante sus antiguas erupciones. La altura se puede determinar vía satélite, el espesor mediante análisis geofísicos y/o químicos de minerales en rocas volcánicas y la composición del magma mediante muestreo directo en campo (recolección de material).

El método se desarrolló mediante el análisis de estos parámetros en el Arco Volcánico de las Antillas Menores, un archipiélago de islas volcánicas del Caribe que está bien estudiado. Los autores observaron una fuerte correlación entre la altura de los volcanes y el ritmo al que se produce magma. “Los volcanes más altos producen, en promedio, las mayores erupciones durante su vida. En otras palabras, pueden hacer erupción una mayor cantidad de magma en un solo evento", dijo Oliver Higgins, autor principal del estudio.

Las Antillas Menores forman una región del Caribe. Están formados por las cimas de un arco de 18 volcanes de 700 km de longitud, que se encuentran en la zona de subducción entre las placas tectónicas del Caribe y América del Sur.

En cuanto al espesor, los análisis mostraron que cuanto más delgada es la corteza terrestre debajo del volcán, más cerca está su depósito de magma de la superficie y más maduro térmicamente es el volcán. Luca Caricchi, coautor del estudio, explica: "Cuando el magma sube desde las profundidades, tiende a enfriarse y solidificarse, lo que detiene su ascenso. Pero cuando el suministro de magma es grande, mantiene su temperatura, se acumula en el depósito que alimentará una futura erupción y "recorre" la corteza terrestre".

La composición química del magma es un indicador de su explosividad. “Los altos niveles de sílice , por ejemplo, indican que el volcán se alimenta de una gran cantidad de magma. En ese caso, hay mayor riesgo de que ese volcán haga una erupción grande y explosiva”, explicó Caricchi.

Los autores afirman que estos tres parámetros juntos permiten una evaluación inicial del peligro asociado a los volcanes, y pueden utilizarse para identificar aquellos activos con mayores posibilidades de producir una erupción a gran escala.