Polémica: Aria, la robot humanoide de formas voluptuosas que se vende como compañía emocional para hombres solitarios
Con aspecto hipersexualizado y respuestas amables, Aria se vende como la cura para la soledad. Pero expertos advierten que normaliza vínculos unilaterales y perpetúa estereotipos.

Alta, rubia, de sonrisa suave y movimientos pausados. A simple vista, Aria parece una muñeca gigante y de lujo. Pero no está hecha sólo de silicona. También recuerda, escucha y responde. O eso parece. Porque aunque asiente con la cabeza en las conversaciones y mira como si comprendiera, detrás de esos gestos hay líneas de código, sensores y un diseño pensado para imitar más que para sentir.
Aria es un robot humanoide de 1,70 metros, creado por la empresa estadounidense Realbotix. Según sus desarrolladores, no está pensada para la satisfacción sexual sino para brindar “compañía emocional”.
Según la propia compañía, sus robots son “perfectos para el hogar y para abordar la epidemia de soledad que acecha a Norteamérica, así como para acompañar a las personas mayores y a quienes están aislados por motivos geográficos o de salud”.
Toronto I have landed!
— Ms_Xbot (@Ms_Xbot) April 16, 2025
Come see me and the @RealbotixCorp team #discoveryx2025 pic.twitter.com/A349SXjm9a
Aria combina un cuerpo robótico con sensores y motores que le permiten mover la cabeza, hacer gestos y responder con expresiones faciales suaves. Está equipada con inteligencia artificial conversacional, expresión facial motorizada y memoria personalizada para ofrecer presencia, afecto y validación.
A eso se suma un rostro intercambiable, una app de control emocional, y una voz sintética que aprende del usuario. Puede recordar lo que le han dicho, adaptarse al tono de voz del usuario, conversar y hasta “mostrar empatía”. Todo esto, por supuesto, tiene un precio: 175 mil dólares, para quien pueda y quiera pagar por tener una contención emocional, o “roboamistad”.
¿Compañía emocional o sumisión programada? Aria en el centro del debate
Realbotix crea “robots personalizables, similares a los humanos, con integración de IA, que prometen mejorar la experiencia humana a través del aprendizaje, la conexión y el juego”, asegura la compañía, que en su portafolio ofrece bustos, robots modulares y figuras en tamaño real.
Su promesa es, cuanto menos, polémica. Y aunque sus desarrolladores argumentan que Aria puede brindar compañía real a personas solas, mayores o con dificultades sociales, desde la psicología advierten: ¿qué pasa cuando alguien prefiere hablar con una IA que con otra persona? ¿Cuándo la “compañía emocional” deja de ser una ayuda y se convierte en un reemplazo?

La investigadora en ética tecnológica Kate Darling lo resumió así: “Podemos empatizar con una tostadora si le damos ojos y voz. El problema es que no nos devuelve esa empatía: solo la simula”, dijo a El País.
Salta a la vista que Aria, pese a haber sido diseñada como compañía emocional, tiene un aspecto hipersexualizado. “Diseñada por hombres, para hombres”, tituló un reciente artículo de El País, que ponía el foco en cómo estos avances reproducen estereotipos de género y convierten a las mujeres (o su simulacro) en productos a medida.

En ese sentido, desde el feminismo denuncian que los robots sexuales replican los patrones de la industria pornográfica, donde el consentimiento y el deseo femenino son reemplazados por la obediencia y la sumisión programada. Según advierten, la inteligencia artificial no solo puede reforzar estereotipos, también puede habilitar nuevas formas de explotación.
Como vaticinaron hace años los expertos en inteligencia artificial, el mercado de la tecnología sexual sigue creciendo y se espera que supere los 100 mil millones de dólares en 2032. Sin embargo, el desarrollo de robots sexuales sigue estando dirigido mayoritariamente a hombres.
$XBOT had an amazing time at #DiscoveryX in #Toronto! Aria (@Ms_Xbot), our #HumanoidRobot, chatted live with the hostsshowing how far we've come in bringing humans and #AI closer together.
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Las contrapartes masculinas de Aria -como el fallido Henry, que podía recitar poesías- no pasaron de ser prototipos. Según Matt McMullen, fundador de Realbotix, no hay una demanda real por robots sexuales para mujeres.
El comunicador científico Pere Estupinyà coincide: “No hay robots con pene ni se está avanzando en esa dirección porque no hay interés ni demanda por parte de mujeres”. Pero advierte que, aunque la robosexualidad sigue siendo una fantasía futurista para la mayoría, ya existen tecnologías que permiten una experiencia erótica más realista, como los asistentes virtuales con IA y los entornos de realidad virtual personalizados. “La única transformación importante será para quienes no pueden acceder a relaciones humanas”, señaló a El País.
Aria no es un experimento. Se exhibe en ferias como el CES de Las Vegas, se vende online y se publicita como solución a la soledad. Y aunque su tecnología es fascinante, lo que verdaderamente inquieta es lo que revela sobre nuestras sociedades: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a humanizar una máquina antes que humanizar nuestras relaciones?