Las 7 rutas más hermosas del mundo que valen la pena recorrer: paisajes que te dejarán sin aliento
De la costa atlántica de Madeira a la mítica Ruta 40, siete rutas escénicas revelan algunos de los paisajes más increíbles del mundo, ideales para recorrer y conectarse con la naturaleza.

Algunas experiencias de viaje no se resumen en llegar a un destino, sino en dejarse llevar por una ruta que va cambiando de paisaje curva a curva, paso a paso. Son caminos que atraviesan acantilados volcánicos, lagos glaciares, selvas nubladas y estepas infinitas, auténticos “laboratorios” al aire libre para observar cómo la geología, el clima y la vida silvestre se combinan para dibujar escenarios inolvidables.
A partir de una selección propia de rutas, inspirada en las recomendaciones de: National Geographic Traveller (UK), Lonely Planet y Travel + Leisure, reunimos a las siete rutas de naturaleza deslumbrante repartidas por distintos continentes, según Meteored Argentina.
El cierre lo pone un clásico argentino que recorre el país de norte a sur y que muchos consideran, con razón, uno de los grandes viajes de la Tierra. ¿Ya descubrieron con esta descripción qué ruta es? Comencemos con esta increíble recorrida.
1- Vereda do Larano, acantilados verdes de Madeira (Portugal)
En la isla de Madeira, en medio del Atlántico, la Vereda do Larano es una cornisa verde suspendida entre la montaña volcánica y el océano. El sendero une Porto da Cruz con la antigua ciudad de Machico a lo largo de unos 14 kilómetros, combinando tramos de levadas, los canales históricos de riego de la isla, con un camino que literalmente se asoma al vacío sobre el mar. National Geographic la destaca como una de las rutas más dramáticas de Europa por sus acantilados y por la sensación constante de estar caminando en el borde del mundo.
Buena parte del recorrido atraviesa laurisilva, un bosque húmedo subtropical de la era terciaria que hoy se conserva en pocas regiones del planeta y que aquí está protegido como Patrimonio de la Humanidad.

La nubosidad frecuente, los alisios y el relieve escarpado crean un microclima ideal para helechos gigantes, laureles y musgos que tapizan cada roca. A medida que se gana altura, el sendero ofrece una clase acelerada de geología: coladas de lava solidificadas, antiguos deslizamientos y paredes prácticamente verticales que delatan el origen volcánico de la isla.
Para quien se anime a caminarla o correrla, la recompensa son balcones naturales con vistas de 180 grados al Atlántico, al tiempo que el sonido del oleaje llega desde muy abajo. No es una ruta para apurados, los mejores momentos llegan cuando se frena para escuchar las aves, sentir el cambio de temperatura entre el bosque y la franja de acantilados o simplemente seguir con la mirada el vuelo de una gaviota hasta perderla en el horizonte azul.
2- Sentiero degli Dei, el “Camino de los Dioses” en la Costa Amalfitana (Italia)
En la Costa Amalfitana, donde cada curva parece pensada para una película, el Sentiero degli Dei (“Camino de los Dioses”) se gana su nombre a fuerza de panoramas casi irreales. Este antiguo camino de arrieros recorre la parte alta de los acantilados entre Bomerano y Nocelle, colgado sobre el mar Tirreno a lo largo de unos 6 kilómetros. Desde los primeros pasos, el sendero se aferra a la roca mientras abajo parpadean los pueblos de la costa y, al fondo, la silueta de Capri recorta el horizonte.

La ruta es un buen ejemplo de cómo la actividad humana puede adaptarse al relieve sin borrarlo. Entre escalones de piedra y tramos más suaves aparecen viejas terrazas donde todavía se cultivan vides y limoneros, sostenidas por muros de contención que llevan siglos resistiendo la erosión. El clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos secos, es el responsable de ese mosaico de maquia, arbustos aromáticos y pequeñas flores que perfuman el aire con tomillo y lavanda silvestre.

Caminar o trotar el Sentiero degli Dei es, en cierto modo, leer la historia de la costa desde un palco elevado: se ven las cicatrices de derrumbes antiguos, los pliegues de la caliza modelados por el mar y el viento, y la franja azul que refleja cómo el sol va cambiando de posición. El final en Nocelle, un caserío que parece suspendido sobre Positano, invita a quedarse un rato más, simplemente mirando cómo la luz del atardecer tiñe de oro los acantilados.
3- Vuelta al lago Bled, cuento alpino en Eslovenia
El lago Bled, en los Alpes Julianos, parece dibujado para un libro de cuentos: una lámina de agua glacial, una pequeña isla con una iglesia y un castillo medieval colgado del risco. Se puede recorrer sus 6 kilómetros de perímetro por un sendero prácticamente llano que bordea la orilla, ideal para caminatas tranquilas o trotes suaves con vista permanente al espejo turquesa.

Este lago de origen glacial se formó al final de la última glaciación, cuando los hielos excavaron una depresión que luego se rellenó con agua de deshielo. Hoy sigue siendo un buen ejemplo de ecosistema lacustre alpino: aguas frías y transparentes, bosques de hayas y coníferas en las laderas y una notable variación estacional. En primavera florecen los cerezos, en verano la superficie se llena de nadadores y embarcaciones tradicionales (llamadas pletna), en otoño el bosque se incendia en tonos rojos y dorados y, algunos inviernos, una fina capa de hielo blanquea la lámina de agua.
Para quienes buscan un punto de vista diferente, el desvío hasta el mirador de Ojstrica suma un corto pero empinado tramo de bosque. Desde allí se obtiene la postal clásica: lago, isla y castillo en una sola escena, con los Alpes cerrando el fondo. Volver al nivel del agua y cerrar el recorrido con un café y una porción de la famosa crema de Bled es casi un ritual obligado después de rodear uno de los lagos más fotogénicos del planeta.
4- De Zermatt a Gornergrat, Balcones del Matterhorn, (Suiza)
En el corazón de los Alpes suizos, el clásico pueblo de Zermatt vive a la sombra del Matterhorn, esa pirámide rocosa que se convirtió en icono mundial de la montaña. Pero la perspectiva más impactante de este coloso llega desde arriba: se recomienda la ruta de unos 10 kilómetros que asciende desde los prados de Zermatt hasta la cresta de Gornergrat, ganando casi 900 metros de desnivel y desplegando, curva tras curva, uno de los panoramas más amplios de la cordillera.

El itinerario empieza entre pasturas salpicadas de flores alpinas, donde se escucha de fondo el repique de cencerros de las vacas. A media altura, cerca de la meseta de Riffelalp, el paisaje se vuelve más severo: aparece el glaciar Gorner, una lengua de hielo y escombros que desciende como una ola congelada entre picos de más de 4 mil metros. Desde el punto de vista geológico, es una ventana privilegiada para observar cómo los glaciares esculpen valles en “U”, transportan bloques gigantes y dejan morenas que cuentan historias de avances y retrocesos de siglos.
En los últimos metros, ya por encima de la línea de vegetación, el sendero se convierte casi en una escalera de rocas. La recompensa, en la cresta de Gornergrat, es un anfiteatro de 29 cumbres que superan los 4 mil metros, con el Matterhorn dominando una parte del horizonte y el Monte Rosa cerrando la otra. La mayoría de los viajeros desciende luego en el histórico tren cremallera, pero quienes regresan a pie completan una de esas jornadas de montaña que quedan grabadas para siempre.
5- El Camino del Inca, Machu Picchu, clásico andino entre nubes (Perú)
En los Andes peruanos, el Camino Inca a Machu Picchu es mucho más que una senda de montaña: es un corredor histórico que enlaza restos arqueológicos, bosques de niebla y pasos de alta montaña antes de desembocar en una de las ciudades prehispánicas más famosas del mundo. Revistas como Travel + Leisure lo citan entre los grandes senderos del planeta por la combinación única de paisajes y patrimonio en apenas 42 kilómetros de recorrido, que la mayoría de los viajeros realiza en cuatro días.

El trazado asciende hasta superar los 4 mil metros de altura en algunos pasos y luego se interna en selvas nubladas donde la humedad del Amazonas se mezcla con el aire frío de las cumbres. En términos ambientales, es un viaje acelerado desde la puna altoandina, de pastos duros y escasa vegetación, hasta bosques siempreverdes llenos de bromelias, orquídeas y aves de colores intensos. A los lados del camino aparecen andenes, escalinatas y miradores construidos por los incas hace más de 500 años, ajustados milimétricamente al relieve.
Llegar a la Puerta del Sol al amanecer, cuando las primeras luces dejan ver Machu Picchu emergiendo entre nubes bajas, es un momento que muchos describen como casi irreal. Más allá de la foto icónica, la ruta recuerda que buena parte del atractivo está en el trayecto: escuchar el eco de los pasos en los escalones de piedra, sentir cómo cambia el aire con cada metro de desnivel y notar, también, cómo el cuerpo se adapta a la altura y al esfuerzo continuado.
6- Norte de España: la ruta verde por País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia
La Ruta 8 nos lleva a lo que muchos llaman simplemente España Verde: un corredor costero que une el País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia, siempre con el Cantábrico a un lado y la muralla de la Cordillera Cantábrica del otro. La oficina oficial de turismo de España propone precisamente este itinerario de este a oeste como la mejor forma de entender esta franja única del país: acantilados, rías, valles húmedos y pueblos marineros encadenados a lo largo de más de mil kilómetros.

El secreto del paisaje está en la física de la atmósfera: el aire húmedo que llega del mar Cantábrico choca contra las montañas, asciende y descarga lluvia con mucha frecuencia; por eso, a diferencia de la imagen clásica de una España seca, aquí dominan las praderas intensamente verdes, los bosques mixtos y los ríos cortos que bajan con fuerza al océano. En el camino aparecen hitos como los flysch del litoral vasco, los acantilados y playas de Cantabria, los Picos de Europa levantándose casi desde el nivel del mar en Asturias y las rías y faros atlánticos de Galicia, todos conectados por carreteras panorámicas y, en muchos tramos, por el histórico Camino del Norte a Santiago.
Más allá del mapa, esta ruta se vive a un ritmo pausado: mañanas de niebla que se levantan sobre pastos y acantilados, tardes de caminatas entre pueblos pesqueros y sendas costeras, y noches donde el protagonista pasa a ser lo que llega al plato, desde pintxos vascos hasta mariscos gallegos y sidra asturiana. Es un viaje que combina naturaleza exuberante, clima atlántico cambiante y una enorme riqueza cultural en cuatro regiones distintas, pero unidas por la misma sensación de estar siempre al borde del mar y al pie de la montaña.
7- Ruta Nacional 40, la columna vertebral escénica de Argentina
Como cierre, ninguna lista de rutas legendarias estaría completa sin la Ruta Nacional 40 en Argentina. De acuerdo con fuentes como Lonely Planet y guías especializadas, este camino recorre cerca de unos 5200 kilómetros de norte a sur, desde las cercanías de la frontera con Bolivia en Jujuy hasta las inmediaciones del estrecho de Magallanes, en el extremo sur de Santa Cruz. En ese trayecto se mantiene siempre próxima a la cordillera de los Andes y conecta algunos de los paisajes más variados y fotogénicos del país.

La RN 40 atraviesa once provincias y enlaza al menos una veintena de áreas protegidas y parques nacionales, desde los valles áridos y coloridos del Noroeste hasta los bosques y lagos de la Patagonia andina, pasando por regiones vitivinícolas de Mendoza y Neuquén. En el norte, los tramos de ripio se abren paso entre quebradas rojizas y formaciones rocosas donde aflora la historia geológica de millones de años; más al sur, la ruta se estira como una línea casi recta en medio de la estepa, con el viento patagónico como compañero constante y cumbres como el Fitz Roy asomando en el horizonte.

Más que una carretera, la Ruta 40 funciona como espina dorsal de un viaje que cada viajero arma a su medida, algunos se concentran en el segmento patagónico, otros exploran tramos del norte combinando pueblos andinos, sitios arqueológicos como la Cueva de las Manos y bodegas de altura. Lo que casi todos comparten es esa sensación de inmensidad difícil de encontrar en otros lugares del planeta: largas jornadas al volante entre cielos enormes, cambios de clima y de ecosistemas en pocos cientos de kilómetros y, sobre todo, la certeza de estar recorriendo una de las rutas más hermosas del mundo sin salir de la Argentina.
Referencias de la noticia
“Grandes viajes: la RN 40 por la Patagonia argentina” . Lonely Planet.
"Runs worth travelling for 7 scenic routes to try”. National Geographic Traveller (UK). Diciembre 2025.
“Discover 25 of the Best Hiking Trails Worldwide”. Travel + Leisure. Octubre 2025.