La planta del Valle de la Muerte que vence al calor y ofrece la clave para adaptar los cultivos al cambio climático

En uno de los ambientes más extremos del planeta, un arbusto desarrolla estrategias únicas para crecer por encima de 45 °C. Su capacidad de sostener la fotosíntesis bajo calor extremo brinda pistas clave para adaptar cultivos en un mundo cada vez más cálido.

valle de la muerte
En el calor extremo del Valle de la Muerte, la mayoría de las plantas detienen su crecimiento.

En el Valle de la Muerte, un lugar donde el termómetro supera los 50 °C con una naturalidad inquietante, los científicos estudian una planta que parece ir a contramano del resto de la vida. Se trata de Tidestromia oblongifolia, una especie que no solo tolera el calor extremo: lo aprovecha para crecer a una supervelocidad.

Este comportamiento atrae a la comunidad científica porque permite entender qué mecanismos biológicos podrían ayudar a la agricultura a enfrentar el calentamiento global.

Se estima que en el Valle de la Muerte, California, fallecen unos 4 visitantes por año debido a la hipertermia, ya que el cuerpo no tiene la capacidad suficiente para refrigerarse cuando se alcanzan unas temperaturas tan extremas.

El Valle de la Muerte posee una geografía que actúa como una trampa térmica. El aire queda atrapado entre montañas, se calienta al contacto con las rocas expuestas y vuelve a subir cargado de energía. Así, las temperaturas diurnas alcanzan valores que ponen en riesgo a cualquier organismo y que obligan a los visitantes a extremar precauciones.

En ese contexto, que una planta prospere sin dificultades funciona como una señal de que algo interesante ocurre dentro de sus células.

Cómo funciona una planta que crece a 47 °C

Para comprender esa resistencia, un equipo de la Michigan State University intentó reproducir las condiciones del Valle de la Muerte en un laboratorio. La tarea implicó modificar cámaras de cultivo para alcanzar temperaturas cercanas a los 50 °C con aire muy seco, algo fuera de la lógica de un invernadero tradicional.

En el laboratorio, cultivaron varias plantas por ocho semanas a 31 °C, luego aumentaron la temperatura de algunas de ellas a 47 °C, un valor típico de julio en el valle. En ambos grupos se midió el crecimiento, tasas de fotosíntesis y ciertas características genéticas y celulares.

En solo dos días, las plantas en las condiciones extremas de verano habían aumentado sus tasas de fotosíntesis. En los siguientes ocho días, crecieron hasta triplicar su tamaño original. Las especies utilizadas como control, en cambio, frenaron su crecimiento.

Ese contraste impulsó a analizar qué ocurre en la planta cuando la temperatura sube. La respuesta involucra ajustes en varios niveles. En menos de 24 horas, T. oblongifolia modifica la actividad de cientos de genes, muchos asociados al estrés térmico. También incrementa la producción de Rubisco activasa, una enzima clave para que la fotosíntesis continúe funcionando bajo calor extremo.

El equipo observó otras adaptaciones que son respuestas comunes de las plantas al calor, como el crecimiento de hojas más pequeñas con células más pequeñas, la activación de genes de reparación de daños y la fijación de una enzima esencial de la fotosíntesis

Las transformaciones más llamativas aparecen a escala microscópica. A partir de los 40 °C, las mitocondrias se acercan a los cloroplastos para optimizar la provisión de energía. Y lo más inusual es que los cloroplastos adoptan una forma de copa, un diseño que no se había observado en plantas de este tipo. Esa estructura podría favorecer la captura de dióxido de carbono y sostener la fotosíntesis en condiciones en las que normalmente colapsa.

Lo que esta planta aporta a la agricultura del futuro

El estudio muestra que la resistencia al calor no depende de un único mecanismo. Es el resultado de múltiples ajustes que actúan en conjunto para mantener la fotosíntesis cuando las temperaturas se acercan a valores que detienen a la mayoría de las plantas. Para la agricultura, esta información resulta valiosa.

Cultivos esenciales como trigo y maíz ya registran caídas de rendimiento bajo olas de calor prolongadas. Conocer cómo responde una especie extremófila brinda pistas sobre qué rasgos convendría promover en variedades cultivadas.

Los investigadores destacan que estos hallazgos no significan copiar a T. oblongifolia, sino aprender de su fisiología para desarrollar estrategias de mejoramiento o biotecnología que permitan sostener la producción en climas más cálidos. En un escenario donde el aumento de la temperatura global presiona cada año sobre los sistemas productivos, contar con plantas que mantengan su capacidad de fotosíntesis bajo estrés térmico puede ser decisivo.

Las plantas adaptadas al clima desértico han tenido millones de años para perfeccionar sus estrategias de reproducción a climas aparentemente hostiles y han logrado resolver algunos de los problemas a los que la humanidad está comenzando a enfrentarse.

El trabajo también abre una línea de investigación que se aleja de los modelos vegetales clásicos para enfocarse en especies que llevan millones de años adaptándose a ambientes extremos. Para los científicos, estas plantas funcionan como laboratorios naturales que muestran cómo la vida puede reorganizar su maquinaria para evitar que el calor excesivo limite su crecimiento.

Tidestromia oblongifolia vive en uno de los paisajes más duros del planeta, pero su comportamiento ofrece información concreta y aplicable. Su capacidad de ajustar su metabolismo, reordenar sus células y sostener la fotosíntesis bajo 47 °C se transforma en una oportunidad para entender qué necesitan los cultivos del futuro. Con temperaturas cada vez más altas, ese conocimiento puede marcar la diferencia entre una cosecha estable y una pérdida significativa.

Referencia de la noticia

K. Prado et al. Photosynthetic acclimation is a key contributor to exponential growth of a desert plant in Death Valley summer. Current Biology. Vol. 35, November 17, 2025