Los míticos “monstruos de nieve” de Japón se desvanecen: las famosas esculturas naturales de Zao podrían desaparecer

Los monstruos de nieve de Japón, creados por el clima extremo de la región, ya no son como antes: se volvieron más pequeños, menos impresionantes y duran poco tiempo. Por eso, los expertos trabajan contrareloj para que no desaparezcan.

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Imágenes de los monstruos iluminados para la visita nocturna.

Cada invierno, si el clima decide alinearse con una precisión casi obsesiva, las laderas altas del monte Zao se transforman en un paisaje que parece salido de un cuento oscuro. Donde el resto del año hay abetos, aparecen figuras gigantes, retorcidas, cubiertas de hielo y escarcha, con siluetas que recuerdan a criaturas inmóviles. En Japón las llaman juhyo. Para el resto del mundo, directamente, “monstruos de nieve”.

No es una metáfora exagerada. Estas formaciones naturales solo existen en muy pocos lugares del planeta y Zao, entre las prefecturas de Yamagata y Miyagi, se volvió su escenario más famoso. Sin embargo, aquello que parecía eterno empieza a desvanecerse. Los juhyo ya no lucen tan robustos, duran menos y cada invierno cuesta más verlos en todo su esplendor.

Cómo nace un monstruo de nieve

El juhyo no surge de una simple nevada intensa. Para que aparezca, la atmósfera debe comportarse de manera casi caprichosa. Se necesitan vientos invernales fuertes y persistentes del oeste, capaces de transportar gotas de agua superenfriada. Al chocar contra los abetos todomatsu (una especie local de hoja perenne), esas gotas se congelan de inmediato y se van acumulando capa tras capa.

Las condiciones son estrictas: temperaturas cercanas a cero pero bajo el umbral de congelación, nubes con alto contenido de agua líquida y ráfagas sostenidas que moldean el hielo sobre el lado de barlovento de los árboles. Así se forman las famosas “colas de camarón”, crestas superpuestas que crecen hasta dar lugar a estructuras de varios metros de ancho.

Los que se forman en Yamagata son más redondos y, por lo tanto, se les conoce como monstruos de nieve "hembra", mientras que los de Miyagi son más robustos y se les conoce como la versión "macho".

Por esa combinación tan precisa de factores meteorológicos y ecológicos, el fenómeno resulta casi exclusivo del norte de Japón. No se replica fácilmente, ni siquiera en regiones frías y montañosas del planeta.

Gigantes que hoy parecen columnas

Durante décadas, los monstruos de nieve dominaron la postal invernal de Zao y se convirtieron en el principal atractivo turístico de la zona. Pero las comparaciones históricas ya no juegan a su favor. Investigaciones recientes, basadas en fotografías tomadas desde 1933 siempre desde el mismo punto, muestran una tendencia clara: los juhyo se achican.

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Monstruos de nieve y turistas

En los años treinta podían alcanzar entre cinco y seis metros de ancho. Tras la Segunda Guerra Mundial rondaban los dos o tres metros. Desde 2019, muchos apenas superan el medio metro y algunos se reducen a simples columnas de hielo. El cambio no resulta sutil ni reciente.

Clima más cálido y bosques más débiles

Las causas se superponen. Por un lado, el aumento de la temperatura invernal. En la ciudad de Yamagata, cercana al monte Zao, el promedio entre diciembre y marzo subió unos 2 °C en poco más de un siglo. Ese calentamiento empuja hacia arriba la altitud mínima donde pueden formarse los juhyo y acorta su duración anual.

Por otro lado, los árboles anfitriones atraviesan una crisis silenciosa. A partir de 2013, plagas de polillas y escarabajos atacaron los abetos todomatsu, debilitándolos y provocando la muerte de miles de ejemplares. Con menos ramas y hojas, el hielo ya no encuentra superficie suficiente para adherirse.

El resultado es un paisaje doblemente vulnerable: menos frío, menos bosque y menos monstruos.

Cuando la ciencia intenta sostener la magia

Frente a este escenario, la preocupación se volvió acción. La prefectura de Yamagata impulsó un consejo permanente que reúne científicos, autoridades y comunidades locales para restaurar los bosques de altura. Se trasplantan abetos jóvenes, se experimentan técnicas de reproducción y se piensa en décadas, no en inviernos.

Incluso estudiantes secundarios se suman al desafío. Plantan árboles, estudian plántulas y enfrentan fracasos, lluvias intensas y hasta roedores hambrientos. Todo para que, algún día, los juhyo vuelvan a crecer como antes.

Porque en Zao no se trata solo de turismo o economía local. Los monstruos de nieve son un recordatorio visible de lo delicado que resulta el equilibrio entre atmósfera, bosque y clima. Cuando uno de esos engranajes se desplaza apenas un poco, incluso las maravillas más míticas empiezan a desaparecer en silencio.