¿Por qué el aire acondicionado podría engordar?

El uso de aire acondicionados y calefacción en invierno nos lleva a un sedentarismo térmico, que incentiva el aumento de peso, de acuerdo a una serie de estudios realizados. La clave está en nuestro estilo de vida.

Aire acondicionado
El uso de aire acondicionado además de aportar enormes beneficios podría estar detrás de las causas del aumento de peso.

La ciencia ya ha probado que existe una relación entre la temperatura del ambiente y el apetito. Mientras que a mayores temperaturas el apetito disminuye, con menos temperatura tendemos a comer más. Y el científico Javier Sánchez Perona del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, generó un gran debate a raíz de un posteo en su blog Malnutridos. En síntesis, Sánchez expuso que el uso continuado del aire acondicionado engorda.

De acuerdo a lo también indicado por el diario El País, a medida que el aire acondicionado se hizo más popular, Andalucía, la zona de España con las temperaturas más elevadas, se convirtió en la región española con mayor tasa de obesidad. La pregunta a responder era si esa era una casualidad o esos dos hechos están relacionados.

En su blog Javier Sánchez señala que no ha encontrado ningún estudio que demuestre específicamente una relación causa/efecto entre el aumento del uso del aire acondicionado y el aumento de la obesidad, probablemente porque no se ha hecho ese estudio. Pero sí señala que “lo que sí está probado científicamente es la relación entre la temperatura y el apetito. A mayor temperatura, menos apetito. Así que parece obvio que si vivimos, y comemos, con aire acondicionado, comeremos más y engordaremos más”.

El concepto de sedentarismo térmico

Hoy en día España es el país con mayor densidad de aire acondicionado en relación a la población, en contraparte con el Reino Unido, por ejemplo, que tiene tasas muy bajas, incluso en grandes empresas. A mayores temperaturas, es mayor la exposición al uso de aire acondicionado, en especial en ciudades como Sevilla que normalmente tiene condiciones de calor extremo.

María José Castro, médica especialista en nutrición de la Universidad de Valladolid explica a El País que “el organismo en reposo tiene un determinado gasto energético, lo que llamamos tasa energética basal. Y los seres humanos somos homeotérmicos; eso quiere decir que tenemos la capacidad de regular nuestro metabolismo para mantener constante la temperatura del cuerpo independientemente de la temperatura del ambiente. Y lo que utiliza el cuerpo para producir esa energía que lo mantiene a la temperatura constante son los alimentos”.

De hecho cada vez hablamos más de sedentarismo térmico ya que cada vez más personas viven utilizando aire acondicionado en verano y calefacción en invierno, y pasan la mayor parte de sus días dentro de una franja de temperaturas mayormente estables. Estas dos tecnologías han logrado que nuestras vidas transcurran dentro de un umbral de mayor confort.

Las causas detrás de la epidemia de obesidad

A principios de la década de los 60, en 1963, un estudio realizado con ratas llegó a demostrar que, expuestas a una temperatura de 35 °C, los animales comieron solo un 10% de lo que habían consumido a 24 °C. Y a 40 °C dejaron de comer por completo.

Pero no solo las ratas comen menos con calor. Una investigación desarrollada en 2015 en la Universidad de Birmingham, en Estados Unidos, demostró que por cada grado de aumento en la temperatura ambiente, los participantes en el estudio, esta vez seres humanos, comían 85,9 kcal menos del alimento que les daban en el estudio, que era pizza.

Refrigeración
El uso de aire acondicionado se ha masificado especialmente en países con temperaturas elevadas frecuentes.

Cuando experimentamos menos calor o menos frío, nuestro cuerpo necesita menos energía para mantener la temperatura constante de nuestros cuerpos. Y por ello, según las conclusiones de estos estudios, el tiempo pasado en esa zona termoneutral podría contribuir a una mayor eficiencia energética con una disminución de la tasa metabólica y un consecuente aumento de peso.

La cuestión se responde también desde la lógica. Si comemos lo mismo, pero nuestro cuerpo gasta menos, ese exceso de alimentos se convierte en kilos de más. Este tipo de estudios intentan entender qué hay detrás de la epidemia de obesidad que viven muchos países de occidente, más allá del tipo de dieta que sigan. Es evidente, indica El País, que que desde que esa epidemia comenzó a crecer, la genética humana no ha cambiado, así que la causa debe de estar en el ambiente.

Más allá del consumo de alimentos procesados y ultraprocesados, y el sedentarismo, muchos científicos creen que existen más razones detrás del aumento de la obesidad. El abandono masivo del tabaco que tan beneficioso ha sido para combatir el cáncer tiene, sin embargo, esta parte negativa de favorecer el aumento de las tasas de obesidad. También el creciente consumo de algunos fármacos, incluidos antidepresivos, anticonceptivos y antihistamínicos, parece influir en ellas. Todos juntos, unidos a la climatización constante y cómoda en la que vivimos cada día más personas, nos hacen la vida más fácil, y al parecer, nos engordan.

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