El ADN resuelve un misterio de 1500 años: identifican la bacteria detrás de la primera pandemia de la historia

Un hallazgo en Jordania permitió encontrar pruebas genéticas directas de Yersinia pestis, la responsable de la Peste de Justiniano. El descubrimiento conecta la arqueología con la biología molecular y redefine cómo entendemos el origen y la persistencia de las pandemias.

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Científicos encontraron evidencia de la primera pandemia

La historia de las pandemias tiene un capítulo fundacional: la Peste de Justiniano. A mediados del siglo VI, el Imperio Bizantino enfrentó una catástrofe sanitaria que dejó entre 25 y 100 millones de muertos, dependiendo de la fuente. Durante siglos, los historiadores discutieron si aquella plaga había sido causada por Yersinia pestis, la misma bacteria que siglos más tarde protagonizó la Peste Negra. Hasta ahora, la prueba directa faltaba.

Un equipo de científicos descubrió evidencia genómica directa de la bacteria responsable de la Peste de Justiniano en el Mediterráneo Oriental. También llamada pandemia de la Alta Edad Media, comenzó con la peste de Justiniano en 541 y continuó hasta el 750 o 767. Su resultado fue entre 25 y 100 millones de personas muertas.

Un equipo internacional de investigadores encontró la pieza que completaba el rompecabezas. En la ciudad arqueológica de Jerash, en Jordania, se recuperó ADN antiguo en una fosa común datada entre el 550 y el 660 d. C. Los análisis confirmaron la presencia de Yersinia pestis en los dientes de las víctimas. El hallazgo se publicó en dos revistas científicas, Genes y Pathogens, y no solo zanja un debate histórico: también ofrece nuevas claves sobre cómo nacen y se propagan las pandemias.

Una plaga que transformó al mundo

La llamada Peste de Justiniano comenzó en Egipto y se expandió rápidamente por el Mediterráneo oriental, en pleno esplendor del Imperio Bizantino. Los cronistas describieron muertes masivas, ciudades desbordadas y un miedo colectivo que dejó huellas en la cultura y la política. La enfermedad cambió la dinámica económica, debilitó al imperio y, según algunos historiadores, alteró el rumbo de la civilización occidental.

Pero los relatos escritos no alcanzaban para señalar con certeza al culpable. El hallazgo en Jerash -una ciudad estratégica del imperio- permitió unir arqueología y genética para reconstruir aquel momento. Los investigadores secuenciaron ADN de ocho dientes humanos hallados en las cámaras funerarias bajo un antiguo hipódromo.

El hecho de que un lugar construido para el entretenimiento y el orgullo cívico se convirtiera en un cementerio común en tiempos de emergencia muestra cómo los centros urbanos probablemente se vieron desbordados

Lo que dice el ADN

El análisis genómico mostró que todas las víctimas portaban cepas casi idénticas de Yersinia pestis. Esa uniformidad sugiere un brote explosivo y devastador, coherente con los registros históricos. Además, al comparar esos genomas con otros antiguos y modernos, los investigadores confirmaron que la peste no surgió de un único evento ancestral. En realidad, se trató de múltiples irrupciones independientes desde reservorios animales.

Es decir, la peste no fue un episodio aislado del pasado, sino un fenómeno repetitivo que reapareció en distintas épocas y geografías.

Si bien se habían recuperado rastros de Y. pestis a miles de kilómetros de distancia en pequeñas aldeas de Europa occidental, nunca se había encontrado evidencia dentro del propio imperio ni cerca del corazón de la pandemia.

Este patrón contrasta con lo que ocurrió con el SARS-CoV-2. El coronavirus que originó la COVID-19 se expandió a partir de un único evento inicial, propagándose de persona a persona en todo el planeta. La peste, en cambio, emergió una y otra vez desde la naturaleza, saltando de los animales a las poblaciones humanas.

El paralelismo deja una lección incómoda: las pandemias no son accidentes del pasado ni problemas ya superados. Son parte de nuestra historia biológica y social, y siguen activas. Aunque menos frecuente, Yersinia pestis aún circula en distintos rincones del planeta, con casos aislados todos los años.

Una advertencia desde la Antigüedad

“Llevamos miles de años luchando contra la peste y todavía hay muertes por ella”, resume Rays H. Y. Jiang, líder del estudio. Sus palabras suenan actuales: ningún patógeno garantiza una retirada definitiva. La movilidad humana, la densidad urbana y la alteración de los ecosistemas crean las condiciones para que los brotes reaparezcan.

Después del hallazgo en Jerash, los investigadores pusieron la mira en Venecia. Allí, en el Lazzaretto Vecchio -una isla creada para la cuarentena y considerada uno de los cementerios de peste más relevantes del mundo- se conserva un tesoro científico: más de 1200 muestras de víctimas de la Peste Negra, hoy resguardadas en la Universidad del Sur de Florida.

Ese archivo biológico abre la posibilidad de explorar cómo las primeras políticas de salud pública se cruzaron con la evolución de los patógenos, la fragilidad de las ciudades y la forma en que las sociedades recuerdan sus epidemias. Y como muestran tanto la peste de Justiniano como la COVID-19, la pregunta nunca es si habrá otra pandemia, sino cuándo y cómo la enfrentaremos.

Referencia de la noticia

www.usf.edu/health/news/2025/usf-research-rewrites-origins-of-first-pandemic.aspx