El curioso sistema atmosférico de Venus que desconcierta a los científicos

Un nuevo modelo sugiere que los vientos y las variaciones térmicas en Venus funcionan al revés que en la Tierra. El hallazgo aporta pistas clave para las misiones que volverán a explorar el planeta más inhóspito del Sistema Solar.

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El sistema atmosférico de Venus funciona al revés que el de la Tierra

Durante años, Venus fue el gran misterio del vecindario solar. Su densa atmósfera, opaca a casi cualquier intento de observación, alimentó todo tipo de teorías, desde las más sensatas hasta las más disparatadas. Carl Sagan solía bromear con que algunos imaginaban dinosaurios paseando entre nubes de ácido sulfúrico. Pero detrás del mito, lo cierto es que los datos disponibles sobre su superficie siguen siendo escasos.

Aun así, un grupo de investigadores encabezado por Maxence Lefèvre, de la Universidad de la Sorbona, encontró una forma ingeniosa de exprimir esa poca información. Con apenas las mediciones obtenidas por sondas soviéticas y estadounidenses, lograron construir un modelo que describe cómo se comportan el viento, la temperatura y el polvo en la superficie venusina. El estudio, disponible en versión preliminar en arXiv, abre una nueva ventana para entender cómo respira, por así decirlo, el planeta más parecido -y más distinto- a la Tierra.

Un planeta donde el viento manda

En la Tierra, el viento es el gran escultor del clima. Y en Venus, aunque se mueve mucho más despacio, cumple el mismo rol. Las antiguas mediciones de la sonda Venera registraron velocidades de apenas 1 metro por segundo en la base de su atmósfera, frente a los 20 m/s que soplan en promedio sobre nuestro planeta. Pero la densidad del aire venusino -más de 90 veces superior a la terrestre- cambia por completo el escenario.

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Mover una atmósfera tan pesada requiere más energía, y por eso, aunque el viento parezca débil, puede transportar polvo y modificar la temperatura de manera significativa. Esa combinación de lentitud y fuerza convierte a Venus en un laboratorio climático extremo.

Días eternos, noches infinitas

Un día en Venus dura 117 días terrestres, y su noche, lo mismo. Ese ritmo pausado genera una montaña rusa térmica. Durante su larguísimo día, la superficie se recalienta por la radiación solar, y cuando cae la noche, comienza a enfriarse lentamente mientras irradia su propio calor al espacio.

En Venus las montañas son los lugares más estables térmicamente, justo lo contrario que en la Tierra.

El nuevo modelo muestra que esos cambios no son iguales en todas partes. En las zonas montañosas, los vientos ascendentes durante el día (llamados anabáticos) y descendentes por la noche (catabáticos) actúan como un sistema de compensación. Cuando el aire baja, se comprime y se calienta, equilibrando el enfriamiento de la superficie: un proceso conocido como calentamiento adiabático.

El resultado es que, en las alturas venusinas, la temperatura casi no varía entre el día y la noche: menos de 1 grado Kelvin de diferencia. En las llanuras, en cambio, las variaciones llegan a los 4 grados. Es decir, en Venus las montañas son los lugares más estables térmicamente, justo lo contrario que en la Tierra.

Los polos y el polvo: el otro desafío

Cerca de los polos, el panorama se invierte otra vez. Allí dominan los vientos descendentes constantes, que limitan el enfriamiento general del planeta en esas regiones. Las futuras misiones EnVision y VERITAS, de la Agencia Espacial Europea y la NASA, planean explorar justamente esos sectores, por lo que este tipo de simulaciones será vital para interpretar sus mediciones.

Pero hay más: los investigadores también estimaron la cantidad de polvo que los vientos podrían levantar. En la zona de Alpha Regio, una meseta cercana al ecuador donde se prevé que aterrice la sonda DaVINCI, el modelo indica que casi la mitad del terreno tiene vientos capaces de levantar granos de arena finos, de unos 75 micrones. En otras palabras, el descenso de la nave podría parecerse más a una tormenta de polvo que a un paseo espacial.

Un planeta al revés

El estudio de Lefèvre y su equipo representa el primer intento de crear un modelo regional del clima venusino, en lugar de tratar al planeta como una sola unidad. Dividieron la superficie en sectores y aplicaron parámetros locales, algo que permitió identificar diferencias antes invisibles.

El siguiente paso será agregar factores como el albedo -la cantidad de luz que refleja cada tipo de suelo- o la inercia térmica de las rocas, además de incluir el comportamiento del CO₂ a distintas temperaturas, el gas dominante en su atmósfera.

Por ahora, los científicos cuentan con tiempo: las misiones que volverán a tocar la superficie de Venus aún están en preparación. Pero cuando finalmente lleguen, sabremos mucho mejor qué esperar del planeta que, en su clima y su dinámica, parece haber decidido funcionar al revés que el nuestro.

Referencia de la noticia

Maxence Lefèvre et al., El efecto de los vientos cercanos a la superficie sobre la temperatura superficial y el transporte de polvo en Venus, arXiv (2025). DOI: 10.48550/arxiv.2510.15477