El gráfico más importante del mundo para el experto Leon Simons: nueva actualización del balance de energía en la Tierra

Una nueva actualización del balance energético de la Tierra muestra que el planeta acumula cada vez más calor. Las regulaciones para limpiar el aire están acelerando el calentamiento global y podrían dejar obsoletos varios modelos climáticos.

calentamiento glabal
El balance de energía planetario ya no está en equilibrio.

Para el investigador holandés Leon Simons, hay un gráfico que resume como pocos lo que le está pasando al planeta. Uno que, a primera vista, muestra una línea que sube, pero que en realidad está contando una historia bastante más compleja. Una historia de barcos, nubes, contaminación y energía atrapada. Una historia que, según James Hansen -el científico que alertó al mundo sobre el cambio climático hace más de tres décadas-, muestra que el calentamiento global no solo sigue en marcha: se está acelerando.

Este gráfico, actualizado hasta noviembre de 2024, refleja lo que los satélites de la NASA vienen midiendo desde hace más de 20 años: el desequilibrio energético de la Tierra, es decir, la diferencia entre la energía que entra al planeta (proveniente del Sol) y la que sale al espacio. Cuando esa balanza se inclina hacia adentro, significa que el planeta está ganando calor. Y eso es, justamente, lo que está ocurriendo.

La Tierra, como una olla tapada

La Tierra puede pensarse como una olla puesta al fuego. Si ponemos la tapa, el calor no se escapa fácilmente y el agua empieza a hervir más rápido. Algo similar ocurre con la energía que recibimos del Sol. Lo ideal sería que una parte se refleje de vuelta al espacio y otra se pierda lentamente en forma de radiación -como el calor que sale de una taza de café-, para mantener el equilibrio térmico. Pero si la atmósfera retiene más de lo que debería, la temperatura sube.

Según los datos del satélite CERES, ese desequilibrio energético aumentó 1 vatio por metro cuadrado (W/m²) desde principios de los 2000. Puede parecer poco, pero si pensamos que se reparte sobre toda la superficie del planeta (más de 510 billones de metros cuadrados), la cifra se vuelve enorme. Y lo más preocupante es que ese calor extra no está saliendo: se queda acá atrapado.

¿Qué tienen que ver los barcos?

Acá es donde la historia se vuelve interesante. Durante mucho tiempo, la contaminación del transporte marítimo actuó como un escudo involuntario: las emisiones de azufre que salían de los barcos ayudaban a formar nubes más blancas y duraderas, que reflejaban mejor la luz solar. Era una especie de "paraguas climático" no intencional, pero efectivo.

Sin embargo, en 2020, la Organización Marítima Internacional impuso nuevas regulaciones para reducir esas emisiones, con el objetivo de mejorar la calidad del aire. Lo lograron: las emisiones de azufre bajaron un 80 %. Pero al mismo tiempo, el planeta empezó a absorber más calor del Sol. Lo que antes se reflejaba y se devolvía al espacio, ahora entra. Y eso está acelerando el calentamiento, sobre todo en las zonas del océano donde circulan más barcos, como el Pacífico Norte y el Atlántico.

Más calor, menos nubes

El artículo de Hansen y su equipo también señala otro efecto en cadena: con más calor en los océanos, se forman menos nubes. Y si hay menos nubes, se refleja menos luz. Esto hace que el planeta absorba aún más energía. Es lo que se conoce como una retroalimentación positiva: un círculo vicioso donde el calentamiento alimenta... más calentamiento.

En total, los autores estiman que del aumento reciente en la energía absorbida por el planeta, aproximadamente la mitad (0,5 W/m²) se debe a la reducción de los aerosoles del transporte marítimo. Otro 1,05 W/m² viene de cambios en las nubes y 0,15 W/m² del derretimiento de nieve y hielo.

El planeta está acumulando calor, y cada vez más. Los datos muestran que el desequilibrio energético no solo persiste, sino que se agrava, especialmente en las latitudes medias del hemisferio norte. Eso significa que la Tierra retiene más energía de la que logra liberar al espacio.

¿La consecuencia directa? La única forma de compensar ese exceso es con un aumento de la temperatura. Si no se reducen de manera urgente las emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento global podría avanzar más rápido de lo que anticipaban muchos modelos climáticos. Porque al final, el problema no es solo cuánto calor entra, sino todo lo que dejamos de reflejar.

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