Experimento Broadbalk: el ensayo agrícola más antiguo del mundo nos da lecciones para una agricultura sostenible

Tras 180 años cultivando trigo sin parar, este ensayo revela cómo los fertilizantes retienen más carbono en la tierra, pero también por qué nuestros platos modernos carecen de vitaminas esenciales.

experimento Broadbalk, en Rothamsted, Reino Unido,
El experimento Broadbalk, en Rothamsted, Reino Unido, es el ensayo agrícola más antiguo del mundo. Allí se ha cultivado trigo de invierno de manera ininterrumpida por más de 180 años, desde 1843

¿Sabías que hay un pedacito de tierra en Inglaterra que ha estado produciendo trigo todos los años desde 1843, sin descanso? Se llama el Experimento Broadbalk, en el centro de investigación Rothamsted, y es como un libro de historia viva de la agricultura.

En ese lugar, por generaciones los científicos han probado diferentes formas de nutrir el suelo, desde nada hasta fertilizantes químicos o estiércol, para ver qué pasa con el trigo y la tierra a lo largo de casi dos siglos. Es fascinante: mientras el mundo cambiaba con guerras y revoluciones, estos campos siguieron su rutina, registrando secretos que hoy nos ayudan a combatir el cambio climático.

Pero no todo es cosechas abundantes. Este experimento también ilumina un problema en nuestras mesas: los alimentos de ahora parecen menos nutritivos que los de antaño. Cuando tu abuelo era joven y comía una manzana, obtenía todo el hierro que necesitaba para el día; hoy, quizás tengas que devorar tres manzanas para lo mismo.

¿Culpa de los fertilizantes que salvan suelos pero agotan los sabores? Vamos a desentrañar esto paso a paso, con datos frescos de Broadbalk, para que veas cómo lo que pasa bajo tierra afecta lo que sube a tu plato.

Los fertilizantes construyen un suelo más fuerte

Si imaginamos al suelo como el estómago de la Tierra, sabemos que necesitará fibra para quedarse con lo bueno y soltar lo malo.

En Broadbalk, después de 180 años de trigo continuo, un estudio reciente analizó parcelas con y sin fertilizantes. Resultado: los suelos tratados con nitrógeno y fósforo juntos acumularon un 28% más de carbono orgánico que los no fertilizados. ¡Eso es como pasar de una alcancía raquítica a una repleta de monedas estables!

El nitrógeno actúa como un entrenador personal para las bacterias del suelo, ayudándolas a transformar restos de plantas en carbono que se adhiere a las partículas y dura siglos, en vez de evaporarse como humo.

Esto no es magia instantánea. Solo después de 30 años de aplicaciones constantes se ve este efecto, gracias a un equipo sinérgico: el fósforo acelera la descomposición inicial, liberando energía, pero combinado con nitrógeno, evita que el carbono se escape al aire como CO₂.

Broadbalk experimento
Durante 180 años, los científicos han estado recogiendo y analizando muestras de suelo del mismo campo, en el que se aplican diferentes tratamientos fertilizantes a distintas parcelas de cultivo.

Comparado con el estiércol orgánico, que multiplica el carbono varias veces, los químicos son un buen apoyo, pero no el campeón. Esto importa porque más carbono en el suelo significa mejor retención de agua, menos erosión y un freno al calentamiento global: cada gramo atrapado es un escudo contra tormentas y sequías.

Alimentos más abundantes, pero con menos nutrientes

Volvamos a tu plato para ver qué pasa con los alimentos. Numerosos estudios muestran que desde los años 50, frutas y verduras han perdido hasta un 40% de minerales como hierro, zinc y vitaminas.

Archivo muestras
El archivo de muestras de Rothamsted cuenta con casi un tercio de millón de artículos, lo que representa un conjunto de datos continuos sin parangón en ningún otro lugar del mundo.

En Broadbalk, el trigo de hoy rinde más, pero con menos proteínas y micronutrientes por gramo. Si hacemos una analogía con un globo inflado con aire caliente, veremos que este crece grande y rápido gracias a los fertilizantes que empujan el tamaño, pero el relleno nutritivo se diluye.

Las variedades genéticas modernas, criadas para resistir plagas y maximizar cosechas, priorizan cantidad sobre calidad, absorbiendo solo lo básico, como el nitrógeno para hojas verdes, pero ignorando trazas de selenio, zinc o magnesio del suelo empobrecido.

El CO₂ extra en el aire, por el cambio climático, empeora esto: acelera el crecimiento, pero reduce la captación de nutrientes, haciendo que una naranja de antes equivalga a ocho de ahora.

Otro culpable: el agotamiento del suelo. Al extraer cosechas año tras año sin recargar con rotaciones o compost, la tierra se cansa, como un corredor que come solo carbohidratos y olvida proteínas. El CO₂ extra en el aire, por el cambio climático, empeora esto: acelera el crecimiento, pero reduce la captación de nutrientes, haciendo que una naranja de antes equivalga a ocho de ahora.

En resumen, la agricultura industrial nos da más kilos, pero menos salud en cada bocado, elevando riesgos de deficiencias que afectan desde la inmunidad hasta el ánimo.

Hacia una tierra que nutra de verdad

El legado de Broadbalk nos grita una verdad simple: los fertilizantes, bien usados, no son villanos. Aumentan el carbono un 28%, fortaleciendo suelos contra el clima cambiante, pero solos no bastan para brindar alimentos completos.

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Es por eso que las buenas prácticas agrícolas indican que necesitamos mezclarlos con orgánicos, rotar cultivos y elegir variedades equilibradas, como un chef que combina ingredientes para un plato redondo.

En un mundo con 8 mil millones de bocas para alimentar, ignorar esto es como correr una maratón descalzos. Podríamos enfrentar más enfermedades por dietas pobres, mientras los suelos estériles liberan más gases.

Pero hay esperanza: prácticas regenerativas, inspiradas en estos 180 años, podrían restaurar nutrientes y capturar carbono, haciendo la agricultura aliada del planeta. Imagina huertos donde el trigo no solo crece alto, sino que te devuelve la vitalidad de antaño. El futuro no está escrito; depende de cómo abonemos hoy.

Referencia de la noticia

Tang, S., Pan, W., Yang, Y. et al. Soil carbon sequestration enhanced by long-term nitrogen and phosphorus fertilization. Nat. Geosci. 18, 1005–1013 (2025).