¿Por qué hay tantos terremotos en Japón? La geología explica esta fuerza invisible
Un terremoto de magnitud 7,6 frente a la costa norte de Japón, en la noche del 8 al 9 de diciembre de 2025, volvió a poner al país en alerta. Las olas del tsunami alcanzaron decenas de centímetros, más de 90.000 personas fueron evacuadas temporalmente y decenas resultaron heridas.

El origen de este nuevo temblor es el terremoto de Sanriku, un sismo de magnitud 7,5-7,6 con epicentro en el océano Pacífico frente a las costas de Aomori, que se sintió intensamente en Hachinohe y otras ciudades costeras del norte de Japón.
El principal temblor, registrado a las 23:15 horas del lunes (hora local), duró más de 30 segundos, causó al menos 50 heridos leves y desencadenó pequeños deslizamientos de tierra, derrumbes de carreteras e interrupciones del suministro eléctrico y de las líneas ferroviarias de alta velocidad.
Un país situado en el “Anillo de Fuego”
Inmediatamente después del terremoto, la Agencia Meteorológica de Japón (JMA) emitió alertas de tsunami para las costas de Hokkaido, Aomori y otras áreas del noreste de Japón.
Las olas observadas generalmente oscilaron entre 20 y 70 centímetros, suficientes para dañar estructuras portuarias más frágiles, como las plataformas de cultivo de ostras, pero sin causar una destrucción generalizada.
Las órdenes de evacuación cubrieron a más de 90.000 residentes y las alertas de tsunami se levantaron temprano el martes por la mañana cuando se confirmó que no había ninguna gran ola.
Aunque causó daños relativamente limitados, el terremoto reavivó las preocupaciones sobre la posibilidad de un "megaterremoto" en la región.
Para entender por qué este tipo de escenario se repite con tanta frecuencia en Japón, es necesario mirar el mapa tectónico del Pacífico.
A lo largo de este cinturón, varias placas tectónicas de gran tamaño, como las del Pacífico, Norteamérica, Nazca, Filipinas-Mariana y Antártica, colisionan, se deslizan y subducen unas sobre otras. Este movimiento incesante genera las grandes fosas oceánicas, las cadenas volcánicas y, en particular, los terremotos de gran magnitud que, ocasionalmente, azotan zonas costeras, como las de Japón.
Subducción y megaterremotos: el precio geológico de vivir en Japón
En el caso específico del norte de Honshu y Hokkaido, el paisaje está dominado por la subducción de la placa del Pacífico debajo de la microplaca de Ojotsk, considerada parte de la placa norteamericana más grande.
A lo largo de la fosa de Japón y la fosa de las Kuriles, la placa oceánica del Pacífico se mueve hacia el oeste-noroeste y se hunde debajo de Japón a una velocidad impresionante, del orden de 7 a 9 centímetros por año, una de las tasas de convergencia más rápidas del planeta.
Este proceso no es uniforme. A medida que la placa se deforma y se hunde en el manto, la interfaz de contacto con la placa superior queda atrapada en algunos segmentos, acumulando tensión elástica durante décadas o siglos.

Cuando esta tensión supera lo que las rocas pueden soportar, la falla se rompe bruscamente y libera enormes cantidades de energía en forma de ondas sísmicas: así nace un terremoto de subducción, normalmente de gran magnitud y con potencial para generar tsunamis, como el que acaba de ocurrir frente a Aomori.
Fue un mecanismo similar el que estuvo en el origen de algunos de los mayores desastres de la historia reciente de Japón, como el terremoto y tsunami de Tōhoku del 11 de marzo de 2011, con una magnitud de 9,0-9,1, que causó casi 20.000 muertos y desencadenó el accidente nuclear de Fukushima.
Al igual que entonces, el actual terremoto de Sanriku ocurrió en una región donde la historia geológica muestra una sucesión de grandes eventos sísmicos, con intervalos irregulares de cientos de años.
No solo el norte del país está expuesto. Más al sur, otras zonas de subducción, como la fosa de Nankai, donde la placa filipina se hunde bajo el suroeste de Japón, también acumulan energía y preocupan a los sismólogos, que llevan décadas advirtiendo sobre la posibilidad de un gran terremoto acompañado de un tsunami en las regiones de Kansai y Shikoku.
En conjunto, Japón concentra alrededor del 10 % de los volcanes activos del mundo y registra miles de terremotos al año, muchos de ellos de baja magnitud y casi imperceptibles, pero otros lo suficientemente fuertes como para dañar edificios e infraestructuras.