Señales de alerta: cuatro pilares del clima global en riesgo de colapso, indica un estudio de la Universidad de Munich

Cuatro componentes clave del clima se desestabilizan, según científicos de la Universidad de Munich. Descubre las señales de alerta, sus impactos y por qué actuar ya puede salvar nuestro mundo.

Cuatro pilares
La capa de hielo de Groenlandia, la Circulación Meridional del Atlántico (AMOC), la selva amazónica y el sistema de monzones sudamericanos son los cuatro pilares fundamentales del sistema climático global; están perdiendo estabilidad. Sus consecuencias son impredecibles.

En la mitología griega, Atlas cargaba el peso de la bóveda celeste sobre sus hombros para evitar que se desplomara sobre la Tierra. Hoy, nuestro planeta parece un Atlas moderno, pero con grietas en su estructura que amenazan con un colapso inesperado.

Un equipo internacional de científicos acaba de publicar en Nature Geoscience un estudio que analiza datos obtenidos por satélites y observaciones, revelando que cuatro pilares fundamentales del sistema climático —el hielo de Groenlandia, la corriente del Atlántico, la Amazonia y el monzón sudamericano— están perdiendo estabilidad. No se trata de un guion de ciencia ficción como en "El Día Después de Mañana", sino de evidencias concretas que nos urgen a mirar de cerca.

Estos "puntos de inflexión" o tipping points, como los llaman los expertos, son como frenos de emergencia en un auto que empiezan a fallar: si no los reparamos a tiempo, el viaje se vuelve caótico. El calentamiento global, impulsado por emisiones humanas, acelera este proceso, y cada décima de grado cuenta.

Entender esto no solo nos ayuda a prever tormentas más feroces o sequías prolongadas, sino que nos empodera para tomar decisiones que equilibren la balanza antes de que sea demasiado tarde.

¿Qué nos están gritando estos cuatro pilares del clima?

Imagina el sistema climático como una sinfonía orquestal: cada instrumento debe tocar en armonía para que la melodía fluya. Si uno se desafina, el caos se propaga. Los investigadores, liderados por Niklas Boers, profesor de Modelización del Sistema Terrestre en la Universidad Técnica de Múnich, usaron un método matemático ingenioso para detectar "señales de alerta temprana".

Básicamente, miden cómo estos componentes se recuperan de perturbaciones naturales, como un empujón en un columpio. Si el columpio oscila más lento y con mayor amplitud antes de estabilizarse, es señal de que el soporte está debilitándose. Aplicado a datos reales, esto mostró que los cuatro elementos están cerca de umbrales críticos.

Los cuatro son: la capa de hielo de Groenlandia, que se derrite como helado bajo el sol del mediodía, liberando agua dulce que altera corrientes oceánicas; la Circulación Meridional del Atlántico (AMOC), esa "cinta transportadora" de calor que mantiene Europa templada; la selva amazónica, los pulmones verdes que absorben CO2 pero ahora emiten más por deforestación y sequías; y el sistema de monzones sudamericanos, que regula lluvias vitales para cultivos, pero que se ve alterado por patrones erráticos.

Estos elementos no actúan solos: se influyen mutuamente a través de océanos y atmósfera, creando bucles de retroalimentación que aceleran el desbalance, como un dominó que empuja al siguiente.

Impactos en el planeta: de las tormentas a nuestra supervivencia

Ahora, vayamos al meollo: ¿qué pasa si estos pilares ceden? El impacto sería como una tormenta perfecta multiplicada por cuatro, afectando desde el clima local hasta la economía global.

Si la AMOC colapsa, Europa podría enfrentar inviernos siberianos mientras el sur se ahoga en calor extremo, alterando patrones de vientos que traen huracanes más intensos a las costas americanas —recuerda los megaincendios en Australia o las inundaciones en Pakistán, pero a escala mayor—.

La Amazonia, al convertirse en sabana, liberaría miles de millones de toneladas de carbono, amplificando el calentamiento global como un fuego que se alimenta a sí mismo, y afectando la biodiversidad: adiós a especies únicas que sostienen medicinas y alimentos.

En América Latina, el monzón sudamericano descontrolado significaría sequías crónicas en regiones agrícolas como el noreste de Brasil o Bolivia, donde millones dependen de lluvias predecibles para maíz y soja, disparando precios de alimentos y migraciones masivas.

Mientras, el derretimiento de Groenlandia elevaría el nivel del mar hasta un metro para 2100, inundando ciudades como Miami, Buenos Aires o Cartagena, desplazando a cientos de millones.

Limites planetarios
En septiembre se actualizó el informe sobre los límites planetarios. Se confirma otro límite superado: el de la acidificación de los océanos. Con este son 7 de 9 límites planetarios traspasados.

Estos cambios no son lineales; son exponenciales, golpeando ecosistemas frágiles y sociedades vulnerables primero, pero nadie quedaría indemne. La interconexión es clave: un tropiezo en uno amplifica los demás, convirtiendo problemas regionales en crisis planetarias.

Es hora de actuar ya

La buena noticia es que estas señales son un llamado a la acción, no un veredicto final. Los científicos enfatizan que, aunque los umbrales exactos son inciertos, cada fracción de grado de calentamiento eleva el riesgo —estamos a 1.1 °C por encima de niveles preindustriales, rozando el límite de 1.5° C del Acuerdo de París—.

La buena noticia es que estas señales son un llamado a la acción, no un veredicto final.

Reducir emisiones drásticamente, restaurando bosques y transitando a energías renovables, podría estabilizar estos sistemas. Países como Costa Rica, con su 99 % de energía limpia, muestran que es posible; ahora, escalémoslo globalmente.

Proponen un "sistema de monitoreo satelital" para rastrear estos indicadores en tiempo real, como un radar meteorológico pero para el clima entero. Esto nos daría tiempo para adaptarnos: invertir en diques costeros, agricultura resiliente o reforestación inteligente.

Sin embargo, la ventana se cierra; informes como el de la ONU advierten que ya hemos superado siete de nueve límites planetarios seguros.En resumen, estas señales de alerta no son un fin del mundo, sino un recordatorio de nuestra responsabilidad.

Como en la fábula de la hormiga y la cigarra, hemos cantado al progreso sin prever el invierno climático. Pero aún hay tiempo para almacenar "provisiones": políticas verdes, innovación y conciencia colectiva. Ignorarlas sería como apagar la alarma de humo en una casa en llamas.

Actuemos ya, por un planeta equilibrado que nuestros hijos hereden con esperanza, no con ruinas.

Referencia de la noticia

Boers, N., Liu, T., Bathiany, S. et al. Destabilization of Earth system tipping elements. Nat. Geosci. (2025).