Un bosque de antenas en el Ártico conecta cientos de satélites

En una isla cercana al Polo Norte se alzan un centenar de domos que contienen poderosas antenas. Gracias a ellas, los satélites que orbitan el planeta pueden enviar y recibir información cada día.

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Operarios trabajan en uno de los domos. Foto NYTIMES

En una meseta del Ártico noruego, a unos 1.000 km del Polo Norte, se encuentra la estación satelital de Svalbard, también conocida como SvalSat. Esta estación no es como cualquier otra, es la más septentrional que existe en la actualidad y, además, es el centro de seguimiento de satélites más grande del mundo.

SvalSat se encuentra en una meseta montañosa a 500 metros de altura en la isla de Spitsbergen. En el predio de la estación hay 100 domos gigantes que se alzan como un gran bosque de 12 metros de altura, y las antenas que se encuentran en su interior son capaces de hacer 3500 contactos al día con los cientos de satélites que transitan sobre el cielo polar. Esta inhóspita región es ideal para albergar este tipo de estaciones por varias razones. La principal es la privilegiada ubicación que permite observar simultáneamente una gran cantidad de satélites, incluso los de órbita media, y durante más tiempo que en otras latitudes. Una segunda ventaja es que el frío ártico hace que no sean necesarios los robustos sistemas de refrigeración que suelen instalarse para estos instrumentos.

La estación satelital es fundamental para monitorear lo que sucede en la atmósfera y en la superficie terrestre. Cada una de estas antenas mantiene contacto con un satélite desde el momento que aparece en el horizonte y lo sigue mientras viaja por el firmamento. Durante esos pocos minutos, se produce un intercambio masivo de datos, que puede incluir desde información sobre el derretimiento de hielo terrestre o temperatura de los océanos, hasta un código de software con nuevas instrucciones para el satélite. Como resultado, la estación descarga una gran cantidad de datos, que se transportan por mar al continente noruego mediante cables de fibra óptica.

La estación y el clima inhóspito

Fue inaugurada en 1997 con un plantel de aproximadamente 20 personas. Hoy, el equipo que opera, repara y mantiene las antenas supera las 40 personas. El lugar tiene un promedio de 170 días con nevadas al año y la nieve puede degradar las señales que viajan al y desde el espacio. Los operarios deben dedicar gran parte de su tiempo a limpiar el exterior de las cúpulas.

Las condiciones meteorológicas también suelen afectar el acceso a la estación. Aunque está a sólo diez kilómetros de la ciudad de Longyearbyen, de solo 2500 habitantes, se encuentra al final de una carretera larga y empinada, donde el riesgo de accidentes al conducir y de avalanchas es muy grande. Ir a trabajar se vuelve una actividad de peligro. Incluso la misma estación puede quedar sepultada por la nieve. En caso de avalanchas, gran parte del personal puede ser evacuado en helicóptero.

Cuando la estación comenzó a funcionar en la década del 90 prestaba servicios principalmente para los satélites europeos. Pero a partir del 2004 también incorporó la recepción de información de otros países, y entre los clientes hoy se encuentra la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT), la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Además de los servicios satelitales, el lugar también posee una estación de medición de partículas radiactivas en el aire operada por Norwegian Seismic Array, una instalación de telecomunicaciones operada por Telenor, una estación meteorológica operada por el Instituto Meteorológico de Noruega y una estación meteorológica operada por SvalSat.

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