Nuestros perros también se vieron afectados por la pandemia, un estudio revela cómo nuestro estrés influyó en ellos

La pandemia del COVID-19 no solo afectó a los humanos. Un estudio masivo revela un significativo cambio de comportamiento en nuestros perros.

Nuestros perros también se vieron afectados por la pandemia, un estudio revela cómo nuestro estrés influyó en ellos
Nuestros perros también se vieron afectados por la pandemia, un estudio revela cómo nuestro estrés influyó en ellos.

La pandemia de COVID-19 reconfiguró por completo la vida tal como la conocíamos. Los hogares se transformaron de la noche a la mañana en refugios multifuncionales, oficinas, escuelas, gimnasios y, para millones de personas, el único espacio seguro en un mundo incierto.

En esa "nueva normalidad", como la llamábamos, nuestros compañeros de cuatro patas, acostumbrados a rutinas bien definidas de soledad y compañía, de repente se encontraron con la presencia constante de sus familias humanas. Esta nueva realidad, que en un principio pareció un regalo de tiempo ilimitado, fue en realidad un catalizador de cambios muy profundos.

Cómo influyó la pandemia a nuestras mascotas

La ciencia se planteó una pregunta: "¿cómo afectó esta disrupción masiva a la salud mental y emocional de los miembros más sensibles de nuestros hogares?"; y para responder a esta cuestión, los investigadores no se basaron en anécdotas, sino en estudios a gran escala que permitieron una mirada rigurosa.

La investigación científica no solo confirma que nuestros perros se vieron afectados, sino que también revelan que su bienestar es un reflejo directo del estado de ánimo y la estructura de su entorno humano.

El análisis se centró en dos fenómenos interrelacionados: el "contagio emocional" de los humanos hacia los perros, y el "impacto de la ruptura de sus rutinas".

nuestros perros se convirtieron en un espejo de nuestras propias ansiedades.
Durante la pamdemia nuestros perros se convirtieron en un espejo de nuestras propias ansiedades.

Un estudio longitudinal de gran envergadura, de la Universidad Virginia Tech, publicado en la revista PLOS One, ha establecido una base de datos sin precedentes para entender el comportamiento canino a gran escala. El Dog Aging Project, ha proporcionado la evidencia científica necesaria para comprender la magnitud de estos cambios en el comportamiento de los perros.

El estrés humano se contagia

El vínculo entre humanos y perros se basa en una profunda conexión empática. Se ha demostrado que el "contagio emocional", una forma básica de empatía, permite a un individuo compartir el estado emocional de otro. En el caso de los perros domésticos (Canis familiaris), esta capacidad se ha desarrollado de manera particular, permitiéndoles leer con asombrosa precisión nuestro lenguaje corporal, nuestros tonos de voz y, en última instancia, nuestro estado de ánimo.

Durante la pandemia, con la incertidumbre, el miedo y el estrés laboral invadiendo los hogares, nuestros perros se convirtieron en un espejo de nuestras propias ansiedades.

Durante la pandemia, la mezcla de emociones y ansiedad se trasladaron a nuestros perros. Esta absorción del estrés humano se manifestó en una variedad de comportamientos observados en los perros. Un estudio de la UNAM señaló que los perros que experimentan el estrés de sus dueños pueden presentar un abanico de síntomas, desde acciones repetitivas como dar vueltas o rascarse en exceso, hasta signos más graves como gruñir, lloriquear o mostrarse irritables sin una causa aparente. Incluso pueden manifestar cambios físicos, como la pérdida de pelo o de apetito, lo que subraya la intensidad del impacto emocional que están experimentando.

Se trata de un bucle de retroalimentación negativo donde la salud mental de un miembro de la familia influye directamente en la del otro.

Esta dinámica genera un complejo círculo vicioso. El dueño se estresa debido a la situación global, y el perro, al percibir esa angustia, comienza a manifestar comportamientos problemáticos. Al observar el comportamiento de su mascota, el dueño puede sentirse aún más frustrado o estresado, lo que a su vez intensifica la ansiedad del perro.

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Para los cachorros nacidos en pandemia, la presencia ininterrumpida de su familia humana durante el confinamiento les hizo creer que esa nueva normalidad era la única realidad posible.

Es un bucle de retroalimentación negativo donde la salud mental de un miembro de la familia influye directamente en la del otro. Por lo tanto, comprender y gestionar el propio estrés no es solo un acto de autocuidado, sino también una responsabilidad directa para el bienestar y la calidad de vida de nuestros compañeros caninos.

Cambiar la rutina impacta en la mente canina

El estudio "Dog Aging Project" (DAP), realizó una de las investigaciones más ambiciosas sobre el comportamiento canino y la pandemia, analizando los datos reportados por los dueños de 47.444 perros inscritos entre 2020 y 2023. A través de un cuestionario de evaluación del comportamiento canino, conocido como C-BARQ, los investigadores establecieron una línea de base de los perfiles de comportamiento de la población canina, categorizando los resultados en dominios como: miedo, agresión y entrenabilidad.

El objetivo principal del estudio "Dog Aging Project", es entender cómo en pleno contexto pandémico, el año de inscripción pudo haber incluido en el comportamiento de la población canina cambió.

Los hallazgos revelaron un dato sorprendente: el año de inscripción fue la variable que tuvo la mayor influencia en el dominio de la "entrenabilidad". Los perros inscritos en los años 2021, 2022 y 2023 obtuvieron puntuaciones promedio significativamente más bajas en este dominio que los perros inscritos en 2020. Este resultado puede parecer contradictorio; uno podría suponer que, al pasar más tiempo con sus dueños, los perros tendrían más oportunidades de entrenamiento y, por lo tanto, mostrarían una mayor entrenabilidad. Sin embargo, este es el punto clave que el estudio ayuda a dilucidar.

El estudio demostró que la calidad y la predictibilidad del tiempo compartido con nuestros perros son más cruciales para el bienestar canino que la simple cantidad de tiempo que se pasa en compañía.

La aparente paradoja se explica por la importancia de la estructura y la consistencia. En 2020, si bien la rutina familiar se vio abruptamente alterada, se estableció una nueva y predecible normalidad: los dueños estaban casi siempre en casa. Los perros se adaptaron y aprendieron a vivir en ese nuevo entorno constante. Sin embargo, en los años subsiguientes, a medida que la vida volvía a la "normalidad" y las personas regresaban a sus trabajos, esa nueva rutina estable se desmoronó. El perro experimentó una segunda disrupción, perdiendo la estructura de compañía constante que se había establecido.

La disminución de la "entrenabilidad" no es, entonces, un fracaso del perro para aprender, sino un reflejo del caos y la falta de consistencia que se reintrodujeron en su vida. Este fenómeno demuestra que la calidad y la predictibilidad del tiempo compartido son más cruciales para el bienestar canino que la simple cantidad de tiempo que se pasa en compañía.

Aumento de la ansiedad por separación "humano-perro"

Una de las secuelas más tangibles y preocupantes del confinamiento fue el aumento de los casos de ansiedad por separación, un problema que afecta a perros que se angustian de manera desproporcionada cuando se quedan solos.

Este fenómeno fue particularmente devastador para los "cachorros de la pandemia", es decir, aquellos que nacieron y crecieron durante el confinamiento. Estos perros no tuvieron la oportunidad de aprender a lidiar con la soledad y la ausencia de sus dueños, ya que su vida, desde el inicio, fue de compañía constante. Para ellos, la vida tal como la conocieron implicaba la presencia ininterrumpida de su familia humana.

Para los cachorros nacidos en pandemia, la presencia ininterrumpida de su familia humana durante el confinamiento les hizo creer que esa nueva normalidad era la única realidad posible. Luego, a medida que la vuelta al trabajo y vida social fuera del hogar regresó, los perros sintieron ese cambio de manera drástica, percibiéndolo como un abandono cada día, generando brotes de angustia, ansiedad, e incluso en distintas manifestaciones negativa en su salud física.

Los síntomas de esta angustia pueden variar desde la falta de apetito, el lloriqueo constante, la destrucción de objetos en el hogar, hasta reacciones físicas más graves como la hiperventilación e incluso afecciones cardíacas en casos extremos.

Una de las recomendaciones de los expertos es evitar las despedidas exageradas. Cambiar el tono de voz o decir frases de consuelo antes de irse puede actuar como una señal para el perro de que se va a quedar solo, lo que aumenta su angustia desde el momento de la despedida. Este problema se puede ver como la secuela de la "nueva normalidad".

Evitar las despedidas exageradas al salir de casa, porque el perro lo entiende como la pérdida de su familia y la ruptura de su mundo predecible, lo que desencadena una respuesta de estrés postraumático.

La pandemia no fue una única disrupción, sino una serie de cambios drásticos. Primero, se estableció la nueva rutina del confinamiento. Luego, la vuelta a las actividades presenciales en el mundo exterior representó un segundo cambio traumático para los perros. No comprenden que el dueño está en el trabajo; solo perciben la pérdida de su familia y la ruptura de su mundo predecible, lo que desencadena una respuesta de estrés postraumático. Abordar este problema requiere empatía y paciencia, reconociendo que el perro no se está "portando mal", sino que está lidiando con una profunda sensación de abandono y soledad.

Hacia un bienestar mutuo

Los estudios demuestran que la salud mental de nuestras mascotas está intrínsecamente ligada a la nuestra y a la estabilidad de nuestro hogar. Superar las secuelas de la pandemia es un proyecto compartido que requiere conciencia y acción.

El primer y más importante paso es siempre buscar ayuda profesional. Si sospecha que su perro sufre de ansiedad por separación o muestra signos de estrés, debe programar una cita con su veterinario de confianza para descartar cualquier afección médica subyacente. Si el problema persiste, la recomendación es acudir a un especialista en comportamiento animal o etólogo, quien puede ofrecer un diagnóstico y un plan de acción más específicos y adaptados.

Los estudios demuestran que la salud mental de nuestras mascotas está intrínsecamente ligada a la nuestra y a la estabilidad de nuestro hogar.

Más allá de la ayuda profesional, existen estrategias prácticas que pueden implementarse en casa para mitigar la ansiedad y mejorar el bienestar canino. Es crucial reintroducir la soledad de manera gradual. Comience con períodos cortos de separación, incluso en otra habitación de la casa, y extienda la duración a medida que el perro se sienta más cómodo.

Una herramienta valiosa es el enriquecimiento ambiental, utilice juguetes dispensadores de comida o esconda alimentos en la casa mientras está fuera para mantener la mente del perro activa y distraída. Dejar una prenda de vestir con su olor o encender la radio o la televisión puede ayudar a crear un ambiente más familiar y reconfortante en su ausencia.

Es crucial reintroducir los momentos de soledad de manera gradual. Aprendimos de la pandemia que, al cuidar la salud mental de nuestras mascotas, también estamos fortaleciendo el núcleo de nuestra propia familia.

No subestime la importancia de las actividades básicas para el equilibrio emocional. Asegurarse de que el perro reciba suficiente ejercicio físico diario y una nutrición adecuada son pilares fundamentales para su salud mental. Jugar, pasear y brindarle masajes son actividades que no solo fortalecen el vínculo, sino que también ayudan a reducir su tensión y reflejan un entorno de cuidado y atención. La pandemia nos recordó que, al cuidar la salud mental de nuestras mascotas, también estamos fortaleciendo el núcleo de nuestra propia familia.

El impacto del COVID-19 en otros ecosistemas animales

El confinamiento global no solo alteró la vida de las mascotas domésticas, sino que también tuvo un impacto significativo en la vida silvestre y los animales en cautiverio.

Por un lado, la drástica disminución del tráfico y la actividad humana en las calles y áreas urbanas creó un fenómeno conocido como la "antropausa". En este contexto, animales salvajes de diversas especies se aventuraron en entornos urbanos que antes evitaban, aprovechando la ausencia de humanos para explorar y buscar alimento en zonas que solían ser inaccesibles.


Y por el otro, en los zoológicos y/o parques ecológicos, la ausencia de visitantes también provocó cambios de comportamiento. Animales como los pingüinos y los leones marinos, que a menudo interactúan con el público, mostraron una mayor curiosidad y exploración de sus entornos. Por el contrario, algunos animales, como las nutrias, exhibieron signos de ansiedad al no tener la estimulación y las distracciones que los visitantes solían proporcionar.

La actividad humana tiene un profundo impacto en los ecosistemas animales, y demuestran que nuestras acciones, incluso cuando no son intencionales, reconfiguran las dinámicas naturales a una escala global.

Estos fenómenos, analizados en estudios de ecología y comportamiento animal, subrayan el profundo impacto que la actividad humana tiene en los ecosistemas y demuestran que nuestras acciones, incluso cuando no son intencionales, reconfiguran las dinámicas naturales a una escala global.